SANTIAGO, Chile – El 24 de julio del año 1847 fue el día en que el primer grupo de pioneros mormones entraron en Valle del Gran Lago Salado encabezados por Brigham Young, profeta y presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Arreancando de la persecución civil y religiosa que sufireron los santos de los últimos días en Nauvoo, Illinois, perdiendo sus casa, pertenencias y la vida del profeta José Smith, se produjo el éxodo de colonizadores más grande, prologado y sacrificado que han visto los Estados Unidos de América, estableciendo muchas prolíferas ciudades, convirtiendo el desierto en su hogar, estableciendo industrias, comercio, universidades, un gobierno y templos para adorar a su Dios en paz, conforme a los dictados de su propia conciencia.
Hoy, feriando en todo el Estado de Utah, se recuerda la memoria de todos estos sacrificados hombres, mujeres y niños que hicieron posible establecer la cabecera de los montes, un lugar donde asentar lo que hoy en la sede de una Iglesia mundial. Sin importar si vivían o morían en el intento, estos fieles continuaron con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios, sabiendo que su esfuerzo traería gozo eterno. Esta frase recoge muy bien el sentir de estos primeros santos: “EL REINO DE DIOS, O NADA”.
