¿Qué medidas puede adoptar cada uno de nosotros para suplantar el espíritu de la contención con un espíritu de paz personal? Para empezar, mostrar una preocupación compasiva por los demás. Controle la lengua, el bolígrafo y el procesador de textos. —Presidente Russell M. Nelson
En los círculos académicos se habla mucho de que el conflicto es algo positivo. La definición de conflicto es una diferencia de opinión. Estas diferencias de opinión pueden ser muy provechosas cuando se conversan y no se esconden. Pero cuando no sabemos lidiar con nuestros desacuerdos, el desenlace suele ser la discordia. La contención crea un sentido de distancia psicológica entre la gente por medio de sentimientos de aversión, antagonismo enconado, competencia, enajenación e indiferencia. Inclusive, la mayoría de la gente piensa que un conflicto es algo perjudicial, ya que justamente la palabra lleva la connotación de un desacuerdo en el que existen sentimientos de enemistad. Este es el tercer artículo en la serie de cómo lidiar con el espíritu de contención.
Entre paréntesis, la negociación y la resolución de conflictos son dos especialidades académicas altamente relacionadas, pero que generalmente cada una tiene sus propios especialistas y literatura especializada. Una de las principales diferencias entre ambas, es el factor antagonismo, o estos sentimientos negativos que se añaden a las discrepancias.
Al enfrentar a un desafío, el cerebro humano es capaz de acumular una gran cantidad de información, analizarla rápidamente y obtener la aparentemente “mejor solución”. Se descartan las opciones indeseadas. Si alguien va manejando en la carretera, por ejemplo, y otro vehículo está por entrar a la pista, el conductor tiene varias opciones —algunas mejores que otras. Entre las alternativas el conductor puede (1) moverse de una pista a la otra, (2) reducir la velocidad, (3) aumentar la velocidad o (4) mantener la velocidad y dejar que el otro vehículo se las arregle como pueda. Si el conductor desea evitar un accidente, eso sí, no puede tardar mucho en hacer esta decisión. Ciertamente, no tiene tiempo para conversarlo y debatirlo con el resto de los pasajeros. Por suerte que, como dijimos, nuestro cerebro generalmente funciona bien cuando necesitamos decidir este tipo de cosas de manera apresurada.
Desgraciadamente, muchas veces estamos demasiado dispuestos a aceptar la primera solución que parezca funcionar en vez de aquellas realmente creativas. Mientras que algunas decisiones signifiquen ponderada consideración, e incluso hasta la agonía, resolvemos otras instintivamente.
La mejor solución se convierte entonces en nuestra postura en el asunto. Nuestras necesidades, intereses y temores juegan una parte vital en el proceso de establecer una postura. Cuatro enemigos se combinan para crear un espíritu de contención:
• Nuestro primer enemigo es el deseo natural de querer ser el primero en explicar nuestro punto de vista. Después de todo, razonamos, si ellos comprendiesen nuestra perspectiva, llegarían a la misma conclusión.
• Nuestro segundo enemigo es nuestra ineficacia para escuchar. Escuchar requiere mucho más que callar en espera de nuestro turno. Involucra un esfuerzo real para comprender otras perspectivas.
• Nuestro tercer enemigo es el temor. Temor de no salir con la nuestra. Temor a perder algo valorado. Temor de hacer el ridículo o perder prestigio. Temor a la verdad —que quizá estemos equivocados.
• Nuestro cuarto enemigo es la presunción de que uno de nosotros tiene que perder —que las diferencias sólo pueden ser resueltas competitivamente.
En el próximo artículo, veremos cuatro soluciones débiles que solemos tomar pero que no siempre son muy útiles cuando se trata de obtener soluciones duraderas en nuestras vidas.