A continuación, les mostramos 6 historias inspiradoras que no ha contado en sus mensajes de conferencia general.
El milagro de la fotografía perdida.
El hermano Edwin Q. Cannon jr. A quien podemos llamar Ted, era un misionero en Alemania en 1938. Él amaba a la gente y servía fervientemente. Al concluir su misión, regresó a casa en Salt Lake City. Se casó y comenzó su propio negocio.
Cuarenta años pasaron. Un día el hermano Cannon vino a mi oficina y dijo haber estado revisando sus fotografías de la misión. (esa es una buena palabra para describir el revisar cada una de ellas, botar dos y guardar el resto). Entre las fotografías que había decidido quedarse, habían algunas que no podía específicamente identificar. Cada vez que quería deshacerse de ellas, sintió que decía quedárselas, aunque no sabía porque. Eran fotografías que habían sido tomadas por el hermano Cannon en su misión cuando servía en Stettin, Alemania, donde aparecía una familia, una madre , padre, pequeña niña, y un pequeño niño. Sabía que su apellido era Berndt pero no podía recordar nada más acerca de ellos. Indicó que entendía que había un Berndt que era líder de la Iglesia en Alemania, él pensó, aunque la posibilidad era remota, que este Berndt podría tener alguna conexión con los Berndts que habían vivido en Stettin, quienes aparecían en la fotografía. Antes de deshacerse de las fotografías, él pensó en consultar conmigo.
Le dije al hermano Cannon que prontamente me iría a Berlín, donde anticipaba que vería a Dieter Berndt, el líder de la Iglesia, y le mostraría la fotografía para ver si había alguna relación y para ver si las quería. Había una posibilidad de que también viera a la hermana del hermano Berndt, quien se había casado con Dietmar Matern, un presidente de estaca en Hamburgo.
El Señor ni siquiera dejó que llegara a Berlín sin antes cumplir sus propósitos. Estaba en Zurich, Suiza, abordando un avión a Berlín, cuando quien también abordó el avión fue Dieter Berndt. Él se sentó junto a mí, le dije tengo unas viejas fotos de gente llamada Berndt de Stettin. Se las entregué y le pregunte si pòdía identificar a las personas en la fotografía. Cuando las miró cuidadosamente comenzó a llorar. Dijo: “nuestra familia vivió en Stettin durante la guerra. Mi padre falleció cuando una bomba aliada cayó en la planta donde trabajaba. No mucho después , los rusos invadieron Polonia y el are de Stettin. Mi madre tomo a mi hermana y a mí y huimos de los enemigos que se acercaban. Todo tuvo que ser dejado atrás, incluyendo las fotografías. Hermano Monson, soy solo un niño en esas fotografías, y mi hermana es una pequeña niña. El hombre y la mujer son mis padres. Hasta hoy , no tenía fotografías de nuestra infancia in Stettin o de mi padre”.
Secándome mis propias lágrimas, le dije al Hermano Berndt que esas fotografías eran suyas. Las puso cuidadosamente en su maletín.
En la próxima conferencia, cuando Dieter Berndt visitó Salt Lake City, visitó al hermano y hermana Edwin Cannon Jr. Para agradecerle en persona y expresar su gratitud e inspiración que tuvo el hermano Cannon de guardar esas preciosas fotografías y por el hecho de haber seguido la inspiración que hizo que las guardara por cuarenta años.
Una llamada para fortalecer.
Aún recuerdo los desafíos que enfrentaba la juventud de el barrio cuando presidía como obispo. Una tarde una hermosa jovencita entró a mi oficina con su novio para hablar conmigo. Ambos estaban muy enamorados, y la tentación estaba empezando a ganarles.
Mientras les aconsejaba, cada uno hizo una promesa de resistir la tentación y mantener su mente con la meta de un matrimonio eterno. Les sugerí por su puesto la acción que sigue y que después sentí decir: “ si alguna vez se encuentran en la posición de ceder y necesitan fuerza adicional, llámenme, no importa la hora”.
Una mañana a la 1.00 am, el teléfono sonó y una voz dijo: “obispo, soy Susan. ¿Se acuerda cuando dijo que debía llamarlo si alguna vez me encontraba siendo tentada? Bueno, obispo, estoy en esa situación”. Le pregunté donde estaba, ella describió un popular estacionamiento en el valle de Salt Lake. Ella y su novio habían caminado a una cabina telefónica cercana para hacer la llamada. El ambiente no era ideal para poder aconsejar, pero la necesidad era grande, y la joven pareja estaba receptiva.
No mencionare que tan amenudo Susan llamó. Sin embargo, cuando el cartero me entrego su invitación para su boda, la hermana Monson leyó, “ Señor y Señora Jones requieren el placer de su compañía en la recepción de bodas de su hija Susan.” Ella suspiró, “gracias al cielo!” cuando note la pequeña letra al fondo de la invitación, que decía: “ se casarán en el templo de Salt Lake”, dije silenciosamente, “gracias al cielo por la fortaleza de la juventud SUD”.
Un sorprendente invitado.
En una ocasión mientras estaba visitando la estaca Indianapolis, recuerdo al Presidente Low, quien es el Purdue en la Universidad allá, diciéndome “ hermano Monson le gustaría venir a mi casa y quedarse con nosotros o preferiría el viaje de 40 millas y quedarse con mi consejero en Indianapolis?”.
Respondí, “ Bueno Presidente Low, es tarde, si a ud le da lo mismo, me quedaré con su consejero acá en Indianapolis”.
La siguiente mañana salude al Presidente Low a las 8 de la mañana en punto y dijo: “Elder Monson ud tomó la decisión inspirada”.
Dije: “ Cómo es eso?”
Respondió: “ Bueno, tenemos un hijo que está en BYU , y nuestra anticipación era que, por supuesto, ud hubiera ocupado nuestra habitación el sábado por la noche. Pero sin saber, y totalmente inesperado, nuestro hijo regresó a BYU a las 2 de la mañana, llegó a la puerta de entrada, subió a nuestra habitación, encendió la luz, y gritó: Sorpresa!!!” No sé quién habría estado más sorprendido en esa ocasión, si el estudiante de BYU o el Elder Monson.
Oraciones respondidas en Samoa.
Hace muchos años atrás, en mi primera visita a la villa fabulesca de Sauniatu en Samoa, tan amada por el presidente David O. McKay, mi esposa y yo nos reunimos con un gran grupo de niños pequeños- cerca de 200 en número. Al concluir nuestros mensajes a estos tímidos, pero hermosos jovencitos, sugerí a al maestro nativo de Samoa que continuáramos con los ejercicios de cierre. Mientras anunciábamos el himno final, de repente sentí la inspiración de saludar personalmente a cada uno de estos niños. Mi reloj me decía que no teníamos tiempo para ese privilegio, teníamos programado un vuelo para salir del país , así que descarté esa impresión. Antes de que la última oración fuera dada, nuevamente sentí que debía darle la mano a cada niño. Hice saber mi deseo al instructor, quien me dio una gran y hermosa sonrisa Samoana. En Samoano él anunció esto a los niños. Ellos sonrieron en aprobación.
El instructor entonces me reveló la razón por la que ellos estaban tan gozosos. Dijo: “Cuando supimos que un miembro del cuórum de los doce apóstoles vendría a Samoa, tan lejos de la sede de la Iglesia, le dije a los niños que si ellos realmente y sinceramente oraban y ejercían fe como los cuentos de la antigüedad de la Biblia, el apóstol visitaría nuestra pequeña villa en Sauniatu, y, a través de su fe, el sentiría que debía saludar de la mano a cada niño.” Las lágrimas no podían contenerse como los hermosos niños y niñas caminaron tímidamente y nos susurraron suavemente en Samoa saludando “talofa lava”. Una profunda expresión de fe había sido evidenciado.
Recuerden que la fe no puede existir al mismo tiempo de la duda en la misma mente, porque una anula la otra.
Un testimonio para un profesor.
Nuestra hija, Ann, quien está en la audiencia hoy, cumplió 5 años después que llegamos a Canadá. Vio a los misioneros hablar sobre su trabajo, y ella también quería ser una misionera. Mi esposa demostró entender permitiendo que Ann llevará a la clase algunas copias de la revista Friend de niños. Pero eso no era suficiente para Ann. Ella también quería llevar una copia del libro de Mormón para poder hablar con su maestra, la señorita Pepper, acerca de la Iglesia. Creo que es excitante que solo unos años atrás, largos años después que regresamos a Toronto, veníamos a casa de las vacaciones y encontramos en nuestro correo una nota de la señorita Pepper que decía:
Querida Ann:
Recordando hace algunos años. Era tu profesora en Toronto, Canadá. Estaba impresionada por las copias de la revista Friend que llevaste a la escuela. Estaba impresionada a tu dedicación a ese libro llamado el Libro de Mormón.
Me puse la meta que algún día vendría a Salt Lake City y vería porque tu hablabas de la forma que lo hacías y por qué creías de la forma en que creías. Hoy tuve el privilegio de recorrer el centro de visitantes en Temple Square. Gracias a una niña de 5 años, quien un gran entendimiento de lo que creía, hoy entiendo la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días.
La señorita Pepper murió poco tiempo después de esa visita. Cuan feliz estaba nuestra hija cuando fue al Templo de Jordan River y realizó las ordenanzas por su amada profesora a quien ella alcanzó tantos años atrás.
Ser un ejemplo en todos los lugares.
Hablando de quienes no tienen miedo de vivir vidas rectas y ser un ejemplo, me recuerdo de uno de los misioneros que sirvió en el Este de Canadá, cuando era el presidente de misión allá. Él era un jovencito muy especial y su nombre era Elder Roland Davidson. Era dedicado y trabajador y obviamente amaba el evangelio de Jesucristo. Entonces él se enfermó mucho. Luego de semanas de estar hospitalizado, mientras el cirujano se preparaba para entrar a una seria y muy complicada cirugía, el doctor pidió que llamáramos a los padres del misionero. Él indicó que había una gran posibilidad que Elder Davidson no sobreviviera la cirugía. Sus padres vinieron. La noche antes de la cirugía, su padre y yo, en esa habitación del hospital
En Toronto, Canadá, pusimos nuestras manos sobre la cabeza de ese joven misionero y le dimos una bendición. Lo que pasó el siguiente día me dio un ejemplo que nunca olvidaré de la influencia de un verdadero creyente.
El Elder Davidson estuvo 6 días en cama en ese hospital. Las otras camas estaban ocupadas por otros 5 hombres que padecían diferentes enfermedades. En la mañana de la cirugía del Elder Davidson, su cama estaba vacía. Supe que vino la enfermera con el desayuno que esos fornidos hombres comían. Llevó una bandeja a la cama número 1 y dijo: “ huevos fritos esta mañana, tengo una porción extra para ti”. La cama número uno estaba ocupada por un hombre que tenía su dedo pulgar envuelto en un vendaje. Había sufrido un accidente con una máquina podadora de césped. Aparte de su mano herida, estaba físicamente bien. Le dijo a la enfermera: “ No voy a comer esta mañana”.
“ Está bien” dijo la enfermera. “ Le daremos tu desayuno a tu compañero en la cama número 2!”.
Cuando fue a la cama número dos, él dijo :” No gracias. Creo esta mañana no comeré nada”.
Ella dijo: “ Ya son dos seguidos. No los entiendo jovencitos, no hay nadie en la cama tres esta mañana”. Ella miró a la cama que Roland Davidson había ocupado, y luego continuó a la cama 4, cama 5, y cama 6. La misma respuesta para cada una: “No tengo hambre esta mañana”.
La joven puso sus manos en sus caderas y dijo :” Cada mañana ustedes se comen hasta lo último, y hoy ninguno quiere comer, ¿Qué está pasando aquí?”
Entonces el hombre que ocupaba la cama número 6 vino con la respuesta. Le dijo: “Como usted ve, la cama número 3 está vacía. Nuestro amigo, Davidson está en pabellón en las manos de un cirujano . Necesita toda la ayuda que pueda tener. Él es un misionero para su Iglesia, y mientras ha estado en cama, nos ha contado sobre los principios de su Iglesia, principios de oración, de fe, de ayuno, mientras invocamos las bendiciones del Señor”. Él continuó ,“ Hemos llegado a admirar a Davidson como una persona de gran bondad, compasión y fe. Él es un ejemplo de lo que un seguidor de Cristo debería ser. Ha tocado nuestras vidas, a cada uno de nosotros, y estamos ayunando por él hoy”.
La operación realizada en Roland Davidson fue un éxito. De hecho, cuando intente pagarle al cirujano, él se rehusó a aceptar el dinero, diciendo, “sería deshonesto de mi parte aceptar cualquier tipo de pago. Nunca antes realice una cirugía en la que mis manos parecieran ser guiadas por un poder que fuera otro que el mío. No “ él dijo, “ No aceptaré ningún pago por una cirugía que Alguien me ayudó a realizar”.
En celebración de su 50 aniversario como apóstol, considerando las bendiciones que 50 de las verdaderas historias que el Presidente Thomas S. Monson ha compartido durante los años. Con una hermosas fotografías y con contenidos que tocan el corazón, este libro es un libro para atesorar con toda la familia.