Los himnos que hablan sobre los profetas modernos están entre los que más me conmueven, pues, el hecho de tener a profetas vivos es lo que hace que tengamos una Iglesia viva, con revelación continua, en un proceso ininterrumpido y progresivo de restauración, en preparación para el regreso milenario del Salvador.

Esos himnos nos testifican de la verdad de que enseñan Limhi y Ammón, cuando dijeron que “no hay mayor don que un hombre pueda tener” excepto por ser un vidente y profeta, y que él “llega a ser un gran beneficio para sus semejantes” (Mosíah 8: 16 y 18).

En los libros “Himnos” y “Canciones para los niños” tenemos hermosos himnos que nos ayudan a: 1) orar por el profeta, 2) dar gracias por el profeta, 3) alabar al profeta, y 4) escuchar al profeta. Aunque la mayoría de estos himnos tocan más de uno de estos puntos, cada uno tiene un enfoque mayor en uno de estos propósitos, y esto es lo que guio la división que voy a hacer.

Los himnos “Pedimos hoy por ti” y “Bendice, Dios, a nuestro Profeta” nos indican cosas específicas por las que debemos orar por el profeta, como orar para que halle felicidad, que siempre tenga salud, gozo y paz, luz, fuerza y valor, etc. Pero estos himnos son también oraciones para nosotros. ¡Cuán más bendecidos seríamos de tener un profeta, si oramos por su salud física y emocional, y si pedimos que sea escuchado cada vez más en esta tierra! Seguramente, si nosotros mismos valoramos más al profeta en nuestras vidas, también tendremos estas bendiciones.

También es necesario dar gracias por el profeta. El himno “Te damos, Señor, nuestras gracias” es el más emblemático en este sentido. ¡Qué hermosa oración, darle gracias a Dios por haber establecido un vínculo con la humanidad por medio de un siervo elegido! Si bien es cierto que tenemos una “línea de comunicación” directa con nuestro Padre Celestial a través de la revelación personal (especialmente a través de la oración y el estudio de las Escrituras), también tenemos otro canal, como enseñó el presidente Dallin H. Oaks, primer consejero de la Primera Presidencia, hace años: “La línea del sacerdocio es el canal por el que Dios (…) habla en la actualidad mediante las enseñanzas y el consejo de los profetas y apóstoles vivientes y otros líderes inspirados” (“Dos Líneas de Comunicación”, conferencia general de octubre de 2010). Estos líderes son todos llamados, directa o indirectamente, por el profeta.

Las palabras del profeta sirven para guiarnos cómo vivir, para recibir los dones vertidos por el amor de Dios, y sentir su “gracia, bondad, compasión y amor”, sí, hasta que un día podamos ir en camino “a la dicha eterna”.

William Wines Phelps fue un miembro de la Iglesia contemporáneo de José Smith, de quien se distanció por un tiempo, llegando incluso a colaborar con los enemigos de la Iglesia. Después de darse cuenta de sus errores y arrepentirse, volvió a colaborar con el profeta, y escribió hermosos himnos que llenan nuestros corazones hasta el día de hoy, como “Loor al Profeta”. Aunque fue escrito específicamente en honor de José Smith después de su asesinato, las verdades descritas en este himno se aplican a todos los profetas. El profeta “fue ordenado por Cristo Jesús”, para una misión específica: “restaurar la verdad a los hombres y entregar a los pueblos la luz.” El profeta, además, posee “todas las llaves” de la Iglesia, y su nombre quedará escrito y recordado para siempre entre todos los santos profetas que guiaron al pueblo de Dios a lo largo de toda su existencia. Para siempre, en las moradas eternas, el profeta será reconocido como tal.

Con el himno “Dios manda a profetas”, recordamos que escuchar al profeta es escuchar a Dios. Varias veces, mientras escuchaba a los profetas, yo sentí que repetían palabras según las instrucciones del Padre Celestial y Jesucristo. Recuerdo claramente momentos así con el presidente Hinckley, el presidente Monson y el presidente Nelson. Esto es real. Así como Moisés recibió instrucciones de Jehová para enseñar al pueblo las doctrinas y los mandamientos, los profetas de hoy reciben instrucciones de hablarnos. La voz del profeta es la voz que mejor nos enseña a escuchar la voz del Salvador.

El himno “Sigue al profeta” también nos enseña esta verdad, pero creo que lo hace de una manera más poderosa (típica de los “himnos de la Primaria”). Este himno menciona las historias de los relatos más expresivos de las Escrituras sobre los profetas. Comenzando con Adán, a quien Dios le concedió el Sacerdocio patriarcal y la Primera Presidencia desde el principio de los tiempos; Enoc, quien estableció el primer pueblo llamado Sion; Noé, que era justo y perfecto y caminaba con Dios; Abraham, padre de los justos y padre del convenio, continuado por Isaac y Jacob; Moisés que dirigió al pueblo durante décadas en el desierto; Samuel, que dedicó toda su vida al servicio del Dios de Israel, y quien respondió de manera ejemplar “Habla, porque oigo”; Jonás, el profeta que aprendió a ser obediente al ser devorado por una ballena; y Daniel, el profeta que no quiso pecar y no fue devorado por los leones.

El himno termina con un poderoso testimonio: “Pocos ya distinguen entre el bien y el mal, / si oyes las noticias cuenta te haz de dar. / Mas si por la senda recta hemos de andar, / a nuestros profetas hemos de escuchar.” La promesa a cualquiera que siga al profeta es clara, dejaremos el error.

La infalibilidad (o la imposibilidad de equivocarse, de fallar) de los máximos líderes religiosos es un tema controvertido en todas las denominaciones religiosas. Aunque no se cree que la infalibilidad absoluta sea parte de su doctrina, la Iglesia de Jesucristo cree que el profeta nunca desviará a la Iglesia del camino correcto. Esto lo dice expresamente el presidente Wilford Woodruff en uno de nuestros libros canónicos: “El Señor jamás permitirá que os desvíe yo ni ningún otro hombre que funcione como Presidente de esta Iglesia.” (Declaración Oficial No. 2, Doctrina y Convenios, cursiva agregada). De las palabras del presidente Woodruff se desprende claramente que no es el profeta quien no comete errores, es el Señor, a quien pertenece esta Iglesia, quien no se equivoca y no permitirá que el hombre que Él puso como Su principal portavoz en la tierra se equivoque al representarlo. Si el representante cometiera un error, el Señor, con Su conocimiento previo, lo removería de su lugar antes de que se cometiera el error. Pero es interesante que, además de creer que el profeta nunca nos desviará, nosotros nunca cometeremos errores mientras escuchemos al Profeta.

¡Cuán bendecidos somos de tener siempre profetas! ¡Qué bendecidos somos de tener himnos que nos recuerdan esta enorme e incomparable bendición!


Este es un artículo de opinión. El autor expresa su punto de vista el cual es de su exclusiva responsabilidad y no necesariamente representa la posición de FaroALasNaciones.com o la de alguna otra persona o institución.