SANTIAGO, Chile.- En un día como hoy 27 de junio pero de 1844 el Profeta José Smith y su hermano Hyrum Smith fueron asesinados en la cárcel de Carthage, Estado de Illinois.
El Profeta José días antes de su martirio, camino a entregarse a las autoridades del estado señaló las proféticas palabras: «Voy como cordero al matadero, pero me siento tan sereno como una mañana veraniega. Mi conciencia está libre de ofensas contra Dios y contra todos los hombres. Si me quitan la vida, moriré inocente, y mi sangre pedirá venganza desde el suelo, y se dirá de mí: Fue asesinado a sangre fría” (Elementos de la Historia de la Iglesia, págs. 396–397; véase también D. y C. 135:4).
El 27 de junio de 1844 alrededor de las cinco de la tarde, una turba compuesta de unos 150 0 200 hombres atacaron la cárcel. La chusma entró con facilidad a la cárcel ya que los guardias no prestaron ninguna resistencia. Ese mismo día uno de los guardias le había asegurado a Dan Jones (un converso y eficaz misionero gales), que José Smith no saldría vivo de la cárcel.
Finalmente al momento del martirio solo cuatro miembros de la Iglesia estaban en la cárcel de Cartage, el Profeta José Smith, su hermano Hyrum Smith, John Taylor y Willard Richards. La turba llegó a la habitación donde estaban los hermanos que con una pistola y un bastón intentaron defenderse pero fueron rápidamente superados por la chusma. John Taylor, tercer Presidente de la Iglesia y testigo de los hechos, escribió del martirio: «Ambos fueron agredidos a tiros en la cárcel de Carthage, el 27 de junio de 1844, cerca de las cinco de la tarde, por un populacho de entre ciento cincuenta y doscientas personas armadas, con la cara pintada de negro. Hyrum recibió los primeros disparos y con calma cayó, exclamando: ¡Soy hombre muerto! José saltó por la ventana y, al intentarlo, fue muerto a balazos mientras exclamaba: ¡Oh Señor, Dios mío! Muertos ya, dispararon sobre ellos de brutal manera y ambos recibieron cuatro balas» (Doctrinas y Convenios 135:1).
John Taylor escribiría de José: «Vivió grande y murió grande a los ojos de Dios y de su pueblo; y como la mayoría de los ungidos del Señor en tiempos antiguos, ha sellado su misión y obras con su propia sangre; y lo mismo ha hecho su hermano Hyrum. ¡En vida no fueron divididos, y en su muerte no fueron separados!» (Doctrinas y Convenios 135:3).
Muchos pensaron en su época que con la muerte de José Smith, la Iglesia llegaría a su fin. En cambio, pese a las dificultades la Iglesia ha seguido progresando y el Evangelio cada vez llega a más lugares de la tierra. Un símbolo de aquello es que las sesiones dedicatorias del reconstruido Templo de Nauvoo comenzaron el 27 de junio de 2002, las que fueron presididas por el Presidente Hinckley.
El presidente Thomas S. Monson refiriéndose al martirio del Profeta señaló en su momento: «Aunque los que buscaron quitarle la vida pensaron que la Iglesia se vendría abajo sin él, su potente testimonio de la verdad, las enseñanzas que él tradujo y su declaración del mensaje del Salvador siguen viviendo hoy en el corazón de más de doce millones de miembros que están por todo el mundo y que le proclaman como profeta de Dios» (Discurso de Conferencia General de 2005″El Profeta José Smith: Maestro mediante el Ejemplo»).