Dentro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días vemos por lo menos cuatro contextos en los que se usa la expresión, “bautismo de fuego”. Los primeros tres están íntimamente relacionados.
I. Bautismo de fuego previo al bautismo y la confirmación
Las personas que todavía no son miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días igual pueden recibir un testimonio del Espíritu Santo sobre la veracidad del Libro de Mormón y de la Iglesia aun antes de ser bautizados. Este testimonio, o bautismo de fuego, puede ser tan potente que las personas lo describen como ser sumergidos en el Espíritu desde la parte más alta de la cabeza hasta los pies. Este bautismo de fuego no es duradero. Es una invitación y cada persona tiene el albedrío moral a aceptar o rechazar este mensaje.
II. Bautismo de fuego o del Espíritu Santo como sinónimos
El contexto más típico de la expresión “bautismo de fuego” es aquel en el que la recepción del Espíritu Santo es un sinónimo con el bautismo de fuego. Ambas expresiones están asociadas con la confirmación que se lleva a cabo por un poseedor autorizado del Sacerdocio de Melquisedec después del bautismo de agua. Por ejemplo, en Doctrina y Convenios 19:31 leemos: “Y de dogmas no hablarás, sino que declararás el arrepentimiento y la fe en el Salvador, y la remisión de pecados por el bautismo y por fuego, sí, por el Espíritu Santo”.
En el original, en inglés, queda aún más claro, “… por el bautismo y por fuego, sí, aun por el Espíritu Santo”. En esta escritura el bautismo se refiere al bautismo de agua. Cuando habla de “fuego”, aquí se comprende la expresión elíptica, “bautismo de fuego” como vemos en seguida.
En Doctrina y Convenios 20:41; 33:11; y 39:6 (también ver a Lucas 3:16) queda claro de que las expresiones son equivalentes y sinónimas: o sea, que el bautismo de fuego corresponde al don del Espíritu Santo: “confirmar por la imposición de manos a los que se bautizan en la iglesia, para que reciban el bautismo de fuego y del Espíritu Santo, de acuerdo con las Escrituras” (DyC 20:41, énfasis añadido).
A través de los 26 tomos del Journal of Discourses, la expresión se utiliza de la misma forma. O sea, una equivalencia exacta entre la recepción del Espíritu Santo y la expresión “bautismo de fuego”. Por ejemplo, el élder Orson Pratt habla de como la tierra pasó por el proceso de bautismo por agua y en un futuro pasará por medio del bautismo de fuego. Todo esto, explica élder Orson Pratt, “en similitud del bautismo de fuego y del Espíritu Santo que recibes por medio de la imposición de manos por aquellos que tienen autoridad” (JD 21:324, ver, además, JD 17:273; JD 23:166 y JD 10:252).
No cabe duda, una vez más, que el élder Pratt está hablando de expresiones equivalentes. O sea, no son dos experiencias diferentes. Hay veces en que se menciona el bautismo de fuego primero y otras posteriores a la recepción del Espíritu Santo. Si no fuese así, alguien podría pensar que son experiencias diferentes.
En el libro de Moisés reparamos: “Y cuando el Señor hubo hablado con Adán, nuestro padre, sucedió que Adán clamó al Señor, y lo arrebató el Espíritu del Señor, y fue llevado al agua, y sumergido en el agua, y sacado del agua. Y de esta manera fue bautizado, y el Espíritu de Dios descendió sobre él, y así nació del Espíritu, y fue vivificado en el hombre interior. Y oyó una voz del cielo que decía: Eres bautizado con fuego y con el Espíritu Santo. Este es el testimonio del Padre y del Hijo, desde ahora y para siempre” (Moisés 6:64–66, énfasis añadido).
Este proceso de confirmación por medio de la imposición de las manos se lleva a cabo en un momento discreto en contraste con uno de duración continua. Aun así, comprendemos que puede pasar un tiempo entre la imposición de las manos y la recepción del Espíritu. Cuando un poseedor del Sacerdocio de Melquisedec le dice a la persona siendo confirmada, “Recibe el Espíritu Santo”, esta es una invitación a que el individuo recién bautizado le dé cabida al Espíritu en su vida. No es algo automático.
III. El bautismo de fuego y la santificación
El élder David A. Bednar enseñó: “Se nos manda y se nos enseña a vivir de manera tal que nuestro estado caído cambie por medio del poder santificador del Espíritu Santo. El presidente Marion G. Romney enseñó que el bautismo de fuego por el Espíritu Santo ‘nos cambia de lo carnal a lo espiritual; limpia, sana y purifica el alma… La fe en el Señor Jesucristo, el arrepentimiento y el bautismo de agua son todos elementos preliminares y requisitos del mismo, pero [el bautismo de fuego] es la culminación. El recibir [este bautismo de fuego] significa que nuestros vestidos son lavados en la sangre expiatoria de Jesucristo’ (véase Learning for the Eternities, comp. George J. Romney, 1977, pág. 133; véase también 3 Nefi 27:19–20). Por lo tanto, al nacer de nuevo y procurar tener siempre Su Espíritu con nosotros, el Espíritu Santo santifica y refina nuestra alma como si fuese por fuego (véase 2 Nefi 31:13–14, 17); y finalmente, nos hallaremos sin mancha ante Dios” (Limpios de manos y puros de corazón, Conferencia General, octubre de 2007, énfasis añadido).
Si estudiamos esta cita cuidadosa y repetidamente, veremos por el contexto, que el élder Bednar está hablando de un concepto muy relacionado pero diferente. Está hablando del proceso continuo de la santificación por medio del Santo Espíritu de la Promesa. No se trata de un momento discreto, sino que al contrario, es uno de duración continua.
Está vinculado al mismo proceso del bautismo por medio del agua y de la confirmación que ya hemos explicado. Pero el élder Bednar pone el énfasis en la “culminación”; en “procurar tener siempre Su Espíritu con nosotros”; en el ir más allá de la primera recepción del Espíritu; en ser realmente cambiados por el Espíritu por medio del proceso de santificación; e inclusive, en el mismo discurso platica de perder todo deseo de hacer el mal. Si bien el proceso comienza el momento en que recibimos el Espíritu después de ser bautizados y confirmados, no acaba ahí.
El proceso de santificación no se lleva a cabo en un momento, sino que requiere de todas nuestras vidas como discípulos del Salvador. El proceso de santificación está íntimamente vinculado con la justificación y con la gracia. (Para estudiar más sobre este bello tema lo invito a leer dos artículos, “Como la expiación nos ayuda hoy” y “Abatido por mis debilidades”.)
IV. Bautismo de fuego equivalente al sufrimiento del discipulado
El cuarto uso de la expresión “bautismo de fuego” está asociado con el sufrimiento que un discípulo de Cristo pueda tener que padecer. Es por eso que Jesucristo le preguntó a sus discípulos “¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?” (Marcos 10:38b). Les estaba preguntando si estaban dispuestos a sufrir por el Evangelio.
Resumen Hay por lo menos cuatro contextos en el que, como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, usamos la expresión “bautismo de fuego”. Es necesario sumergirnos en el hilo del tema para poder descubrir su significado.
Fotografía: Agradecimientos a Maxim Tajer (Unsplash)