En el último artículo vimos la importancia del aprendizaje. En ese, el Presidente Henry B. Eyring recalcó que tenemos un “mandato divino para seguir aprendiendo mientras vivamos y a través de la eternidad”.1
Y aprendemos para poder compartir con otros. En cuanto al aprendizaje, nada es más importante que el aprendizaje del Evangelio. He visto una importante y bella transición en el sistema educativo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días desde los días en que me uní a la Iglesia en 1974 hasta el día de hoy. Ahora se espera que los maestros involucren a los alumnos y tomen el papel de facilitadores, hasta cierto punto.
En la conferencia mundial para los jóvenes en junio, el Presidente Russell M. Nelson les habló de la importancia de no sólo orar sino de poder escuchar las respuestas a esas oraciones.2 En las clases de hoy los maestros intentan que los alumnos reciban la inspiración del Espíritu para comprender las escrituras. No ha habido un momento más maravilloso para estar vivos que el de hoy. Y no ha habido un momento tan maravilloso como el de hoy para estar involucrado en la predicación y enseñanza del Evangelio, ya sea directamente como maestro o indirectamente como alumno o participante.
Cada día la información, tanto correcta y falsa, están más al alcance que nunca. El élder M. Russell Ballard indicó, “Atrás quedan los días en que un alumno hacía una pregunta sincera y el maestro respondía: ‘¡No te preocupes por eso!’ Atrás quedan los días en que un alumno expresaba una preocupación sincera y el maestro compartía su testimonio como respuesta para no hablar del asunto’… Una forma de saber qué preguntas tienen sus alumnos, es escucharlos con atención… sus alumnos también tienen que ser bendecidos al aprender el contenido y contexto doctrinal o histórico por medio del estudio y de la fe, acompañado de un testimonio puro para que puedan experimentar una conversión madura y perdurable al Evangelio, y un compromiso de por vida con Jesucristo”.3
Cada miembro de la Iglesia restaurada participa ya sea como alumno o como maestro, y generalmente ambas cosas. Participamos en el aprendizaje del Evangelio en nuestros hogares, en la Iglesia, y en las redes sociales. Tenemos la obligación de no sólo aprender y saber, sino de saber compartir sin ofender y de tal forma que fomentemos el acercamiento de otros a las palabras de los profetas vivientes, nuestros líderes locales, las escrituras y a la sagrada oración.
Los profetas han resonado una voz de advertencia, especialmente a los que nos encanta estudiar, enseñar y compartir. Y es con este propósito que escribo este artículo. Debemos sentir este recordatorio constante, tanto en el hogar, en la Iglesia, con los amigos o vecinos, y en las redes sociales. Debemos de enseñar llenos del amor puro de Cristo. Este artículo es una combinación de algunos pensamientos que han ocupado mi mente últimamente y varias fuentes específicas que he citado [especialmente ver la 3 y 4]. Éstas fueron charlas dirigidas directamente a los que trabajan para el sistema educativo de la Iglesia, pero incluyen consejos que nos ayudarán a todos y aconsejo su lectura completa.
El presidente Harold B. Lee dijo: “Les recuerdo que el adquirir conocimiento mediante la fe no es un camino fácil hacia el aprendizaje… Alguien ha dicho, que tal procedimiento requiere doblegar el alma, trayendo lo más profundo de la mente humana y enlazándolas con Dios, estableciendo así la conexión perfecta. Entonces ahí viene el ‘conocimiento mediante la fe’ El conocimiento mediante la fe producirá un testimonio puro, y un testimonio puro tiene el poder de cambiar vidas … ”4
¿Y no es acaso eso lo que nos mueve? ¿El deseo de cambiar vidas y ayudarles a otros, y a nosotros mismos, a tornar nuestros corazones hacia Cristo?
Hace años el élder Oaks dio un discurso que me afectó profundamente, en el que explica que debemos tener mucho cuidado ya que nuestras fortalezas pueden convertirse en nuestras debilidades (Our Strengths Can Become Our Downfall).4 Para los que tenemos un tremendo amor por el estudio del Evangelio y de las Escrituras, debemos resguardarnos de una seria debilidad, la superchería sacerdotal, la que es un tipo específico de orgullo.
Las personas que caen en este tipo de orgullo “se constituyan a sí mismos como una luz al mundo … con el fin de obtener … [la] alabanza del mundo” (2 Nefi 26:29). Antes de concluir el artículo veremos un antídoto.
El peligro de la superchería sacerdotal
El élder M. Russell Ballard enseñó, “Ahora, una palabra de precaución: Por favor reconozcan que pueden llegar a creer, al igual que muchos de sus alumnos, que ustedes son expertos en las Escrituras, en la doctrina y en la historia de la Iglesia. Un estudio reciente reveló que ‘cuando las personas creen que saben más sobre un tema, más probabilidades hay de que afirmen tener comprensión más allá de lo que saben, incluso hasta el punto de fingir conocimiento de hechos falsos e información fabricada’… Está perfectamente bien decir: ‘No sé’, sin embargo, una vez que se dice, tienen la responsabilidad de encontrar las mejores respuestas posibles a las preguntas profundas de sus alumnos”.3
El élder Ballard además habló de la importancia de estar al día, “Al enseñar a sus alumnos y al responder sus preguntas, déjenme advertirles que no compartan rumores sin fundamentos ni creencias obsoletas ni explicaciones de nuestra doctrina y prácticas del pasado. Siempre es aconsejable hacer de esto una práctica para estudiar las palabras de los profetas y apóstoles vivientes; estar actualizado en temas como los asuntos, normas y declaraciones de la Iglesia por medio de mormonnewsroom.org y LDS.org; y consultar con obras de reconocidos pensadores y eruditos fieles SUD para asegurarse de que no enseñen cosas que no son ciertas, obsoletas, raras o extravagantes”.3
Finalmente, el élder Ballard advirtió que aquellas personas que tienen una especialidad fácilmente pueden caer en el error de pensar que saben lo que no saben, lo que “podría en realidad disuadir a las personas de educarse a sí mismos precisamente en aquellas áreas en las que se consideran bien informados”.3
El élder Marvin J. Ashton explicó que debemos tener cuidado cuando las personas hablan bien de nosotros. Estos elogios pueden convertirse en una “cruz pesada” (“Carry Your Cross”, Brigham Young University Devotional and Fireside Speeches, 1987).4
El élder Dallin H. Oaks advirtió que el maestro carismático puede “buscar discípulos para si mismo” en vez de para el Salvador, “haciéndose culpable de superchería sacerdotal” (“Our Strengths Can Become Our Downfall,” Brigham Young University Devotional and Fireside Speeches, 1992).4
El Presidente Howard W. Hunter lo explicó de esta forma, “Déjenme compartir con ustedes una palabra de precaución. Estoy seguro que reconocen el peligro potencial de tener tanta influencia y de ser tan persuasivos que sus estudiantes sienten más lealtad hacia ustedes que hacia el Evangelio. [Es magnifico que sean maestros carismáticos más existe un peligro genuino] y esperamos que inviten a sus estudiantes a sentir el Espíritu del Señor … y que finalmente inviten a sus alumnos directamente hacia Cristo, no sólo hacia uno que enseña sus doctrinas por bien que lo hagan… Deles los obsequios necesarios que los apoyarán cuando tengan que pararse por su cuenta. Cuando hagan esto, toda la Iglesia será bendecida por generaciones venideras” (Eternal Investments, address to religious educators, 10 Feb. 1989, 2–3).4
“No hay nada más peligroso”, explicó el élder Robert D. Hales, “que cuando un alumno torna su cariño y atención hacia el maestro de la misma forma que un converso a veces lo hace hacia un misionero en vez de hacia el Señor … el maestro verdaderamente maravilloso es aquel que se torna el mismo y sus alumnos hacia el Señor” (Teaching by Faith, address to religious educators, 1 Feb. 2002).4
Las señales de advertencia
Hay muchas señales que nos advierten que el orgullo de la superchería sacerdotal nos está afectando. Algunos de ellos incluyen:
- Sentimientos de superioridad. Lo opuesto es saber que palabras de inspiración pueden llegar por medio de cualquier participante.
- Hablar más que los alumnos. Lo opuesto es hacer preguntas que realmente motiven a los alumnos a participar.
- Dirigir la clase a sólo un grupo selecto de alumnos. Lo opuesto es fomentar la participación de todos.
- No soltar las riendas, pero controlar cada detalle de la clase. Lo opuesto es permitir que el Espíritu ayude a los participantes a resolver dudas y tornarse hacia Cristo.
- Compartir artículos o enseñanzas con un grupo selecto y ‘meritorio’. La verdad es que no existe tal cosa como un grupo élite. Fuera de lo que aprendemos en el templo, lo que enseñamos lo deberíamos compartir con todos o con nadie.
- Pensar que estamos enseñando doctrina más profunda.4
- Pensar que los líderes no están enfatizando la doctrina importante.4
- Pensar que los líderes no comprenden la doctrina de la Iglesia.4
- “Estar avergonzados cuando alguien nos pregunta algo sobre lo que no sabemos la respuesta”.4
- “Si empezamos a enseñar nuestras propias filosofías y doctrinas”.4
- “Si nos establecemos como expertos en nuestras propias unidades o estacas en cuanto a los asuntos del Evangelio”.4
- “Si nuestro propia búsqueda de conocimiento toma prioridad sobre nuestros alumnos a los que estamos enseñando”.4
Consecuencias de la superchería sacerdotal
Pienso que la mayor consecuencia de la superchería sacerdotal es la pérdida del Espíritu ya que nos convertimos en nuestra propia luz. Hay pocas cosas que ofenden más a Dios que el orgullo. Es por lo que debemos velar sobre este asunto, mantener vigilancia y hacer las correcciones necesarias para volver al camino recto. La solución, por supuesto, no es el dejar de estudiar y de aprender. Debemos obedecer, como nos explicó el Presidente Eyring, el «mandato divino para seguir aprendiendo mientras vivamos y a través de la eternidad”.1
Conclusión y Antídoto
Soy de la opinión que el elogio puede ser algo muy positivo en nuestras vidas. En un modelo de evaluación de desempeño con un gran énfasis en el elogio, los individuos pudieron aumentar su desempeño en forma detectable, de un día para otro. Las personas necesitan saber que son apreciadas y una palabra de aprecio y cariño vale mucho. [5] Saber aceptar elogios en forma amable es transcendental. Sin embargo, el momento que comenzamos a compararnos con otras personas, y deseamos superar a otros, ese es el momento en que el deseo de ser elogiado se convierte en veneno espiritual que nos permite caer en la superchería sacerdotal.
Un amigo escribió un libro que me ayudó a comprender un punto de doctrina importante, sobre la expiación y la gracia. Le escribí para agradecerle y él, después de cariñosamente aceptar el elogio, desvió el elogio hacia nuestro Salvador. Observé este patrón en él varias veces. Su gran ejemplo me encantó y he intentado seguirlo. Creo que éste proceder es un antídoto poderoso contra la superchería sacerdotal.
También pienso que debemos participar en cada clase muy cuidadosamente, orándole al Padre para saber si lo que queremos aportar está bien ante Sus ojos. Me encantaría escuchar sus observaciones y sugerencias adicionales para evitar la superchería sacerdotal.
Fuentes
[1] The life-changing moment that made President Eyring realize his full potential, Deseret News, Church News. Leaders and Ministry. 6 November 2018.
[2] Worldwide Youth Devotional: Messages from President Russell M. Nelson and Sister Wendy W. Nelson, 3 June 2018. Conference Center in Salt Lake City, Utah.
[3] Las oportunidades y responsabilidades de los maestros del SEI en el siglo XXI. Élder M. Russell Ballard. Para los maestros de religión del SEI • 26 de febrero de 2016 • Tabernáculo de Salt Lake.
[4] “The Dangers of Priestcraft,” Teaching Seminary: Preservice Readings (2004), 106–11.
[5] Mediación Interpersonal (5ta edición, 2016), Gregorio Billikopf.
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