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Cuando se trata de hacer la obra de historia familiar, dos de las razones más comunes que la gente da para no hacerla son: “Eso no es para mí” y “No sé por dónde empezar”. En el caso de Amanda Phillips, que tiene 23 años y vive en California, ella tenía otra excusa. No tenía ni idea de dónde provenían sus raíces.
La madre de Amanda fue adoptada en México y no tenía ninguna información sobre su familia biológica. El padre de Amanda murió cuando ella tenía sólo tres años, y ella y su hermano mayor perdieron todo contacto con ese lado de la familia.
“Mi árbol genealógico consistía en el lado [adoptivo] SUD de mi madre, que ya había hecho la obra de historia familiar de varias generaciones gracias a la labor diligente de primos, tías y tíos, a quienes consideraba más capaces de hacer este tipo de labor”, aseguró ella. “Del lado de mi papá, siempre ha sido un misterioso callejón sin salida”.
A lo largo de los años, Amanda había tratado de buscar las ramas ocultas de su árbol genealógico, pero siempre se topaba con callejones sin salida. Eso cambió cuando vio el desafío de efectuar la obra en el templo del élder Neil L. Andersen en LDS.org.
Aceptar el desafío
Hace poco, el élder Andersen invitó a todos los jóvenes a que ayudaran a preparar la misma cantidad de nombres para el templo que la cantidad de bautismos que efectúan en el templo. Él prometió que quienes aceptaran el desafío obtendrían mayor fuerza y aumentarían su fe en el Salvador y su conocimiento de Él.
Cuando Amanda se encontró con el desafío, sin siquiera pensarlo, hizo clic en el botón “Acepto” en templechallenge.lds.org.
“Tras haber servido en una misión, había aprendido el poder que hay detrás de invitaciones como ésa que nos extienden los siervos ordenados del Señor”, comentó Amanda. “En la misión me quedó claro lo poderosas que son las invitaciones de los líderes y el significado que tienen. Son invitaciones directas del Señor”.
Así que sintió que, en particular, ésa iba dirigida a ella.
En busca de nombres
Amanda comenzó a investigar en internet, tal como lo había intentado varias veces antes. Sin embargo, esta vez, estaba convencida de que el Señor le guiaba en su búsqueda. En un lapso de una hora, descubrió un vínculo clave en el lado de su padre biológico. Encontró el apellido verdadero de su fallecido abuelo y eso abrió toda una nueva rama de su árbol genealógico.
“En sólo un par de horas de investigación, conexiones y transcripciones, pude recargarme en la silla del escritorio y contemplar lo que al principio era un triste tronco de mi árbol genealógico convertirse en un enorme roble”, dijo ella.
“No podía dejar de mirar todas las ordenanzas que se tenían que hacer. ¡Eran más de cien! Sentí ese increíble y electrizante espíritu que impulsa esta obra, el cual me instaba a seguir adelante”.
Entonces se dio cuenta de que no tenía ningún vínculo con el lado materno de su padre. No lograba encontrar nada en cuanto a la madre de su padre. Lo único que recordaba de su abuela era su nombre de pila: Ann.
Mientras Amanda miraba la página web que le había dado tanta información sobre su árbol genealógico, se fijó que en la parte inferior, en letra pequeña, estaba el nombre de la persona que había recopilado la información. Decía: “creado por: Ann”.
Amanda pensó inmediatamente: “¿Será ella?”.
Envió con ansiedad un mensaje de correo electrónico a esa persona y le preguntó si esa Ann podría ser su abuela paterna. Al día siguiente, recibió esta respuesta:
“Hola. Llevo 17 años buscando a los hijos de Robbie. Me he topado con un montón de callejones sin salida, he gastado mucho dinero, he sufrido muchas desilusiones y he llorado más de la cuenta, y siempre que pensaba que había encontrado a alguien era sólo para darme cuenta de que se trataba de otra pista falsa. Así que finalmente me di por vencida”.
Llena de asombro, y aún con la fuerte impresión, Amanda respondió al mensaje. Respondió a las preguntas que Ann le había hecho con el fin de comprobar su identidad. En respuesta, Amanda recibió un mensaje que le cambió la vida:
“Hola Mandy:
Sí, sí, sí, soy tu VERDADERA abuela y estoy que me embarga la emoción en este momento. Tú y Joshua tienen una gran familia aquí en Carolina del Sur que los quiere tanto como tu abuelito y yo los queremos”.
“Veinte años es mucho tiempo para no ser parte de la vida de alguien y no podemos hacer nada al respecto, pero a partir de hoy podemos comenzar a conocernos”.
A Amanda le costaba creer lo que leía. Había encontrado a su abuela.
“Con el corazón a punto de estallarme, tomé el teléfono y marqué el número que me dejó al final de ese segundo mensaje”, señaló. “Hablamos, reímos, lloramos y nos regocijamos, felices porque después de veinte años, abuela y nieta nos pudiéramos conocer”.
Para Amanda y su hermano, esa experiencia lo cambió todo.
“Por fin teníamos un vínculo con nuestra identidad, con nuestro legado, con nuestro pasado, con todo. Se había reconstruido un puente”.
Conforme Amanda llegó a conocer a su abuela, se enteró de que Ann amaba la genealogía. A pesar de no ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Ann había estado totalmente absorta en la obra de historia familiar durante 17 años con la esperanza de encontrar a sus nietos perdidos. En el proceso, había formado cadenas de cientos de registros familiares que datan hasta del siglo XIII.
“Cientos y cientos de hijos del Señor que pensaba que estaban perdidos y tendrían que esperar años para que se hiciera la obra por ellos ahora están a mi alcance”, reflexionó Amanda con entusiasmo. “Se pueden salvar”.
Camino al templo
Con la ayuda de su abuela, Amanda agregó los nombres de esos parientes a FamilySearch.org y los preparó para llevarlos al templo.
Para la noche de bautismos de su barrio, ella llevó 60 nombres de familiares al templo.
“Por primera vez en mi vida llevaba nombres de familiares míos al templo, tal como el apóstol había prometido que podría lograrlo”, dijo ella.
Esa noche en el templo, Amanda dijo que sintió el cumplimiento de la promesa del élder Andersen, que al llevar a cabo las ordenanzas del templo por sus familiares, “aumentarán su conocimiento y la fe en el Salvador, y obtendrán un testimonio más firme que la vida continúa más allá del velo”.
“Realmente sentí el espíritu de Elías”, exclamó. “Sinceramente, nunca había sentido más gozo que en ese momento, un gozo que sólo se compara con el gozo que sentí cuando serví al Señor de tiempo completo en calidad de misionera en Salt Lake City y en España”.
La experiencia le recordó que el Señor es omnisciente y que tiene un plan para cada uno de nosotros.
Él había inspirado a su abuela para que investigara y registrara los nombres de generaciones de antepasados por casi veinte años. Él había inspirado a Amanda para que respondiera al desafío de un apóstol y, en el proceso, literalmente se conectó con sus familiares, tanto vivos como muertos.
“¿Cuántas bendiciones me ha traído esto? No podría contarlas si lo intentara”, dijo Amanda. “Mediante Su Santo Espíritu, Él nos dará fortaleza donde nos falte y un intelecto que sobrepase al nuestro”.
“Su Evangelio se extiende a los vivos y los muertos, y se vale de todos nosotros, con todo y lo débiles que seamos, para llevar a cabo Su obra sagrada. En Sus manos, los débiles se vuelven fuertes. Llegamos a ser los mensajeros de Su mensaje de salvación”.