Consejera Familiar Comparte una Conversación Acerca del Divorcio: “Me Siento Menos Querida y Menos Necesaria Que Nunca”
Algunos años atrás, decidí dejar el mundo ejecutivo de los bancos para perseguir una carrera como profesional de la salud mental. Hice esto por dos razones:
1) Quería sentir que estaba haciendo más con mi vida, más que administrar prestamos hipotecarios y
2) Fui inspirada por el sabio consejo de una querida amiga quien, cuando le pregunté que por qué eligió ser una psicóloga, dijo, “Hay muchas cosas difíciles por las que las personas tienen que pasar en la vida, pero no tienen que hacerlo solas.”
Ahora, después de más de 15 años ayudando a las personas a enfrentar sus desafíos personales, entiendo más profundamente las palabras de mi amiga ayudándole a la gente a sobrellevar y caminar a través del abuso, dolor, depresión, ansiedad, aceptación personal, orientación de género, soledad, divorcio, y muchos otros problemas, Es importante notar que cada uno de estos problemas viene con su propio set de luchas y tratamientos. Ninguno de ellos es fácil y algunos impactarán la vida de las personas hasta que dejen este mundo. Uno de estos problemas, el cual creo que puede ser tratado no solamente en una oficina clínica, pero a través de la ministración, es el divorcio.
El divorcio en la cultura SUD es más complejo que en la cultura que no es SUD porque frecuentemente aquellos en el proceso de divorcio o quienes ya están divorciados se sienten indignos, sienten que han fallado, o, en algunos casos, sienten que ya no son parte de la cultura SUD. Cada uno de estos sentimientos son muy reales, cuando se dejan sin atender, pueden crear heridas profundas o sentimientos de resentimiento. Está claro en las enseñanzas de nuestro Salvador Jesucristo que el divorcio no es un pecado y que aquellos que ya están divorciados son tan importantes en el reino del Señor como aquellos que no lo están. El problema para muchos de los miembros divorciados es que ellos conocen la doctrina, pero la cultura les da un significado diferente. Con permiso compartiré algunos sentimientos profundos y personales de uno de mis clientes.
Mary había estado casada por más de 20 años cuando vino a verme. Ella y su esposo tomaron la decisión de terminar su matrimonio 6 meses antes de nuestra primera cita. Durante la cita ella señaló, “Yo estoy bien con la decisión que con mi esposo hemos tomado. Sé que fue la decisión correcta para nosotros y para nuestros hijos. Con lo que estoy luchando ahora es en cómo ha impactado mi vida de maneras que yo nunca pensé posible.”
Le pedí a Mary si podía describir esas maneras, y me compartió, “Cuando estuve casada, mi esposo y yo éramos una pareja y éramos amigos con otros matrimonios. Hacíamos cosas con las demás parejas. Nuestros hijos jugaban con los hijos de nuestros matrimonios amigos. Éramos invitados a cenas de Domingo, a barbacoas por la tarde, a paseos en cuatrimoto, noches de cita, y juntas casuales en la tarde. Hubo una inclusión que a mi y a mi exesposo nos dejó saber que estábamos personalmente preocupados de algo más que del Domingo. Después, cuando yo y mi esposo nos divorciamos, fue como si me hubiera convertido en una persona diferente durante la noche. Nunca más fui invitada a actividades en pareja o a cenar o a mirar una película, o incluso a pasar el rato en una junta de patio los Domingos. Repentinamente, No solo pase de estar casada a divorciada, sino también de ser amiga a algo que se siente poco menos como una extraña. Este aislamiento, en vez de ayudarme a sanar durante el divorcio, solamente incrementaba las dudas y cuestionamientos de mi propio valor y dignidad.”
Mary después explicó, “Entiendo que invitarme a algunas actividades es diferente ahora, pero ¿Qué tiene de malo seguir invitándome algunas veces a alguna barbacoa familiar o a cenar un domingo?” Mary luego señaló, “Muy a menudo escucho que dicen que si estoy divorciada o si estoy soltera o casada, soy querida y necesaria en la Iglesia. Sé que eso es verdad en los ojos de mi Padre Celestial, pero en mi barrio me siento más indeseable e innecesaria de lo que alguna vez me he sentido en mi vida «.
Cuando Mary compartía sus sentimientos de frustración y soledad, me di cuenta de que su corazón estaba dolido y que solo quería que aquellos que la habían conocido por tanto tiempo todavía la amaran y la aceptaran no solo en palabras sino también en acción. Mary no quería que tomaran partido ni siquiera para hablar sobre el divorcio con ellos, solo quería a sus amigos.
Mientras escuchaba a Mary ese día, personalmente me di cuenta de que necesitaba hacer un mejor trabajo al incluir a aquellos que no solo están casados, sino que también están solteros y divorciados en mi vida. Este es de hecho el evangelio de nuestro Padre Celestial e incluye a todos. Estoy tan agradecida por lo que Mary me enseñó ese día, y ahora estoy cada vez más consciente de ver a la persona y no a la situación de aquellos con quienes tengo el privilegio de entrar en contacto. Que haya más barbacoas en el patio trasero y cenas los domingos para que todos puedan sentirse incluidos y necesarios.
fuente: ldsliving.,com
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