Acabo de terminar un libro excelente por la hermana Sheri Dew. Se trata de la biografía del profeta Russell M. Nelson. Siento que he llegado a conocer al presidente Nelson mucho mejor y el libro está maravillosamente escrito. Algún día conversaremos más sobre el Profeta, pero quería compartir algo que me llamó la atención, en el epílogo de la obra.
La hermana Dew cuenta que en una ocasión estuvo presente cuando un presidente de misión entrevistó a sus misioneros que estaban terminando sus misiones. Les preguntó su opinión sobre lo que seguramente podría ser lo más difícil para mantenerse dignos y en la vía del convenio una vez terminada su misión.
Hubo una serie de respuestas con varios tipos de desafíos, incluyendo el poder mantenerse puros y guardar la ley de castidad. Entonces el presidente de la misión acotó:
“… el resto de sus vidas, vuestro desafío más difícil probablemente será seguir al profeta. Va a haber una brecha cada vez mayor entre su consejo y lo que el mundo insiste que es aceptable y razonable” (Insights from a Prophet’s Life: Russell M. Nelson, Epilogue, Sheri Dew).
Yo quisiera testificar de que el Señor nunca permitirá que nuestros profetas nos desvíen del camino a Cristo. A medida que nos alineamos con las enseñanzas del profeta (en vez de insistir que él lo haga con las nuestras), nos colocaremos en el lugar para ser verdaderos discípulos de nuestro Redentor, Jesucristo. Esto traerá paz y gozo a nuestras almas. Quisiera testificar del dulce amor de nuestro Padre y de su hijo Jesucristo hacia cada uno de nosotros. He sentido de ese amor. Ese afecto es tan grande que nos ha dado profetas en nuestras vidas para guiarnos en estos momentos tan difíciles: “Porque no hará nada Jehová el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amos 3:7).
Fotografía: theChurchNews.com