El siguiente es el último discurso que dio el élder L. Tom Perry (1922-2015) a una audiencia mundial, durante la sesión del sábado por la mañana de la Conferencia General de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el sábado 4 de abril del 2015, un poco menos de 2 meses antes de su fallecimiento.
El élder Perry fue un miembro del Quórum de los Doce apóstoles desde que fue apóstol en la conferencia de abril de 1974, por lo que era el según apóstol de mayor antigüedad entre sus pares. Además era el apóstol de mayor edad ya que, habiendo nacido el 5 de agosto de 1992, suma 92 años de vida.
En este discurso el élder Perry tuvo una importante intención interreligiosa y en relación con la familia. En él recuerda su experiencia en el Coloquio sobre el matrimonio y la familia, ocurrido en la Ciudad del Vaticano, donde notó una gran unidad y consenso en cuanto a la importancia de familia tradicional en los desafíos de nuestra sociedad actual. Durante su mensaje centro en la familia, se dio un tiempo para expresar su gratitud personal hacia los suyos: «doy gracias por mi esposa, mis hijos, mis nietos y mis bisnietos, y por todos mis primos, mis suegros, mis cuñados, mi familia política y demás parientes que hacen que mi vida sea plena y, sí, aun eterna».
Este discurso fue dado luego de su activa participación en la aprobación de un par de leyes en el Estado de Utah en favor de la protección de la Libertad Religiosa y los derechos de la gente LGBT. Esto deja en claro tanto la férrea posición del élder Perry, así como de la Iglesia, a defender tanto los derechos de toda personas así como el modelo inspirado para de familia.
Por qué son importantes el matrimonio y la familia — En todo el mundo
Por el élder L. Tom Perry
Del Quórum de los Doce Apóstoles
EN NOVIEMBRE PASADO, tuve el privilegio de que me invitaran, junto con el presidente Henry B. Eyring y el obispo Gérald Caussé, a asistir a un coloquio sobre el matrimonio y la familia que tuvo lugar en el Vaticano, en Roma, Italia. También asistieron representantes de 14 religiones distintas y de seis de los siete continentes, a todos los cuales se invitó a expresar sus creencias sobre lo que sucede con la familia en el mundo de hoy.
El Papa Francisco abrió la primera sesión de la asamblea con esta declaración: “Vivimos en una cultura de lo provisorio, en donde más y más personas renuncian al matrimonio como compromiso público. Esta revolución en las costumbres y en la moral a menudo ha hecho flamear la bandera de la libertad, pero en realidad ha traído devastación espiritual y material a un sinnúmero de seres humanos, especialmente a los más necesitados y vulnerables… Son siempre ellos los que sufren más en esta crisis”.
Al referirse a las nuevas generaciones, dijo que es importante que “no… se dejen envolver por la mentalidad dañina de lo provisorio… sino que sean revolucionarios con el valor para buscar un amor fuerte y duradero, es decir, de ir en contra de la corriente”; es lo que se debe hacer.
Su declaración fue seguida de tres días de presentaciones y análisis con líderes religiosos en torno al tema del matrimonio entre un hombre y una mujer. Al escuchar a la más amplia variedad imaginable de líderes religiosos de todo el mundo, los escuché coincidir totalmente el uno con el otro y expresar apoyo mutuo a sus creencias en cuanto a la santidad de la institución del matrimonio y a la importancia de la familia como la unidad básica de la sociedad. Me sobrevino una fuerte sensación de armonía y unidad con ellos.
Hubo muchos que notaron y mencionaron esa unidad, y lo hicieron de distintas formas. Una de mis favoritas fue cuando un erudito musulmán de Irán citó textualmente dos párrafos de nuestra proclamación sobre la familia.
Durante el coloquio, observé que cuando personas de distintas creencias, denominaciones y religiones se unen en el tema del matrimonio y la familia, también se unen en los valores, la fidelidad y el compromiso que se relacionan de forma natural con la unidad familiar. Me resultó extraordinario ver cómo las prioridades que se centran en la familia tuvieron más peso que las diferencias políticas, económicas y religiosas. Cuando se trata del amor por el cónyuge y las esperanzas, preocupaciones y sueños en cuanto a los hijos, todos somos iguales.
Fue maravilloso estar en reuniones en las que presentadores de todo el mundo expresaron de manera universal sus sentimientos sobre la importancia del matrimonio entre un hombre y una mujer. Cada discurso fue seguido de testimonios por parte de otros líderes religiosos. El presidente Henry B. Eyring ofreció el último testimonio del coloquio. Él testificó con poder sobre lo bello de la entrega en el matrimonio y sobre nuestra creencia en la bendición prometida de familias eternas.
El testimonio del presidente Eyring fue una manera propicia de cerrar esos tres días especiales.
Tal vez se pregunten: “Si la mayoría percibió esa similitud de prioridades y creencias sobre la familia, si todas esas religiones prácticamente coinciden en lo que debe ser el matrimonio, y si coinciden en el valor que se debe dar al hogar y a las relaciones familiares, ¿entonces en qué nos diferenciamos? ¿Cómo se distingue y en qué se diferencia La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días del resto del mundo?”.
Aquí está la respuesta: Si bien fue maravilloso ver y percibir que tenemos mucho en común con el resto del mundo en cuanto al concepto de la familia, sólo nosotros tenemos la perspectiva eterna del Evangelio restaurado.
Lo que el Evangelio restaurado aporta al tema del matrimonio y la familia es tan vasto y tan relevante que nunca está de más recalcarlo: ¡para nosotros es un tema eterno! Llevamos el compromiso y la santidad del matrimonio a un nivel más alto debido a nuestras creencias y nuestro conocimiento de que las familias existieron antes de la creación del mundo y que continúan en la eternidad.
El texto de la canción de la Primaria “Las familias pueden ser eternas”, por Ruth Gardner, enseña esta doctrina de una manera tan sencilla, poderosa y hermosa. Tomen un momento y piensen en los niños de la Primaria alrededor del mundo cantando estas palabras en su lengua materna, a todo pulmón, con un entusiasmo que sólo el amor por la familia puede evocar:
“Eternas pueden ser las familias
por el divino plan.
Yo quiero heredar el celestial hogar
con la mía por la eternidad”3.
Toda la teología de nuestro Evangelio restaurado gira en torno a la familia y al nuevo y sempiterno convenio del matrimonio. En La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días creemos en una vida premortal en la que todos vivimos como hijos literales de Dios, nuestro Padre Celestial, procreados en espíritu. Creemos que fuimos y que aún somos integrantes de Su familia.
Creemos que los vínculos matrimoniales y familiares pueden continuar más allá del sepulcro, que los matrimonios efectuados por quienes poseen la autoridad debida en Sus templos seguirán siendo válidos en el mundo venidero. En nuestras ceremonias matrimoniales se quitan las palabras “hasta que la muerte los separe” y en su lugar se dice “así por el tiempo como por toda la eternidad”.
También creemos que las familias tradicionales fuertes no sólo son la unidad básica de una sociedad estable, de una economía estable y de una cultura de valores estable, sino que también son la unidad básica de la eternidad y del reino y el gobierno de Dios.
Creemos que la organización y el gobierno de los cielos se establecerán en torno a la familia y a todos los parientes.
Es debido a nuestra creencia de que el matrimonio y la familia son eternos que, como Iglesia, deseamos ser líderes y participantes en movimientos mundiales que los fortalezcan. Sabemos que no sólo las personas que llevan una vida religiosa activa tienen valores y prioridades en común en cuanto a matrimonios perdurables y a relaciones familiares fuertes. Gran cantidad de personas que no son religiosas han llegado a la conclusión de que el matrimonio y un estilo de vida familiar dedicados son la forma más prudente, más económica y más feliz de vivir.
A nadie se le ha ocurrido nunca una manera más eficaz de criar a la siguiente generación que en un hogar de padres casados con hijos.
¿Por qué deben ser importantes el matrimonio y la familia en todas partes? Encuestas de la opinión pública muestran que el matrimonio es aún el estado ideal y la esperanza entre la mayoría de los grupos de todas las edades, incluso entre los de la generación del milenio, donde tanto se escucha sobre el permanecer soltero, la libertad personal y la cohabitación en lugar del matrimonio. Lo cierto es que una gran mayoría a nivel mundial aún desea tener hijos y establecer familias fuertes.
Después de que nos casamos y tenemos hijos, el verdadero punto en común que tiene toda la humanidad se hace aún más evidente. Como “personas que creemos en la familia”, sin importar dónde vivamos o cuáles sean nuestras creencias religiosas, afrontamos muchas de las mismas dificultades, hacemos los mismos ajustes y tenemos las mismas esperanzas, preocupaciones y sueños en cuanto a nuestros hijos.
Como lo dijo el columnista del New York Times, David Brooks: “A las personas no les va mejor si se les otorga la máxima libertad personal de hacer lo que les plazca; les va mejor cuando tienen que atender compromisos que trascienden sus intereses personales: compromisos con la familia, con Dios, con su trabajo y con el país”.
Un problema es que mucho de lo que el mundo comparte en los medios de comunicación y de entretenimiento no coincide con las prioridades y los valores de las mayorías. Por algún motivo, demasiado de lo que se presenta en la televisión, las películas, la música e internet muestra casos típicos de una minoría que supuestamente representa a la mayoría. La inmoralidad y amoralidad, que van desde la violencia gráfica al sexo recreativo, se representan como lo normal y pueden causar que quienes tienen valores convencionales se sientan fuera de época o anticuados. En una época dominada por los medios de comunicación e internet, nunca ha sido tan difícil criar hijos responsables y mantener unidos a los matrimonios y a las familias.
Sin embargo, a pesar de lo que sugieran los medios de comunicación y de entretenimiento, y a pesar del inminente declive en la tendencia hacia el matrimonio y la familia por parte de algunos, la gran mayoría de los seres humanos aún cree que el matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer; cree en la fidelidad en el matrimonio y en los votos matrimoniales que dicen: “en la salud como en la enfermedad” y “hasta que la muerte nos separe”.
De vez en cuando tenemos que recordar, como se me recordó a mí en Roma, el hecho maravillosamente tranquilizador y reconfortante de que el matrimonio y la familia son aún la aspiración y el ideal de la mayoría de las personas, y que no estamos solos en esa creencia. Nunca ha sido más difícil hallar un equilibrio práctico entre el empleo, la familia y las necesidades personales que en la actualidad. Como Iglesia, nuestro deseo es ayudar en todo lo que podamos para formar y apoyar matrimonios y familias fuertes.
Es por eso que la Iglesia participa de forma activa en diversas coaliciones y actividades interreligiosas, y ofrece dirección en ellas a fin de fortalecer a la familia. Por eso compartimos nuestros valores centrados en la familia en los medios de comunicación y en las redes sociales. Por eso compartimos nuestros registros genealógicos y los nombres de nuestros parientes con todo el mundo.
Queremos que nuestra voz se escuche en oposición a los estilos de vida falsos y alternativos que tratan de reemplazar la organización familiar que Dios mismo estableció. También deseamos que nuestra voz se escuche al afirmar el gozo y la realización que brinda la familia tradicional. Debemos continuar proyectando esa voz por todo el mundo y declarar por qué el matrimonio y la familia son tan importantes, por qué el matrimonio y la familia realmente importan, y por qué siempre será así.
Mis hermanos y hermanas, el Evangelio restaurado se centra en el matrimonio y la familia. Es también en el matrimonio y la familia donde más unidos podemos estar con otras religiones. Es en el matrimonio y la familia donde hallaremos el punto que tenemos en común con el resto del mundo. Es en cuanto al matrimonio y a la familia que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene la mayor oportunidad de ser una luz sobre una colina.
Permítanme terminar testificando (y mis nueve décadas en este mundo me dan el derecho de decir esto) que mientras más entrado en años estoy, más me doy cuenta de que la familia es el centro de la vida y la clave para alcanzar la felicidad eterna.
Doy gracias por mi esposa, mis hijos, mis nietos y mis bisnietos, y por todos mis primos, mis suegros, mis cuñados, mi familia política y demás parientes que hacen que mi vida sea plena y, sí, aun eterna. De esa verdad eterna doy mi más firme y más sagrado testimonio. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Conocí personalmente a élder L. Tom Perry; fuí ministrado por él y bendecido por él. Recuerdo vívidamente su impresionante voz en aquella oportunidad del año 1984, cuando mientras discursaba en el Tabernáculo de Lago Salado se cortó la luz. Él siguió impávido su mensaje y en ningún momento pareció necesitarse el audio de aquel gran espacio.
Ha partido un gigante espiritual y la exaltación recibe a un nuevo huesped.