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¿Eres mi hermano? 

¿Eres mi hermano?

¿Desea dejar de sentirse tan solo? Antes de ser miembro de la Iglesia me sentía muy solo. Cuando mi cuñada que vive en Santiago y es miembro de otra fe supo que iríamos a vivir en Llanquihue (que queda a doce horas en bus al sur de la capital), le preguntó a mi esposa, “¿No van a estar solos y sin nadie por esos lados?” Mi esposa le contestó, “Aunque nunca hemos estado en Llanquihue, sabemos que nos espera una gran familia por allá”. Como miembros de la Iglesia esa gran familia existe por donde vayamos.  Ahora que soy miembro tengo muchos hermanos y hermanas en todas partes del mundo. 

La corriente nos está llevando de la formalidad a la informalidad. Y eso no es del todo malo. Por ejemplo, muchas veces sabemos que hemos pasado a un nivel más profundo de amistad cuando nos llaman por nuestro nombre de pila en vez del apellido, o cuando nos tutean. Aun dentro de la Iglesia pensamos que con los amigos más íntimos ya no es necesario utilizar el término “hermano” o “hermana”.  

Deseo explicar que para mí, es muy bello cuando las personas me dirigen la palabra usando el título hermano… aunque me estén tuteando. Somos parte de una gran hermandad. El Señor le dio estas palabras al Profeta José Smith para el uso en la Escuela de los Profetas:

¿Eres hermano, o sois hermanos? Os saludo en el nombre del Señor Jesucristo, en señal o memoria del convenio sempiterno, convenio en el cual os recibo en confraternidad, con una determinación que es fija, inalterable e inmutable, de ser vuestro amigo y hermano por la gracia de Dios en los lazos de amor, de andar conforme a todos los mandamientos de Dios, irreprensible, con acción de gracias, para siempre jamás. Amén. —DyC 88:133

Este es el emotivo saludo que se intercambiaban entre el maestro y los participantes en la Escuela de los Profetas. Qué bello es ser una hermana o un hermano y pertenecer a este hermosísimo grupo de discípulos de nuestro Salvador, como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El título hermano es un título exaltado. Me encanta cuando alguien me llama hermano Gregorio. Para mí, no hay forma mayor de mostrar cariño y amistad de la que me llamen hermano.

Cuando todos hayan hablado

Y ya que estamos hablando sobre la Escuela de los Profetas, me gustaría añadir dos palabras. El Profeta José Smith, o hermano José, como le gustaba que lo llamaran, enseñó que todos los que tienen un testimonio de Jesucristo son profetas (Apocalipsis 19:10). Quizás podríamos decir que son profetas con pe minúscula. En la Escuela de los Profetas todos participaban y lo hacían según los susurros del Espíritu. Esas instrucciones vienen de nuestro Redentor:

“Nombrad de entre vosotros a un maestro; y no tomen todos la palabra al mismo tiempo, sino hable uno a la vez y escuchen todos lo que él dijere, para que cuando todos hayan hablado, todos sean edificados de todos y cada hombre tenga igual privilegio” (DyC 88:122, énfasis añadido).

Cuando los líderes de hoy nos dan manuales más delgados, con instrucciones de que los maestros deben facilitar más que enseñar, nos vamos aproximando al patrón dado por Jesucristo para la Escuela de los Profetas. Esto también conlleva una obligación de participar o callar según lo indique el Espíritu. ¿Acaso cada clase que se lleve a cabo de esta forma participativa no se convierte en una escuela de los profetas?

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