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Es el trabajo del Espíritu enseñarles 

Es el trabajo del Espíritu enseñarles

En los tiempos de antaño los discípulos del Señor solían buscar la revelación por medio de los profetas o videntes (p. ej. 1 Samuel; Jeremías 42). Así también después que la Iglesia fue restaurada.

Muchas personas se acercaban al Profeta José Smith para que él buscara la respuesta de sus inquietudes ante el Padre. Algunas secciones de Doctrina y Convenios, inclusive, se dieron en respuesta a tales peticiones. En los tiempos más recientes, la Primera Presidencia, por estar inundada de preguntas, ha pedido que intentemos resolver nuestras inquietudes al nivel local, con nuestros obispos y presidentes de estaca. Estos líderes locales tienen la opción de contestar las consultas o conversarlas con sus líderes. Este es el modelo que utilizó Moisés (Números 11:16-17).

Nuestros líderes locales pueden ser una fuente de gran consuelo. Aún así, el Señor desea que seamos más autosuficientes todavía y que aprendamos a consultarle directamente al Padre. En estos casos, primero debemos estudiar el asunto cuidadosamente y después elevar la consulta al Padre. El Profeta José Smith enseñó: 

Es una gran cosa el indagar ante las manos de Dios, o el de llegar a su presencia, y nosotros [los líderes de la Iglesia y especialmente el Profeta]… nos sentimos temerosos de acercarnos a él… especialmente sobre aquellas cosas sobre las cuales los hombres deberían obtener [una respuesta] con toda sinceridad, ante Dios, por sí mismos, en humildad por la oración de fe.[1]

Ojalá que quede claro que este cambio no es una invitación a ignorar los mandamientos o a flaquear un poco, sino al contrario, es una forma de elevar el nivel. En vez de buscar excusas para no cumplir, el Señor nos está invitando a descartarlas.

Ellos se gobiernan a sí mismos

Lo que estamos viendo está relacionado con las palabras del Profeta José Smith cuando dijo, “Les enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos”. Los líderes de la Iglesia nos están entregando los principios correctos y esperan que nosotros, los miembros, aprendamos a gobernarnos. Cada día tenemos menos listas de lo que se debe hacer y de lo que no se debe hacer. Tenemos directrices y normas de importancia vital, pero el énfasis es hacia el actuar por el Espíritu.

Algunos ejemplos donde hemos visto grandes cambios incluyen las decisiones relacionadas al pago del diezmo, el uso de los gárments, ministrar a la manera del Señor, el día de reposo, y la enseñanza del evangelio.

En cuanto a la enseñanza del evangelio, los manuales son cada vez más delgados y los maestros y misioneros deben facilitar el aprendizaje con más énfasis en el espíritu y la participación de todos. Esto significa que los alumnos participan mucho más que el maestro.

Después de dar varias directrices y compartir enseñanzas sobre el uso de los gárments, se nos enseña, “Los miembros deben buscar la guía del Espíritu Santo para responder por sí mismos cualquier pregunta personal sobre el uso de los gárments” (carta de la Primera Presidencia a los líderes de la Iglesia el 10 de octubre de 1988, «El gárment del templo», Élder Carlos E. Asay, Ensign, agosto de 1997). Ahora comprendemos que “El llevar puesto el gárment es también una expresión exterior de un compromiso interior de seguir al Salvador” (Manual 2 en línea, en lds.org).[2]

En relación con el pago íntegro de los diezmos, se nos enseña, “La Primera Presidencia definió lo que es el diezmo de la siguiente manera: “La declaración más sencilla que conocemos sobre esto es la que dio el Señor mismo, a saber, que los miembros de la Iglesia deben pagar ‘la décima parte de todo su interés anualmente’, lo cual debe entenderse como los ingresos anuales. Nadie está justificado en hacer ninguna otra declaración” (Carta de la Primera Presidencia, fechada el 19 de marzo de 1970). «En otras palabras, la manera en que usted define sus ingresos, y consecuentemente su diezmo, es un asunto entre usted y el Señor. Busquen en oración la guía del Señor en temas como impuestos, regalos, becas, y otros asuntos para determinar lo que califica como un diezmo íntegro» (New Era, febrero de 2008).

 

Enchúfalos al Espíritu

Como miembros de la Iglesia, nos encanta enseñarles a otros nuestra manera de pensar. Pero esto no es necesariamente algo bueno. Quisiera compartir dos experiencias que ojalá sean útiles:

Tuve la gran bendición de compartir el evangelio con dos personas, dar las referencias a los misioneros, participar en las charlas y finalmente bautizar a ambas investigadoras. La semana siguiente una de ellas me estaba contando que iba a ser tal y cual diligencia al día siguiente. Yo estaba por decirle, “Hermana, no haga eso, no es muy honesto”. Pero felizmente el espíritu me interrumpió, “No le digas eso, ¿acaso no te di catorce años antes de enseñarte que tal y cual cosa que tu hacías no era honesta?”

En otra ocasión, como consejero dentro de un obispado, sentía una gran responsabilidad sobre mis espaldas por la enseñanza de los miembros del barrio. El Espíritu me enseñó algo por medio de una metáfora. Cuando cargamos nuestros aparatos electrónicos, ya sea una máquina para tomar videos o un teléfono, podemos ver si los aparatos están cargando o no, y muchas veces el porcentaje de carga. Lo más importante es que la pila esté cargando. El Espíritu me dijo, “Tu trabajo es ayudar a que los hermanos estén enchufados al Espíritu y ¡es el trabajo del Espíritu enseñarles!”

Todos estos cambios están apuntados en la misma dirección: de que primero estemos seguros que nosotros estamos enchufados al Espíritu y que después ayudemos a enchufar a nuestros hermanos. El Profeta José Smith, dos años después de su muerte, se le apareció al Presidente Brigham Young y le recalcó una y otra vez a que le enseñara a los miembros a cultivar el Espíritu.

“José se acercó a mí, y mirándome muy seriamente pero con cordialidad me dijo: ‘Diga a la gente que sea humilde y fiel y se asegure de conservar el Espíritu del Señor, el cual los guiará con justicia. Que tengan cuidado y no se alejen de la voz apacible; ésta les enseñará lo que deben hacer y a dónde ir… que cuando el Espíritu Santo venga sobre ellos, su corazón esté listo para recibirlo. Ellos podrán distinguir al Espíritu del Señor de todos los demás espíritus; Él les susurrará paz y gozo a su alma; quitará de su corazón la malicia, el odio, las contiendas y toda maldad, y todo su deseo será hacer el bien, fomentar la rectitud y edificar el reino de Dios. Diga a los hermanos que si siguen al Espíritu del Señor, les irá bien’” («El inefable don del Espíritu Santo», Élder Jay E. Jensen, Devocional del SEI, 8 de enero de 2012, Universidad Brigham Young).

 

Evitar la superchería sacerdotal

Nuestro gran trabajo, entonces, es el de no interponernos entre las personas y el Padre. Deseo compartir dos ejemplos, de dos maravillosos presidentes de estaca.

El primer presidente de estaca notó que su hija no había sido honesta. Cuando él y su esposa conversaron con ella le hicieron una pregunta y la hija mintió. En vez de dejarle saber a la joven que ellos sabían que mentía, no dijeron nada. Estos padres conocían a su hija y tuvieron confianza en ella. Esa noche la hija volvió al cuarto donde estaban sus padres, se recostó entre ellos y les contó que les había mentido.

El segundo ejemplo es más personal. Le pedí una bendición de consuelo o de guía a un presidente de estaca. Había completado un largo proyecto de índole personal y ahora tenía que escoger entre varios proyectos que estaban compitiendo para llenar ese tiempo libre, más allá de mi familia, llamamiento y trabajo. El tema me tenía bastante angustiado ya que quería hacer lo justo ante el Señor. El presidente me sorprendió cuando en la inspirada bendición me dijo que dentro de ese día dejaría de sufrir ansiedad y tendría la respuesta a mi pregunta. Lo dijo con mucha autoridad y me lo repitió una vez más después de pronunciar la bendición. Además me explicó que era mi responsabilidad hincarme ante el Padre en profunda oración para obtener la guía que buscaba.

Este presidente pudiera haberme dado un consejo ya que le conté sobre cada uno de mis proyectos. Pero no, él no quiso interponerse entre el Padre y yo. A propósito, esa bella bendición que fue derramada sobre mi cabeza se cumplió al pie de la letra y mi preocupación desapareció completamente. El Señor me guio claramente en cuanto a cómo utilizar ese tiempo libre.

No es que nunca podamos dar un consejo. Pero que nos acordemos que lo más importante es fortalecer la relación de cada individuo con su Hacedor. Y cuando el Señor nos dice por medio de sus líderes que cuando ministremos en su nombre, que “Nadie está justificado en hacer ninguna otra declaración”, o que el “asunto [está] entre [el individuo] y el Señor, o que “Los miembros deben buscar la guía del Espíritu Santo para responder por sí mismos cualquier pregunta personal [sobre algún tema]”, entonces ¿quiénes somos nosotros para interponernos entre esa persona y el Señor? ¿O pensar que nuestro consejo en estos temas es tan importante que podemos ignorar las enseñanzas del Salvador? Acaso ignorar estas enseñanzas e interponernos como proveedores de sabiduría ¿no es una forma de superchería sacerdotal?

Recordemos siempre de enchufar a nuestros hermanos al Espíritu y permitir que éste les enseñe, les testifique, los eleve y los llene de gozo indescriptible.

 

[1] Joseph Smith, History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, con apuntes de B.H. Roberts, 7 tomos, 1:338–339.

[2] https://www.lds.org/handbook/handbook-2-administering-the-church/selected-church-policies?lang=spa

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