Mi nuera, Terry, me contó de una experiencia especial que experimentó, antes de que Grant, su hijo menor, naciera. Fue una impresión espiritual que su madre compartió con ella, sobre una última entrevista entre su propio padre, Cecil Grant Ash, y su bisnieto Grant Billikopf, antes de que el niño naciera:
“Ella sabía que esa mañana yo había ido al hospital a tener el bebé”, explicó Terry. “Ella estaba sentada en su silla y pensó, “me pregunto si Terry ya ha dado a luz a su bebé?” Entonces el Espíritu Santo le dijo: ‘Aún no. Está esperando a que tu padre venga a hablar con él. Grant nació unos veinticinco minutos después. Cuando mi mamá me contó su historia, sentí que el Espíritu Santo me testificaba de que lo que estaba diciendo era verdadero”.
Si realmente lo olvidamos todo, no tendría ningún sentido tal reunión entre un bisabuelo y su bisnieto en un instante tan trascendental: un hijo de Dios que había regresado a la presencia del Padre hablando con un miembro de la familia que estaba a punto de embarcarse en esa experiencia tan especial que llamamos la mortalidad.
¿Qué es lo que más recordamos de nuestras reuniones de la Iglesia, tal como la reunión Sacramental y la Conferencia General? Además de todas las maravillosas lecciones aprendidas, ¿no es también lo que sentimos? Un gran deseo de que nuestro espíritu triunfe sobre nuestros cuerpos. Un profundo anhelo de ser verdaderos discípulos de Jesucristo.
Al igual que Grant, esperamos mucho, mucho tiempo para experimentar la mortalidad. Y ahora, finalmente, es nuestro turno para estar aquí. Este es nuestro momento. En cada una de nuestras vidas preterrenales recibimos mucha instrucción. Aunque de alguna manera podemos decir que hemos verdaderamente olvidado nuestra vida preterrenal, en otra no la hemos olvidado.
Estamos espiritualmente conectados. Del himno, Oh, Mi Padre, obtenemos, “Pues, por Tu gloriosa mira / vine al mundo a morar, / olvidando los recuerdos / de mi vida premortal. / Pero algo a menudo / dice: ‘Tú errante vas’; / siento que un peregrino / soy, de donde Tú estás”.
Cuando nos encontramos con ciertas verdades, nos llenamos de gozo. Estas son las verdades eternas que recordamos por medio de la luz de Cristo y por medio del Espíritu Santo. Esos sentimientos y verdades son primordiales, especialmente en relación con esos momentos en los que estamos más plenamente involucrados en “la lucha por el alma”, como lo llamó el élder Melvin J. Ballard.
El élder Melvin J. Ballard enseñó: “Cuando los primeros hijos e hijas fieles del Padre estaban a punto de venir a esta vida terrenal, sin duda se les advirtió y amonestó; porque íbamos a tener dos nuevas experiencias. Primero, íbamos a tomar posesión de un tabernáculo mortal. Nunca habíamos tenido uno antes, todo fue extraño para nosotros. Se nos encargó que al tomar posesión de ese tabernáculo mortal lo hiciéramos nuestro siervo, y debíamos ser maestros sobre él, al honrarlo y aun así al subyugarlo”.
“[Segundo], íbamos a estar en presencia del enemigo que ahora sería la mayoría. Si nuestros ojos sólo se abrieran para ver los poderes que están a nuestro alrededor, que buscan influir en nosotros, no tendríamos el valor de caminar solos y sin ayuda. Estos poderes se acercan a nosotros, utilizando su influencia para la realización de ciertos fines bien definidos para ganar el lugar codiciado para su jefe, el hijo caído de Dios. Cuando cayó, el cielo lloró sobre él, y se convirtió en Lucifer, el diablo”.
Es nuestro turno de hacer uso del albedrío moral que cada uno de nosotros ha recibido, comenzando con la preexistencia, y ahora aquí en la tierra. ¡Qué magnífico!
El élder Ballard continúa: “Ciertamente es un buen momento para que cada hombre y mujer se examine a sí mismo y descubra si estamos al lado del Señor o no. Quisiera decirles a ustedes, mis hermanos y hermanas, que todos los asaltos que el enemigo de nuestras almas hará para capturarnos serán a través de la carne, porque está formada por la tierra no redimida, y él tiene poder sobre los elementos de la tierra. El enfoque que nos haga será a través de los deseos, los apetitos, las ambiciones de la carne”.
El élder David A. Bednar usa un lenguaje diferente pero igualmente potente, “los hombres y las mujeres han de actuar y no ser actuados”, basado en el Libro de Mormón: “Y ahora bien, hijos míos, os hablo estas cosas para vuestro provecho e instrucción; porque hay un Dios, y él ha creado todas las cosas, tanto los cielos como la tierra y todo cuanto en ellos hay; tanto las cosas que actúan como aquéllas sobre las cuales se actúa. Y para realizar sus eternos designios en cuanto al objeto del hombre, después que hubo creado a nuestros primeros padres … era menester una oposición; sí, el fruto prohibido en oposición al árbol de la vida, siendo dulce el uno y amargo el otro. Por lo tanto, el Señor Dios le concedió al hombre que obrara por sí mismo. De modo que el hombre no podía actuar por sí a menos que lo atrajera lo uno o lo otro” (2 Nefi 2:14–16).
Nuestra vida nos permitirá decidir, al fin, qué es lo que realmente, deseamos: “Y ahora bien, hijo mío, tengo algo que decirte sobre la restauración de que se ha hablado; porque he aquí, algunos han tergiversado las Escrituras y se han desviado lejos a causa de esto. Y veo que tu mente también ha estado preocupada en cuanto a este asunto; mas he aquí, te lo explicaré. Te digo, hijo mío, que el plan de la restauración es indispensable en la justicia de Dios, porque es necesario que todas las cosas sean restablecidas a su propio orden. He aquí, es preciso y justo, según el poder y la resurrección de Cristo, que el alma del hombre sea restituida a su cuerpo, y que al cuerpo le sean restauradas todas sus partes… uno levantado a la dicha, de acuerdo con sus deseos de felicidad, o a lo bueno, según sus deseos del bien; y el otro al mal, según sus deseos de maldad; porque así como ha deseado hacer mal todo el día, así recibirá su recompensa de maldad cuando venga la noche. Y así sucede por la otra parte. Si se ha arrepentido de sus pecados y ha deseado la rectitud hasta el fin de sus días, de igual manera será recompensado en rectitud. Éstos son los redimidos del Señor; sí, los que son librados, los que son rescatados de esa interminable noche de tinieblas, y así se sostienen o caen; pues he aquí, son sus propios jueces, ya para obrar el bien o para obrar el mal” (Alma 41:1–2; 5–7).
Y de Isaías: “¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas? El que camina con rectitud y habla lo recto, el que aborrece la ganancia por extorsión, el que sacude sus manos para no recibir soborno, el que tapa sus oídos para no oír propuestas sanguinarias, el que cierra sus ojos para no ver cosa mala” (Isaías 33:14b–15).
No existe compulsión alguna. Este es nuestro momento. Este es el instante que anticipamos durante tanto tiempo. Que seamos valientes a nuestro testimonio de Jesucristo. Que actuemos y no seamos actuados. Que nosotros, por medio del don del Espíritu Santo, estemos claramente parados juntos al Santo de Israel.
Fuente de la fotografía: Michael Busch, de unsplash