–Buenos días, hermanos ¿en qué les puedo ayudar? –nos preguntó el guardia al pasar por la entrada principal por calle Los Magnolios.
–Venimos a la conferencia de prensa, somos de El Faro Mormón –respondí.
Creo que fuimos unos los primeros medios en llegar. Ya casi es primavera y el sol en esta época es mucho más brillantes durante las mañana en Concepción. La lluvia de los días anteriores también había hecho lo suyo para despejar el esmog y los brillantes rayos solares que llegaban a las paredes claras del templo se reflejaban directamente a mis ojos ya acostumbrados al brillo opaco de los edificios de Santiago, por lo que no podía ver el templo sin entrecerrar los ojos. El verde y los otros colores de la vegetación de los alrededores, además de los pajaritos propios de la zona, hacía parecer que estábamos en medio de un video de Canal Mormón sobre la Primera Visión. El bello paisaje solo era interrumpido por las carpas blancas apostadas al frente y costado del templo por donde entrarán los grupos de visitantes (detalle no menor que las visitas agradecerán dado el cambiante clima de “TropiConce”).
Había visitado el terreno del Templo de Concepción Chile desde que supe que la propiedad había sido adquirida por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en 2009. En el espacio habían solo árboles y los cimientos para un nuevo edificio de departamentos. Ahora, era mi primera vez dentro del terreno con el templo ya terminado.
Nos indicaron que debíamos entrar al edificio que funcionará como el hostal del templo. En el hall principal esperamos la llegada de la Presidencia del Área Sudamérica Sur, mientras afinábamos los últimos detalles para la transmisión y veíamos a los otros medios de prensa llegar.
Comenzó la conferencia, se informó del recorrido y se indicó que las preguntas serían respondidas durante y al final del recorrido. Se sentía un ambiente de respeto y cierta expectación y, quizás, nerviosismo. La mayoría de las autoridades y personal de la Iglesia nunca habían estado en una conferencia de prensa y menos con tantos medios presentes. Por otro lado, la mayoría de los periodistas nunca habían estado un edificio de la Iglesia y, mucho menos, en un templo.
Por mi parte, como miembro de la Iglesia, presentía que la conferencia de prensa en sí sería un trámite para que la prensa secular supiera qué significa el templo para los santos de los últimos días, información que yo y nuestra audiencia tenemos más o menos claro. Yo deseaba conocer el templo por dentro.
El presidente de Área, el élder Benjamín de Hoyos, dio la bienvenida, habló sobre el templo, su propósito y sobre la Iglesia en esta ciudad. Nos mostró un video reafirmando su significado y, al fin, se nos indicó que podríamos entrar al templo.
Antes de entrar, se unió a mi una de nuestras corresponsales que durante la conferencia había permanecido afuera entrevistando a unos político que terminaban ya su visita al templo. Ella me acompañaría por el resto del recorrido al interior del templo para luego continuar sacando cuñas a los asistentes.
El túnel de carpas blancas nos llevó hasta la entrada principal donde había un grupo de jóvenes que nos pusieron los cubrecalzados antes de pasar.
Entramos al Templo.
Nos recibió un imponente cuadro del Salvador acompañado de dos niñas a ambos costados el cual se encuentra justo tras el mesón de recomendaciones. Desconozco el detalle de la obra y el autor, pero la impresión que tuve fue de Cristo en América junta a una niña nefita y una lamanita. Un montón de impresiones vinieron a mi mente, sobre todo de el Señor invitándonos a todos a venir a Él y que todos, sin excepción, podemos disfrutar de su gracias. Me sentí bienvenido en el templo. Todo esto mientras que, con el élder y la hermana De Hoyos como guías, esperábamos que llegara el resto de los periodistas.
Pasamos, entonces, al bautisterio.
Doce bueyes representando las Doce Tribus de Israel sostienen sobre sus lomos la pila bautismal. Grabados de ondas de agua y detalles de lapislázuli y mármol ornamentan la fuente. Por dentro está totalmente cubierta por el interior con la misma lapislázuli. Los primeros rostros de asombro y sorpresa se dejaron ver. La pila bautismal está acompañada por dos grandes cuadros, obras de arte originales: una recreando el bautismo de Jesús y, la otra, una escena de un bautismo en, lo que pareciera ser, el Hemisferio Occidental, representando quizás la historia de los bautismos en las aguas de Mormón. Ambas pinturas, recuerdan el mandato divino de que nadie puede entrar en el Reino de Dios si no es por medio del bautismo, tal como el Salvador lo mostró con su ejemplo y fue enseñando entre el Israel esparcido en América. Fue inevitable recordar mis primeros años en el Sacerdocio Aarónico cuando viajaba dos o tres veces al año al Templo de Santiago y añoraba el día en que pudiera ir dos o tres veces al mes. Ahora esto será una realidad para los jóvenes de Concepción.
A los periodistas les llamaba razonablemente la atención que se llevaran a cabo “bautismos por los muertos” en ese lugar. Nuestros guías explicaron que era los miembros de la Iglesia quienes se bautizaban en representación de sus familiares fallecido para que ellos tuvieran la posibilidad de aceptar (o no) el evangelio.
Continuamos por los vestidores y subimos por una majestuosa escalera al piso superior. Hermosas pinturas y vitrales por todos lados.
Se nos invitó a pasar a la sala de instrucción. Es amplia, alta, clara, bien iluminada por ventanales al costado y finamente terminada. Destaca el altar en medio y una gran cortina de pliegues al frente de donde se sentarán los participantes. Nunca había visto gente con ropa que no fuera blanca en una sala de instrucción del templo, pero el más asombrado no era yo. Se nos pidió tomar asiento y me di vuelta para poner atención en los rostro de curiosidad y sorpresa de los invitados de los medios quienes comenzaron a hacer preguntas sobre la Iglesia local y los propósitos de ese lugar. Nuestro guía habló brevemente sobre el propósito de la vida y que en ese lugar se nos enseñaba más sobre Jesucristo y cómo volver a vivir con Dios.
Luego entramos a la sala de la novia. Nunca había estado en una y creo que no tendré muchas oportunidades de estar en una similar muchas veces más. Hermosamente adornada con detalles, tapices, alfombra y dos closets con finas terminaciones de madera, en la sala de la novia destaca un gran espejo de tres alas con marcos dorados. Entendí lo que el teólogo Dr. Krister Stendahl quiso decir cuando se refirió a la “envidia santa”. No existe tal cosa como una “sala del novio” y, aunque creo que no la necesitaríamos, es una bella cortesía de parte parte del templo para las novias en el día más feliz de sus vidas. Imaginé a esas jovencitas, arreglando sus vestidos blanco mirando a los ojos a sus madres o alguna mujer de su familia a través del espejo y sonriendo con lágrimas en los ojos. Sentó un espíritu de paz y ternura en esa sala.
Se pidió al grupo que se reuniera en el pasillo frente a una gran puerta. Si alguna persona quien quiera que fuera, entrara y estuviera en ese lugar sin saber a qué edificio corresponde, sin duda pensaría en que ese lugar vive alguien muy importante. El pasillo, la ornamentación, los cuadros y las terminaciones inspiran reverencia y majestuosidad y hacen que el corazón se sienta humilde de estar ahí. Se nos explicó que ahora entraríamos al lugar más sagrado del templo, el Salón Celestial. En este lugar no se responderían preguntas, no se darían mayor explicaciones, no hablarían en el interior. Dado que ese lugar representa el lugar donde vive Dios, se nos invitó a sentarnos en silencio, meditar y que nos enfocáramos en sentir.
El grupo fue respetuoso con la instrucción. Entramos todos en silencio y tomaron un lugar entre los asientos disponibles permanecimos ahí por algunos minutos en el salón que quizás sea el más elegantemente sencillo, muy alto, muy alumbrado por las luz artificial y la que para a través de los vitrales. La mayoría de nosotros teníamos nuestra vista hacia arriba observando los detalles del cuarto pero unos momentos después vi que algunos comenzaban a bajar la vista. Yo también bajé vista, cerré mi ojos y comencé a orar.
El templo aún no estaba dedicado como la Casa del Señor, se suponía ser un edificio “normal” aún, pero no lo era. El terreno ya había sido dedicado tres años atrás por el entonces presidente de área, el élder Walter González, para que en ese lugar fuera edificado un templo para Dios. En ese cuarto había una paz y tranquilidad que no se podía haber encontrado fuera de esas paredes. No puedo hablar por los demás, pero creo que en ese momentos la Luz de Cristo, esa flama y vestigio de la preexistencia que hereda cada hijo de Dios, fue avivada por el Espíritu Santo, al menos levemente, dentro de nosotros.
Un silencio reverente nos acompañó por por todo el tiempo que estuvimos adentro el cual fue interrumpido solamente por una tos del presidente del templo y cuando el élder De Hoyos nos indicó que siguiéramos con el recorrido. Al pensar en ese momento, fue notorio el cambio en el rostro de los periodistas al salir de ese salón: de las sonrisas livianas, la curiosidad o la intención casual de mostrar respeto, a rostros más pensativos, tranquilos, conversaban menos y las preguntar al continuar el recorrido apuntaban a las enseñanzas, prácticas y doctrina de la Iglesia más que a cifras y estadísticas o materiales de construcción. Este salón celestial, de un templo aún no dedicado, no solo cambió la actitud de los periodistas que me acompañaban, sino que también mi propia actitud. No dejé de asombrarme de la belleza del edificio, pero comencé a sentir en mi espíritu impresiones que iban más allá de los candelabros, los cuadros y la fina carpintería.
El último cuarto que visitamos fue la sala de sellamientos. Entramos y mi corazón se apretó. Una amplia sala con cuatro filas de sillas mirando hacia el altar. Al extremo de la sala sobre los sillones del sellador y los testigos, una gran vitral ovalado que dejaba entrar la luz solar. Dos grandes espejo de marcos dorador mirándose de frente y el candelabro colgando justo sobre el altar, paredes clara hacía reflejar la iluminación que le dan una sensación de luz envolvente a quienes están dentro. Una decoración tan sencilla como majestuosa.
El élder De Hoyos junto a su esposa comenzaron a explicar la doctrina de la Iglesia sobre las familias eternas, la importancia que tiene para los santos de los últimos días y la función de esa sala como cúspide de nuestras prácticas y enseñanzas. El Espíritu estaba ahí, yo lo pude sentir. Miré hacia el lado y ahí estaba mi compañera de labores quien cada tanto pasaba su mano por sus ojos, le tomé suavemente su mano. Ella volteó su mirada hacia mi y la vi un tanto emocionada mientras yo seguía acariciando su mano. Ella no es solo mi compañera entre los voluntarios en nuestro sitio web, ella también en mi novia. Vi el anillo de compromiso en su mano, miré sus ojos sonrientes y continuamos escuchando las palabras del presidente de área sobre la eternidad de los lazos familiares.
En medio de la exposición, uno de los periodistas pidió la palabra y se le concedió. De pie contó a sus colegas que él también es un santo de los últimos días y conmovido hasta las lágrimas recordó el día en que junto a su esposa se arrodillaron en un altar similar al que teníamos enfrente y fueron sellados como esposo y esposa junto a los hijos que estuvieran por venir por el tiempo y la eternidad. Sus palabras fueron un inesperado y poderoso segundo testimonio sobre la santidad del templo y la influencia que los convenios que ahí se hacen tienen un profundo efecto entre quienes les son fieles. Creo que nunca olvidaré ese momento, espero no olvidarlo.
Luego de preguntas adicionales sobre la familia, el divorcio, las relaciones entre padres e hijos, etc., salimos de la salas y del templo. Tomado de la mano de mi corresponsal favorita, nos dirigimos a donde los líderes eclesiásticos hicieron un punto de prensa respondiendo preguntas adicionales las cuales salieron en imágenes y escritos de varios medios locales y nacionales.
Continuamos trabajando y retomamos la transmisión en vivo entrevistando a los presentes.
Todo lo que se pueda escribir sobre el templo no logrará hacerle justicia a la experiencia que puede ser vivida dentro de sus paredes. Una breve visita al templo aún sin dedicar provocó un efecto en mí más allá de la indiscutible exquisita hermosura del edificio. Tanto para miembros de la Iglesia activos, menos activos, conversos y amigos de la Iglesia, quienes quieran fortalecer su testimonio, quienes aún lo estén buscando y quienes solo tengan una simple curiosidad, mi invitación no es más que la misma del Salvador: “Venid, y ved”.
Imagen destacada: Visitantes llegan a las puertas abiertas del Templo de Concepción Chile. | Facebook, Sala de Prensa Mormona Chile.