En mi último artículo, enfrentamos la pregunta ¿por qué Dios puso el árbol de la ciencia del bien y del mal en un lugar tan accesible si se supone que Adán y Eva no tenían que comer su fruto?
Para el final del artículo, descubrimos algunas explicaciones que, por lo menos para mí, resultaron satisfactorias.
Pero, como suele suceder con las preguntas y las respuestas, nos dimos cuenta de otra pregunta: ¿por qué comenzar con el Jardín de Edén?
Si uno de los motivos principales de esta vida terrenal es que empleemos el albedrío fuera de la presencia de Dios ¿por qué comenzar con un paraíso?
¿Por qué no comenzar con una vida caída, llena de oposiciones, desde el comienzo?
Para responder a estas preguntas, hay que tener algo en cuenta.
La vida es muy difícil. La injusticia abunda. Estos últimos diez años, millones y millones de personas han abandonado sus países de origen, escapando el hambre y la violencia, viajando miles de kilómetros, muchas veces a pie o en valsas malhechas.
¿Su problema? Nacieron en el país equivocado, ya sea Afganistán, Birmania, Siria, Ucrania, Venezuela, o una docena de otros lugares que han pasado, o que siguen pasando, por un infierno vivo.
Todas estas personas están sufriendo las malas decisiones ajenas.
Pero el sufrimiento por el albedrío mal empleado no es el único que experimentamos durante nuestra vida mortal.
Si todos y cada uno de nosotros fuéramos buenos, y solo cometiéramos errores bien intencionados, sin querer, todavía existirían cosas como el cáncer pediátrico y los terremotos.
Bien dice el salmo que nos recuerda que los caminos del Señor atraviesan un valle de lágrimas.[i]
Me parece que Dios no lo encontraba justo poner a Adán y Eva en un mundo caído sin que lo hubieran elegido durante el segundo estado. Tenían que comenzar con el Jardín de Edén y optar por algo más difícil por voluntad propia.
Tenían que sufrir el hambre, aunque fuera por solo unos minutos antes de satisfacerla en el Jardín de Edén, para imaginar lo que sería un hambre más prolongada. Una cosa es contemplarlo como espíritu durante la existencia premortal. Otra es pasarlo, literalmente, en carne propia.
¡Listo!, pensé yo. La primera respuesta tiene que ver con el albedrío y la segunda también. Primero, el albedrío tenía que existir, y segundo, Adán y Eva necesitaban emplearlo, tomando una decisión y sufriendo las consecuencias.
Pero de ahí se me ocurrió otra pregunta
¿Por qué no explicárselo mejor?
Si era necesario que pasaran por una vida mortal, si era necesario que lo eligieran ellos mismos ¿por qué darles una explicación tan escueta, que faltaba tantos detalles importantes?
¿Por qué no decirles, con palabras claras, que sería difícil llevar una vida mortal e imperfecta, pero que valdría la pena?
Luego, se me ocurrió otra respuesta.
Existen ciertos puntos clave en la vida que, frecuentemente, llamamos parteaguas. Un parteaguas es un lugar donde un río se divide en dos. Las aguas van entremezcladas, indistinguibles, por muchos kilómetros, pero después de pasar por el parteaguas, o corren en un río, o corren en el otro.
Un parteaguas en la vida puede ser un casamiento o un divorcio, el nacimiento o la muerte, el comienzo o fin de una carrera, la vida antes de cumplir una misión y la vida después de la misión.
Antes de un parteaguas, la vida era de una manera, y después, la vida era bastante, y definitivamente, de otra.
Puede que estemos mejor, peor, o más o menos igual de bien, pero nunca somos iguales después de pasar por un parteaguas de la vida.
Curiosamente, es imposible explicar o preparar a una persona para estos cambios.
Se puede hacer hasta cierto punto, pero nadie está completamente preparado cuando se casa, nace su primer hijo, pierde la salud, se le extiende un llamamiento de la iglesia de mucha responsabilidad, etc.
A pesar de las explicaciones, preparación, consejos, y otros intentos de personas con más experiencia, hay ciertas cosas que no se pueden entender hasta vivirlas personalmente.
Descubrí esto como padre. Pensé en todas las cosas que me habrían encantado saber antes de alcanzar la mayoría de edad, y cuando creía que mis hijos tenían suficientes años para entender mis palabras, intenté explicárselas.
Lamentablemente, no me resultó como lo esperaba.
A pesar de mis mejores esfuerzos, algunas de mis explicaciones y advertencias les confundieron en vez de informarles.
Otras veces, se me salió por la culata, porque mi explicación solo les dio interés en el opuesto de lo que tenían que hacer.
Muy poco de lo que les dije les sirvió antes del parteaguas.
Aunque los consejos antes del parteaguas no siempre nos ayudan a evitar las dificultades de la vida, si somos afortunados, y diligentes, y si preferimos sabiduría en vez de necedad, estos consejos pueden marcar una diferencia enorme después.
Esto lo vimos en el caso de Alma el Hijo.
Ninguna de las palabras de Alma el Padre parece haber surtido efecto positivo alguno en Alma el Hijo.
Después de su experiencia con el ángel, sin embargo, sus palabras cobraron nueva vida y le mostraron a quién acudir para la remisión de sus pecados.[ii]
Después de su experiencia con el ángel, después del parteaguas, la vida de Alma nunca hubiera sido igual, pero, gracias a la diligencia de su padre, y a la misericordia de Dios, Alma optó por una vida mejor.
Del mismo modo, creo que fue imposible que Adán y Eva entendiesen una explicación mucho más detallada que la que les dio Dios en Jardín de Edén.
Sería como intentar describir el sabor de la sal a alguien que nunca probó nada salado.
¿Cómo se puede entender lo que significa sufrimiento en un mundo donde no existen ni sufrimiento ni gozo? ¿Cómo se puede entender crecimiento en un mundo donde el crecimiento es imposible por falta de oposición?
De cierto modo, somos todos como Adán y Eva. A veces, obedecemos los mandamientos de Dios, a pesar de no entenderlos cabalmente. A veces optamos por transgredir los mandamientos de Dios.
De todos modos, Dios está ahí con más luz y conocimiento, cuando obedecemos, y un plan ya preparado para que podamos aprender de las transgresiones, si aprender es lo que queremos.
La decisión es nuestra porque Dios nos dio el albedrío y respeta nuestra habilidad de elegir, aunque elijamos mal.
Que gocemos y sepamos apreciar las bendiciones, luz y conocimiento que vienen con la obediencia.En vez de culpar a los demás, por más culpables que sean, que aprendamos de los errores y que apreciemos el dulce don de arrepentimiento que el Padre Celestial nos ofrece, gracias al sacrificio de Su hijo.
[i] Salmo 84:6
[ii] Alma 36:17-19