Una de las escrituras más conocidas en la Iglesia SUD proviene de Mosíah 3:19,
Porque el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Santo Espíritu, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él, tal como un niño se somete a su padre.
Inspirado por el mismo espíritu y, sin duda, lidiando con problemas parecidos, el apóstol Pablo hace una observación semejante en Romanos 8:7,
Por cuanto la inclinación de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede.
Los instintos humanos son bastante parecidos a los instintos de animales sociales, como el lobo, la gacela, y el elefante. Cuando el lobo alfa (el líder de la manada) se siente desafiado por otro miembro de la manada (sobre todo por otro macho), lo ataca, e incluso es capaz de matarlo. Por lo tanto, decirle salvaje a alguien es, muy rara vez, un cumplido.
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