La Primera Presidencia es el organismo de gobierno más alto de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, compuesto por el presidente de la Iglesia y dos consejeros. Este cuerpo es considerado como la principal fuente de guía espiritual y administrativa, ya que los tres miembros son sostenidos como profetas, videntes y reveladores, con la autoridad de recibir revelación divina para dirigir a la Iglesia. Desde su establecimiento en 1832, la Primera Presidencia ha sido un símbolo de continuidad en la revelación y liderazgo inspirado.Origen y Propósito de la Primera Presidencia
La Primera Presidencia fue organizada por primera vez por el profeta José Smith en 1832. Su objetivo principal es dirigir la Iglesia en todos los aspectos, incluyendo la enseñanza del evangelio, la obra misional, la administración de los templos y las decisiones administrativas. José Smith llamó a Sidney Rigdon y Frederick G. Williams como sus primeros consejeros, estableciendo un modelo de liderazgo colegiado que ha continuado desde entonces.
El presidente de la Iglesia es tradicionalmente el apóstol con más antigüedad en el Cuórum de los Doce Apóstoles, y es reconocido de manera especial como «el profeta», un título que subraya su papel como portavoz principal de la voluntad de Dios. Una vez llamado, el presidente selecciona a sus consejeros, quienes suelen provenir del Cuórum de los Doce Apóstoles, aunque también pueden ser escogidos de entre cualquier sacerdote digno de la Iglesia. Todos los miembros de la Primera Presidencia son sostenidos como profetas, videntes y reveladores en una asamblea solemne y posteriormente confirmados en conferencias generales y locales.
A lo largo de los años, la composición de la Primera Presidencia ha variado según las necesidades de la Iglesia. Aunque generalmente está formada por el presidente y dos consejeros, en algunas ocasiones se han llamado a consejeros adicionales. Un ejemplo notable ocurrió durante la presidencia de Brigham Young, cuando las exigencias de dirigir la migración hacia Utah y establecer comunidades requerían un liderazgo ampliado.
En otras ocasiones, los cambios en la composición de la Primera Presidencia han sido motivados por problemas de salud. Durante la presidencia de David O. McKay, que sirvió durante la década de 1960, se llamó a un tercer consejero para ayudar a manejar la creciente carga de trabajo mientras su salud se deterioraba. De manera similar, Spencer W. Kimball, cuyo estado de salud fue delicado en sus últimos años como presidente, también contó con un tercer consejero para garantizar el liderazgo eficaz de la Iglesia.
En los primeros años de la Iglesia, no era inusual que los consejeros en la Primera Presidencia no fueran apóstoles. Sidney Rigdon, el primer consejero de José Smith, no era miembro del Cuórum de los Doce. Este patrón se mantuvo en algunas ocasiones posteriores, reflejando la flexibilidad del liderazgo para adaptarse a las necesidades específicas del momento. Sin embargo, con el tiempo, se estableció que, cuando un consejero no es apóstol, primero sea llamado como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles antes de servir en la Primera Presidencia. Un ejemplo notable de este procedimiento fue J. Reuben Clark, quien primero fue sostenido como apóstol en 1934 y luego llamado como segundo consejero del presidente Heber J. Grant, marcando un precedente en la continuidad y formalización del liderazgo.
El proceso para reorganizar la Primera Presidencia también ha evolucionado. Tras la muerte de José Smith en 1844, hubo un periodo de tres años durante el cual el Cuórum de los Doce Apóstoles lideró la Iglesia antes de que Brigham Young fuera sostenido como presidente. Desde entonces, el protocolo ha cambiado, y la reorganización de la Primera Presidencia ocurre rápidamente después del fallecimiento de un presidente, asegurando una transición ordenada y la continuidad en la dirección de la Iglesia.
El profeta actual, Russell M. Nelson, asumió la presidencia de la Iglesia en enero de 2018. Como ex cirujano cardiotorácico y pionero en el campo del trasplante de corazón, el presidente Nelson aporta una combinación única de disciplina, innovación y espiritualidad a su liderazgo. Desde su nombramiento, ha implementado cambios significativos, como el énfasis en el uso correcto del nombre de la Iglesia, la reestructuración de los programas dominicales y el anuncio de decenas de nuevos templos en todo el mundo. Su enfoque en la revelación ha resonado profundamente entre los santos de los últimos días. Su liderazgo se caracteriza por una visión clara hacia el fortalecimiento espiritual de los hogares, la construcción de templos y el énfasis en la adoración personal y familiar como centro de la vida religiosa.
La Primera Presidencia actual está compuesta por Russell M. Nelson como presidente, junto con Dallin H. Oaks y Henry B. Eyring como sus consejeros. El presidente Oaks, exjuez de la Corte Suprema de Utah y expresidente de la Universidad Brigham Young, es un conocido por su manera simple y clara de explicar la doctrina del evangelio. El presidente Eyring, educador y administrador experimentado, es conocido por su enfoque en el fortalecimiento espiritual y la enseñanza del evangelio. Este equipo combina experiencia, preparación y un enfoque en la revelación para guiar los esfuerzos de la Iglesia en una época de expansión global y cambios constantes.
Bajo el liderazgo de la Primera Presidencia actual, la Iglesia ha puesto un énfasis especial en iniciativas humanitarias, fortaleciendo la adoración en el hogar y expandiendo el alcance de los templos para que más miembros puedan participar en las ordenanzas sagradas. Durante la pandemia de COVID-19, la Primera Presidencia implementó estrategias para proteger la salud de los miembros, adaptando actividades y eventos, a la vez que dirigió esfuerzos significativos para brindar ayuda a comunidades necesitadas en todo el mundo.
Desde su creación en 1832 hasta el dinámico liderazgo del presidente Russell M. Nelson, la Primera Presidencia ha demostrado ser un pilar de guía espiritual y administrativa. Su capacidad para adaptarse a los desafíos de cada época sin perder de vista la misión central de la Iglesia —invitar a todos a venir a Cristo— es un testimonio de su propósito divino. Para los santos de los últimos días, la Primera Presidencia es un símbolo vivo de que Dios continúa revelando Su voluntad a través de profetas modernos.