En mi último artículo, descubrimos que los primeros hijos de Adán y Eva, que nacieron antes de Caín, Abel y Set, rechazaron el plan de salvación porque amaban a Satanás más que a Dios.
Para lograr un mayor entendimiento de este demoníaco amor, revisitamos otra experiencia diabólica, la que tuvo Korihor el anticristo. Korihor se dejó engañar por Satanás, prácticamente a sabiendas, porque las enseñanzas de Satanás deleitaban a la mente carnal.
Cuando era presidente del quórum de élderes, casi todos los hermanos del cuórum llevaban menos de un año como miembros. Para que se conocieran mejor, les pedí al principio de una clase que se presentaran.
Uno de los hermanos nos contó que en la universidad le habían pasado un formulario que le preguntaba, entre otras cosas, su afiliación religiosa. Preguntó a un compañero lo que era un ateo, y se lo explicó.
Eso es lo que soy yo. dijo.
Luego en seguida, nos confesó que se había identificado como ateo porque, sin afiliación religiosa, podía hacer lo que le daba la gana.
Sin darse cuenta, le dio la razón al personaje de Iván, de la famosa novela Los hermanos Karamazov, quien dijo, Si Dios no existe, todo está permitido.
En el Libro de Mormón, Paanqui, perdió la elección de juez superior de los nefitas a su hermano, Pahorán. Ya que este puesto se ocupaba por vida, solo queda una opción más: insurrección. Felizmente, se descubrió el complot de tomar el gobierno por la fuerza y se condenó Paanqui a la muerte.[i]
Los apoyadores más fuertes de Paanqui tenían aspiraciones que, seguramente, Pahorán no toleraría. Ellos querían asesinar, robar, hurtar y cometer fornicaciones de toda clase, sin que se les aplicara la ley. Querían crear una sociedad con dos clases de reglas: una para ellos (con una lista muy breve) y otra para todos los demás.
Algunos de estos paanquistas se convirtieron en los famosos ladrones de Gadiantón y dieron comienzo al fin de las civilizaciones mencionadas en el Libro de Mormón.
Mormón lo deja claro que fue el mismo diablo quien inspiró a los paanquistas a formar su banda secreta. Les sedujo con la misma idea que sedujo a Caín, Mira todas las cosas que van a caer en tus manos y no lo sabrá nadie cómo te las ganaste.
Amar a Satanás quiere decir que uno ama su doctrina, que le encantan sus ideas.
¿Y cuáles son sus ideas?
Comed, bebed y divertíos, porque mañana moriremos; y nos irá bien. Comed, bebed y divertíos; no obstante, temed a Dios, pues él justificará la comisión de unos cuantos pecados; sí, mentid un poco, aprovechaos de alguno por causa de sus palabras, tended trampa a vuestro prójimo; en esto no hay mal; y haced todas estas cosas, porque mañana moriremos; y si es que somos culpables, Dios nos dará algunos azotes, y al fin nos salvaremos en el reino de Dios.[ii]
La doctrina de Satanás es que podemos evitar las consecuencias negativas de nuestras decisiones.
Cuando nos gusta esta idea, cuando nos encanta, cuando la ponemos en práctica, mostramos nuestro amor por aquel que la originó.
Pues ¿no es así cuando mostramos amor por Dios?
Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos?, ¿o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos?, ¿o desnudo y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?
De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.[iii]
Felizmente, Adán y Eva tuvieron varios hijos.
Nosotros, como sus descendientes, podemos elegir si queremos ser como Abel y Set, mostrando amor a Dios mediante la obediencia voluntaria, o si queremos ser como Caín y sus hermanos desconocidos, mostrando amor a través de la decepción y obligados a obedecer a través de la adicción y las cadenas del infierno.
[…] Ahí se encuentra la clave para entender cómo los primeros hijos de Adán y Eva podían amar a Satanás más que a Dios, la cual investigaremos más en el próximo artículo. […]