Fuente: William Hamblin y Daniel Peterson para Deseret News
SALT LAKE CITY, Estados Unidos.-(BP)- Después de Jesucristo mismo, la figura más venerada en la historia cristiana es María. De hecho, la adoración a María constituye una parte crucial en la vida religiosa de católicos y ortodoxos. Su relevancia cristiana comienza en el Nuevo Testamento con la Anunciación (véase Lucas 1) y la milagrosa concepción y nacimiento de Jesús. Sin embargo, aun cuando en el Nuevo Testamento se le honra en reiteradas ocasiones, jamás se le venera. Eso se reserva para nuestro Salvador.
Pese a esto, a mediados del siglo dos, las creencias cristianas sobre María comenzaron a expandirse, tal como se ve reflejado en el libro apócrifo “El Evangelio de Santiago” (conocido también como “Protoevangelio de Santiago), que describe el milagroso nacimiento de María a Ana, su dedicación al servicio del templo y numerosos detalles acerca de la Anunciación y nacimiento de su Hijo. Estos relatos, auténticos para muchos, continúan siendo una fuente de conocimiento acerca de María.
Una de las transformaciones fundamentales en la comprensión del rol de María vino a ocurrir a comienzos del siglo cinco. Primero, surgió un gran debate teológico cuestionando acaso María había sido sólo madre del Jesús terrenal o del divino Cristo también. La interrogante se resolvió en 431, durante el tercer Concilio ecuménico de Efesos, donde María recibió el título de “Theotokos”, término griego que quiere decir “Madre de Dios”. A los cristianos que rechazaron este postulado, considerándolo herejía, se les llamó Nestorianos (o “la Iglesia Asiria del Este”). En la actualidad, son en su mayoría descendientes de esta corriente los que están siendo perseguidos por los extremistas islámicos en Irak.
La idea del nacimiento virginal de Jesús se fue expandiendo hasta llegar a la creencia de la virginidad perpetua de María. Los hermanos de Jesús en el Nuevo Testamento fueron entendidos como medios hermanos, como hijos de José fruto de un matrimonio anterior. Finalmente, “la mujer vestida de sol” que da a luz a un hijo en Apocalipsis 12 se atribuyó a María. Las representaciones que muestran a María gloriosa, sentada en un trono celestial con su hijo en el regazo, provienen precisamente de este capítulo de Apocalipsis.
Para el siglo seis, la asunción corporal de María a los cielos estaba aceptada. Según las palabras de Enoc y de Elías, María no murió sino que “cayó en un sueño”. Pese a que su cuerpo repose en la Tumba de la Virgen en el valle de Cedrón en Jerusalén, habría ascendido corporalmente a los cielos, donde se le coronó y se le sentó en un trono junto a Cristo (lo que en términos mormones llamaríamos “traslación”). Por ende, es la mayor de todos los santos e intercede ante Cristo y el Padre en representación de los que le oran.
Hoy en día, la adoración de la Virgen se ha tornado una de las principales formas de devoción para católicos y ortodoxos. Las representaciones de María en un trono celestial y su coronación de manos de su Hijo están en todas partes. De hecho, gran parte de las iglesias contienen íconos o estatuas de la Virgen y del Niño, a quiénes se les suelen atribuir milagros. Después del “Padre Nuestro, el “Ave María” (basado en Lucas 1: 28,42) es sin lugar a dudas, el rezo cristiano más conocido. Hasta hay capillas y santuarios dedicados a la Virgen María, tal como Lourdes en Francia y Guadalupe en México, ambos centros de peregrinaje y devoción.
La doctrina de la Inmaculada Concepción –a no confundir con el nacimiento virginal de Jesús– sostiene que María nació libre del pecado original, hecho que la volvió un vaso puro apropiado para tener al Hijo de Dios. Criticada por los católicos durante siglos, esta doctrina no fue adoptada sino hasta 1854. Continúa siendo rechazada por el Ortodoxo Oriental y el Protestantismo.
Para la mayoría de los protestantes, tal veneración a María evolucionó desde el honor y respeto apropiados que merece la madre de Jesús a una especie de “Mariolatría”: adjudicándole una casi divinidad y adorándola. Algunos historiadores modernos aseguran que las creencias paganas y las prácticas concernientes a las diosas madres de la antigüedad se fueron transfiriendo lentamente hasta llegar a María, haciendo de ella, el sincretismo para la supervivencia de la adoración de diosas del pasado.
Por otro lado, en el mundo católico, la importancia y el rol de María continúan siendo objeto de debate. Gracias a las visiones feministas contemporáneas acerca de “la divinidad femenina”, el entendimiento sobre el rol eclesiástico de María se ha expandido, llegando a considerársele como “Mediadora de todas las Gracias” y “Co-redentora” (con Cristo). La transformación de María (desde una sencilla jovencita judía a una figura semidivina) es una de las historias más fascinantes en la historia de la religión.
Fotografía: Deseret News