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No perdieron nada 

No perdieron nada

Son muchísimas las personas que hacen sacrificios, a veces grandes sacrificios, por guardar sus convenios con Dios. Además de dejar hábitos no tan saludables, consagrar la décima parte de sus ingresos, y otros sacrificios que hacemos todos en la Iglesia, son varios los hermanos que tienen conflictos familiares muy grandes cuando se bautizan.

 

Me acuerdo del élder Jones (apellido ficticio empleado para hablar de una persona de verdad), que entró al CCM el mismo día que yo. Estuvimos en el mismo distrito. El élder Jones llevaba solo un año de miembro, y su familia se había opuesto firmemente a su decisión de hacer la misión. Éramos varios los que gozábamos de mucho apoyo. Recibimos cajas de dulces y varias cartas semanales. Solo algunos amigos le escribían al Jones, y muy de vez en cuando.

Su familia no se oponía a su misión solo por cuestiones religiosas. El Jones tenía un talento deportivo. Durante mucho de su niñez, y toda su juventud, jugó a la pelota. Su familia hizo sacrificios para pagar su participación en clubes caros y llevarlo a partidos, que muchas veces les quedaban lejos de casa. Según ellos, sin embargo, había valido la pena porque una universidad le había ofrecido una beca para jugar a la pelota allá.

Todo eso lo había descartado para hacer la misión. Se sintieron traicionados.

Su llegada al campo misional le costó mucho. La gente no siempre era amable. Su compañero no sabía inglés y él estaba muy lejos de dominar el español. Y su familia seguía como si él no existiera. Había cambiado su vida de éxito deportivo, una educación universitaria segura, y harmonía familiar, por otra de vivir en un país ajeno donde no conocía a nadie, donde no entendía a la cultura, y donde su futuro estaba bien inseguro—aun después de la misión.

Mi amigo no fue el primero, ni será el último, en hacer grandes sacrificios por Dios. Debemos recordar que Lehi, y su familia, perdieron toda su gran fortuna después que él siguió los mandamientos del Señor, predicando el arrepentimiento y profetizando el fin del Reino de Judá.

Siglos antes, durante la época de Moisés, los Hijos de Israel ganaron su libertad, pero debemos recordar que ellos también perdieron mucha seguridad. En aquel entonces Egipto era un centro de comercio, y agricultura, bastante importante. Ellos estaban acostumbrados a comer bien. Cuando fueron al desierto con Moisés, comenzaron a pasar hambre—algunos, incluso, querían volver a Egipto y a la esclavitud en vez de enfrentar las responsabilidades que corresponden a la libertad.

Una de las cosas mejores de las Escrituras es que podemos leer el resultado final de estas historias. Una vez conquistada la Tierra Prometida, los Hijos de Israel se apoderaron de las casas, los campos, las pozas, y todo lo demás de los canaanitas. No empezaron su nueva civilización desde cero. Después de su viajes en el desierto, ganaron mucho más de lo que habían perdido.

Después de llegar a la Tierra Prometida, la familia de Lehi encontró oro, plata y otras riquezas con facilidad. Sus hijos llegaron a ser grandes líderes. Tantos eran los recursos, y tan grande su autoridad, que Nefi construyó un templo.

Aunque los babilonios nunca hubiesen venido a Jerusalén, los hijos de Lehi jamás habrían alcanzado tanta riqueza, ni puestos de liderazgo tan altos. A fin de cuentas, no perdieron absolutamente nada.

El élder Jones tampoco.

Terminó su misión con honor—incluso como líder. Se casó en el templo y él y su esposa tienen cuatro hijos. Tiene un buen empleo y goza de relaciones abiertas y amorosas con los familiares que no le escribían durante la misión.

No perdió absolutamente nada. De hecho, si usted se lo preguntara a él, le diría que su vida está mucho mejor ahora que habría sido si no hiciera la misión.

No creo que estos sean casos aislados. Es mi testimonio que Dios es fiel, y que las palabras del rey Benjamín son ciertas, Y en segundo lugar, él requiere que hagáis lo que os ha mandado; y si lo hacéis, él os bendice inmediatamente.

Es posible que usted se pregunte ¿Y por qué yo no?

 Está bien que el Padre Celestial bendiga a otras personas, pero me parece que me faltan bendiciones a mí. ¿Por qué ellos sí y yo no, si yo también soy una persona buena, y ya hice muchos sacrificios por guardar mis convenios?

Trataremos estas preguntas en mi artículo siguiente.

1 Comment

  1. Nuestros viajes en el desierto: las tribulaciones que parecen no acabar nunca – El Faro Mormón

    […] En mi último artículo, hablamos sobre los sacrificios que hacemos todos en la Iglesia y que Dios nos bendice cuando hacemos estos sacrificios. Pero ¿qué sucede con este hermano, y con otros como él? ¿Qué pasa con los fieles miembros de la Iglesia que hacen los sacrificios pedidos por el Padre Celestial y, en vez de sentirse bendecidos, se sienten maldecidos? […]

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