Los eruditos sugieren que Sebna fue el mayordomo y tesorero del Rey Ezequías (ver especialmente, Isaías 22:15–19, citado a continuación del artículo). Sebna era uno de los hombres malos de la Biblia y el Señor lo apartó específicamente para amonestarlo si no se arrepentía.
Leemos en las escrituras que Sebna había orgullosamente construido para sí mismo una sepultura magnífica para el descanso de su cuerpo o habitación (מִשְׁכָּן) perpetua. Alexander explica, “Algunos han supuesto que la מִשְׁכָּן hace alusión a la práctica oriental de construir tumbas de la forma (y frecuentemente de un tamaño) de una casa, y por otros que dan la idea, poéticamente, de la tumba como una ‘casa perdurable’ (בֵּית עולָם, literalmente, una morada eterna, בֵּית עוֹלָמו), siendo el nombre exacto que Salomón le aplica al mismo (Eclesiastés 12:5)”.
Henderson declara, “Los fenicios también llamaron al sepulcro, חדר בית עלם, la cámara de la casa eterna”. Barnes sugiere que muchos hombres deseaban construir un grandioso sepulcro para asegurar su inmortalidad, tal como los que se encuentran en los costados de las rocas de Petra.
Pensé en todo esto mientras caminamos por las calles del Cementerio Recoleta en Buenos Aires, donde cada mausoleo parecía competir con el otro es su grandiosidad. Cada sitio carísimo variaba en precio dependiendo de la ubicación (arteria principal vs. calles laterales más pequeñas) así como quiénes constituían sus vecinos. Lugares y vecinos prominentes significaban costos más altos.
Los dueños de estos mausoleos deben pagar un mantenimiento. Después de una generación, si estos lugares son abandonados, sus muertos son arrojados a una fosa común.
No estoy siendo quisquilloso en cuanto a Argentina, por supuesto, ya que tenemos nuestro propio cementerio, tal como el Cementerio General en Santiago, Chile, y hay similares en muchas partes del mundo. Pero mis pensamientos fueron transportados hacia Isaías, a Sebna, al Plan de Salvación y a nuestra verdadera morada eterna. Cristo ya ha pagado el precio por cada uno de nosotros a perpetuidad. Es a través de sus tiernas misericordias y gracia que nos fortalece y nos ayuda a superar nuestras debilidades.
Nuestro hogar eterno también requiere de nuestro esfuerzo. Lo estamos construyendo con cada decisión que tomamos en esta vida terrenal. El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Lo que elegimos hacer aquí determinará el tipo de vida que tendremos a lo largo de toda la eternidad”. [1] Aunque sé esto, sus palabras me llegaron en una forma muy especial a mi corazón. ¿Qué clase de morada estoy construyendo para mí mismo?
En Alma 41:14 vemos, “Por tanto, hijo mío, procura ser misericordioso con tus hermanos; trata con justicia, juzga con rectitud, y haz lo bueno sin cesar; y si haces todas estas cosas, entonces recibirás tu galardón; sí, la misericordia te será restablecida de nuevo; la justicia te será restaurada otra vez; se te restituirá un justo juicio nuevamente; y se te recompensará de nuevo con lo bueno”.
Isaías 22:15–19
15 Jehová de los ejércitos dice así: Ve, ve a este tesorero, a Sebna el mayordomo, y dile:
16 ¿Qué tienes tú aquí o a quién tienes tú aquí, que labraste aquí sepulcro para ti, como el que en lugar alto labra su sepultura o el que esculpe para sí una morada en una peña?
17 He aquí, oh hombre poderoso, Jehová te arrojará con violencia, y te asirá con firmeza;
18 te echará a rodar con ímpetu, como a bola por tierra muy extensa; allá morirás, y allá estarán los carros de tu gloria, oh vergüenza de la casa de tu señor.
19 Y te arrojaré de tu lugar y de tu puesto te derribaré.