(NOTA DEL EDITOR: Éste artículo de Viviana Cáceres, que fue publicado originalmente en su blog Sister Cáceres, lo ha sido republicado para El Faro Mormón.)
Hace un par de semanas tuve la oportunidad de asistir a una charla fogonera para misioneros retornados en una de las estacas de barrios de solteros de BYU. Tuvimos el privilegio de escuchar a James MacArthur, de la Universidad de Brigham Young, Ph.D. en psicología.
Comenzó por compartir una reseña de su propia vida, muy inspiradora.
Converso a los diecisiete, sirvió su misión a los diecinueve en Texas (en ese tiempo llamada la Misión hispano americana) aprendió español, estudio psicología, tuvo diez hijos, obtuvo su doctorado. Recientemente regreso como ex presidente de la Misión Rancagua Chile.
El nos explica lo que pasa en la transición Post-Mission.
Para muchos misioneros retornados su regreso puede ser un tanto nuevo, estar programado a despertar temprano, trabajar duro, estar con tu campañero siempre, seguir lo que planificas, etc. Y de la noche a la mañana ya no existe nada de eso, pero al regresar te adaptas a tu nueva zona de confort y aquí es cuando lo interesante comienza.
Quiero que te preguntes a ti mismo.
En esta escala, ¿donde te calificas?
«Quiero que todos se califiquen en la escala de 1 a 10 cuan mediocre eres después de la misión v/s lo que quieres ser.”
– Bueno, acabo de llegar de la misión y soy 8… ( puede decir alguien)
– Bueno, yo llegue hace un año y soy 5…
– Yo hace dos años. (pero tu respuesta es un silencio que llena tus pensamientos).
Inmediatamente comienzas a bajar en la escala, porque ya no estas en el campo misional, no es lo mismo, ya no lees las escrituras frecuentemente y vas al templo de vez en cuando.
¿Cumples tu llamamiento al 100%?, luego de un tiempo nos engañamos a nosotros mismos y caemos en el estado de «esta bien ser mediocre«. Sin embargo no lo admitimos, si lo hiciéramos nos caería como un vaso de agua fría. Solo nos decimos «estoy bien… “
Mi decisión personal es no ser mediocre, ¿verdad?
Presidente Thomas S. Monson nos dice en Predicad Mi Evangelio:
«Cuando el rendimiento se mide, dicho rendimiento mejora. Cuando el rendimiento se mide y se informa, el ritmo de mejoramiento acelera».
Recordemos que el rendir cuentas es nuestra responsabilidad, es parte del plan que Dios tiene para nosotros. El estará esperando para preguntarnos “¿Que has hecho con las oportunidades que te di?”
Entonces ¿qué estamos ofreciendo? ¿estamos ofreciendo una persona mediocre? ¿quieres ser un estudiante mediocre? ¿quieres ser un maestro orientador mediocre? ¿un contador mediocre? ¿una doctora mediocre? ¿un ingeniero mediocre? ¿un novio mediocre? ¿una madre mediocre? ¿un hijo mediocre?
Vas a la misión y cuando regresas notas cuanto creciste y aprendiste espiritualmente pero ¿qué pasa luego? Simplemente no es aceptable para nosotros la mediocridad.
Imagina que todos estamos conectado y tienes un «hilo mágico». Este hilo lo atas a las personas que conoces e influyes. Tù tienes la capacidad de atar hilos a tus investigadores, tus campaneros de misión, tu familia, tus ancestros y lo mas importante tu futura familia, es tú propio legado. ¿De qué manera estás atando estos hilos? ¿de una manera positiva? ¿puedes siquiera atar un hilo? o aun peor… ¿atas un hilo mediocremente?. Estamos conectados los unos con los otros, ¿quieres atar hilos firmes o débiles?
Cuando vamos al templo y aceptamos los convenios nuestros convenios tienen que ser excepcionales. No podemos darnos el lujo de actuar inconscientemente.
¿Con que características quieres atar tus hilos?
Fe, Esperanza, Caridad y Amor, Virtud, Paciencia, Humildad, Diligencia, Obediencia, Verdad.
¿Te recuerdan a alguien?