Mi intención no es detenerme directamente en el resultado del domingo. Sin duda hubo interesantes, y en ocasiones, acaloradas discusiones entre los miembros de la Iglesia respecto a que candidata los representaba mejor. Pero no es mi interés, por esta vez, detenerme en lo anterior. Lo que si llamó mi atención es el debate que se produjo en las últimas semanas, ese respecto a la relación de religión y política en la esfera pública. Más allá de la falta de sutileza e inteligencia en las declaraciones en uno y otro sector, que se parecen más a las rencillas entre ultramontanos y liberales decimonónicos, e incluso más allá de la válida discusión filosófica y política respecto al papel de la religión en el espacio público, mi intención es detenerme en una reflexión práctica de ese debate. ¿Cuál es la relación de los mormones y la política en Chile? y si esta relación es aún muy insipiente ¿Cuál debería ser la relación de los mormones y la política en Chile?
No es mi interés sobreabundar en lo que ya sabemos, la Iglesia es neutral en temas políticos. No está en las normas de la Iglesia respaldar de manera institucional una candidatura o grupo político determinado. Tampoco está dentro de los principios de la Iglesia el restringir la participación política y social de sus miembros, al contrario se les invita a participar en la manera que estos juzguen prudente. En una frase: somos nuestros propios agentes. Volviendo a las dos preguntas del primer párrafo, creo que la relación de los mormones con la política en Chile es limitada y tiene una explicación. A mi juicio seguimos siendo una religión relativamente nueva en Chile. La primera rama en nuestro país se estableció en julio de 1956. Frente a grupos como evangélicos, ortodoxos, judíos y católicos llegamos varios años, décadas y siglos después. Los procesos de inclusión en países como el nuestro son más lentos de lo que los más entusiastas gustarían. Además seguimos siendo una minoría muy pequeña, que aún necesita generar una cultura cívica importante entre sus miembros. Es por eso que considero un error cuando algunos miembros demasiado voluntaristas medio en serio, medio en broma, hablan de generar un movimiento político mormón. No obstante, de nuestra condición y de la experiencia ajena si podemos sacar conclusiones prácticas. Como aporte a la reflexión propongo tres, que paso a exponer a continuación:
1.- Nunca fue más verdadero que somos la levadura y no la harina. Algunos piensan de manera ingenua que los mormones al igual que los evangélicos pueden transformarse en un segmento de votos codiciados por los políticos del día. Creo que es un error pensar de esa manera. Los evangélicos son casi un 17% de la población, teóricamente ellos sí pueden decidir una elección (digo teóricamente porque también creo que es un error pensar en que son un voto homogéneo en lo político). Nuestra condición es bien distinta, primero somos un grupo que no supera el 1% de la población, segundo tengo la impresión de que somos un grupo heterogéneo políticamente (no hay datos que lo confirmen pero tampoco que lo nieguen) y tercero la Iglesia es neutral en asuntos políticos.
Todo lo anterior significa que tenemos dos caminos uno creer que los respectivos candidatos de la temporada electoral que corresponda buscarán acercarse a nosotros o el segundo que es entender que nuestra influencia no tiene que ver con nuestra cantidad o porcentaje en el censo sino con nuestra capacidad como SUD de transformarnos en líderes en nuestras comunidades. Ser levadura y no harina. Ese debiese ser el enfoque con el que los mormones deberíamos mirar nuestro rol, si es que queremos que exista, en la política nacional.
2.- ¿Qué es lo que nos corresponde? En Chile hay 346 alcaldes, ¿Cuántos alcaldes son mormones? ninguno, en Chile hay 2.224 concejales electos, ¿Cuántos concejales son mormones? no tengo conocimiento de ninguno (tengo la esperanza de que haya un par). Los datos son decidores, cuando mucho se habla de mayor igualdad o equidad en lo económico y social, no es menos cierto que la igualdad y la distribución del poder pasa también porque todas las formas de pensar se vean representadas en las autoridades que nos rigen. En Chile si estuviéramos proporcionalmente representados, desde el punto de vista político, deberíamos tener entre 3 y 4 alcaldes y entre 20 y 22 concejales. La verdad lo anterior no se trata de cuotas de poder, espero que no se me mal entienda. La obra de la Iglesia de Jesucristo es la de salvar almas no la de obtener mayor influencia política. Pero sus miembros deberíamos esforzarnos por ser una influencia positiva en nuestra comunidad. Nadie está pidiendo un presidente mormón ni un partido mormón. Solamente que seamos capaces de ser luz al mundo en las diversas áreas de la vida, de acuerdo a nuestro potencial.
3.- Sensibles ante la política: Finalmente la política no es todo. No hay nada más aburrido que escuchar a alguien hablar solamente de un tema, sea política, música o fútbol. Pero estoy convencido que las decisiones políticas de las autoridades y gobernantes de una región o país tienen mucha mayor influencia de la que le solemos asignar. Los miembros de la Iglesia deberíamos ser más sensibles respecto a este tema. Es gracias a la voluntad de los gobernantes que en muchas naciones se permite la enseñanza o no se permite la enseñanza de misioneros de tiempo completo con el Evangelio Restaurado. En la génesis de la restauración los mormones fueron perseguidos, con la vista gorda de las autoridades de la época. Hoy ante la falta de voces que procedan del mundo cristiano, muchos políticos hacen la vista gorda respecto a varios temas que nos interesan en nuestro país. Es por eso que por un asunto estratégico y de principios debemos de fortalecer la cultura cívica entre los miembros de la Iglesia.