«Al pasar Jesús, vio un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿Quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: Ni este pecó ni sus padres, sino que fue para que las obras de Dios se manifiesten en él» –Juan 9. 1-3.
El presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Russell M. Nelson, explicó: “Por razones que en general se desconocen, algunas personas nacen con limitaciones físicas. Puede que partes específicas del cuerpo sean anormales; podría haber un desequilibrio en los sistemas reguladores; y todos los cuerpos están sujetos a la enfermedad y a la muerte. No obstante, el don de un cuerpo físico es incalculable porque sin él, no podemos recibir una plenitud de gozo”.
Como parte del plan de nuestro Padre Celestial, experimentamos adversidad durante la vida terrenal. Aunque los detalles de nuestros desafíos serán diferentes, cada uno de nosotros afronta pruebas y tribulaciones imprevistas en lo físico, mental y espiritual, porque todas forman parte de nuestra experiencia terrenal. Independientemente de las dificultades o desafíos que enfrentemos, estos pueden ayudarnos a crecer espiritualmente y llegar a ser más semejantes a nuestro Padre Celestial y Jesucristo. Lo que el Señor le dijo al profeta José Smith en la cárcel de Liberty acerca de las pruebas también se puede aplicar a las personas con discapacidades: “… entiende […] que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien” (Doctrina y Convenios 122:7).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el término discapacidad como “cualquier restricción o impedimento de la capacidad de realizar una actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal para el ser humano” y especifica los siguientes tipos de discapacidades:
- Auditiva
- Física
- Intelectual
- Visual
- Sordoceguera
- Psicosocial
- Múltiple
Cuando pienso en la palabra discapacidad, me hace pensar muchas cosas y la vivo de cerca con mis hijos. Amanda y Agustín tienen autismo. Ha sido un proceso difícil poder comprender lo que esto significa, un proceso difícil de aceptación. Hoy aquí, en la Iglesia, me doy cuenta de que simplemente se trata de que todos somos diferentes y tenemos diferentes dificultades; como también, diferentes habilidades. A algunos de nosotros nos invade la depresión, enfermedades, discapacidades físicas o mentales, problemas sin resolver…. PERO a cambio tenemos diferentes dones; algunos son buenos cantando, otros dibujando, bailando, en las matemáticas, otros tienen talento para liderar organizaciones, otros para hacer reír a las personas, etc. y eso me hace pensar que, al final del día, todos somos discapacitados ante el Señor, pero nos ha creado con dones y con la habilidad, de que todos tengamos la oportunidad de llegar a ser dioses como Él lo es.
Todos tienen algo para contribuir. El élder Joseph B. Wirthlin dijo: “El Señor no llenó la tierra con una orquesta vibrante de personalidades solo para valorar a los flautines del mundo. Cada instrumento es preciado y aporta a la compleja belleza de la sinfonía. Todos los hijos de nuestro Padre Celestial son diferentes de algún modo; sin embargo, cada uno posee su hermoso sonido propio que agrega intensidad y riqueza al conjunto”.
La hermana Jean B. Bingham ha dicho: “Al igual que las estrellas, cada cual colocada en una órbita y ubicación particulares, nosotros también ejercemos influencia en quienes nos rodean. Debido a que eres único, hay cosas que solo tú puedes hacer, a tu manera particular, para bendecir [a los demás]”.
En ocasiones, todos podemos llegar a sentir que no encajamos en la Iglesia. Podemos sentir que, a causa de que nos vemos diferente, hablamos diferente, pensamos diferente o actuamos diferente, no formamos parte del grupo. Incluso podríamos sentir que no tenemos nada que aportar. Esto no es así. Cada persona es necesaria en la Iglesia de Jesucristo. “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (1 Corintios 12:12).
Ayudas para la vida
En la Biblioteca del Evangelio, aparece el tema “Ayuda para la vida” y pueden pinchar donde dice “Discapacidades”. Ahí se encuentra mucha informacion para ayudar a las personas con discapacidad y a nosotros mismos, ayuda para padre y/o cuidadores, para los lideres, para los maestros y estrategias didacticas para los niños con discapacidades, como tambien, simbolos del idioma del evangelio.
Quisiera compartir las respuestas que ahí aparecen a algunas preguntas que son bien comunes sobre las personas con discapacidad.
Para las personas con discapacidad
¿Cómo puedo ayudar a los demás a entender mi discapacidad?
Habrá ocasiones en las que necesite comunicar a otras personas que necesita ayuda, apoyo, adaptaciones o arreglos especiales debido a su discapacidad. A veces, puede ser difícil hablar de una discapacidad. A menudo, los demás desean ayudar, pero no son conscientes de las necesidades que usted tiene o no están seguros de cómo ayudar. Es posible que eviten preguntarle sobre su situación porque tienen miedo de decir algo equivocado o pueden pensar que la conversación será incómoda. Si usted no se siente incómodo al hablar sobre su discapacidad, muchas veces encontrará que quienes lo aman están dispuestos a escuchar. Ore al Padre Celestial para que le dé valor y guía sobre cómo hablar con las personas sobre su discapacidad. Reflexione sobre lo que le gustaría que los demás supieran sobre usted. ¿Cuáles son sus puntos fuertes? ¿Cuáles son sus dificultades? ¿Qué le ha resultado útil? ¿Qué talentos posee que podrían ayudarlo a servir a los demás?
Comprenda que la mayoría de los miembros de la Iglesia están dispuestos a recibir orientación sobre cómo ayudar e incluir a quienes tienen discapacidades. Tenga en cuenta que sus hermanos y hermanas también podrían recibir inspiración sobre cómo ayudar.
El Espíritu Santo puede ayudar a los miembros, los familiares, los maestros y los líderes a saber cuándo tender una mano y cómo pueden ser de utilidad.
A continuación, se incluyen algunos consejos que debe tener en cuenta al ayudar a los demás a comprender sus necesidades y su situación:
- Sea paciente a medida que otros miembros aprenden sobre usted y superan los conceptos erróneos.
- Cuando pida un cambio, céntrese en lo positivo.
- Aclare lo que se dijo. Puede hacer esto repitiendo lo que entendió de la conversación o pidiendo a los demás que repitan lo que entendieron de la conversación.
- Esté abierto a diferentes puntos de vista o ideas sobre cómo lograr una meta y pregunte el parecer de los demás en cuanto a la situación. No crea que su manera es la única manera.
- Mantenga la conversación centrada en una necesidad específica. Si la conversación se va de tema, vuelva nuevamente al tema.
- Sea agradecido. Agradezca a los miembros por hablar con usted y estar dispuestos a escuchar.
Preguntas frecuentes sobre la participación en la Iglesia
- ¿Me puedo bautizar? Si tiene el deseo de bautizarse, hable de su deseo con alguien en quien confíe, como sus padres, su cuidador o un amigo. Comuníquese también con su obispo o presidente de rama. Ellos podrán ayudarlo a tomar la mejor decisión. En general, no se le niegan las ordenanzas si usted es digno, tiene el deseo de recibirlas y puede demostrar un nivel apropiado de comprensión y responsabilidad (véanse Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 38.2.1.8; Katie E. Steed, “¿Está mi hijo discapacitado listo para ser bautizado?”, Liahona, junio de 2020, págs. 18–21).
- ¿Puedo participar en las ordenanzas del templo? Si tiene el deseo de ir al templo, hágaselo saber a su obispo o presidente de rama. Él podrá ayudarlo a tomar la mejor decisión en cuanto a recibir las ordenanzas del templo y lo ayudará a prepararse para recibir dichas ordenanzas en el momento apropiado. En general, las ordenanzas no se le niegan si usted es digno, tiene el deseo de recibirlas y puede demostrar un nivel apropiado de comprensión y responsabilidad. También debe poder comprender los propósitos y el significado eterno de los templos. Una vez que haya recibido una recomendación para el templo, considere con espíritu de oración toda ayuda que pueda necesitar debido a su discapacidad. Asegúrese de comunicar sus necesidades por adelantado a alguien de su confianza o a un obrero del templo cuando entre al templo. En todos los templos hay obreros que están disponibles para ayudar a las personas que tienen discapacidades.
- ¿Puedo recibir el sacerdocio? Se anima a todos los varones dignos en edad de ser poseedores del sacerdocio a que reciban el sacerdocio. Si tiene el deseo de recibir el sacerdocio, converse con sus padres y hable de su deseo con su obispo o presidente de rama. En general, no se le niega el sacerdocio si usted es digno, tiene el deseo de recibirlo y demuestra un nivel apropiado de comprensión y responsabilidad (véase Manual General, 38.2.5.4).
- ¿Puedo servir en una misión? Muchas oportunidades misionales están disponibles para los miembros con discapacidades que tienen el deseo de servir en una misión. Si siente que el Espíritu lo anima a servir en una misión, comunique ese deseo a sus padres y al obispo o presidente de rama. Para conocer las oportunidades misionales para miembros con discapacidades, visite ChurchofJesusChrist.org/service-missionary.
Para las personas que somos cuidadores:
El esfuerzo que supone prodigar cuidados día tras día puede producir fatiga física y emocional, la cual puede afectar al bienestar de los miembros de la familia. Es importante que usted encuentre la manera de cuidar de usted física, emocional y espiritualmente. Nuestro Salvador nos invita con amor: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:28–30).
Si procura la ayuda del Señor con espíritu de oración, hallará las fuerzas para mantener el equilibrio en medio de las exigencias de la vida. Estos son algunos consejos a tener en cuenta a medida que busca maneras de cuidar de sí mismo:
- Oración y estudio diario de las Escrituras. “Consulta al Señor en todos tus hechos, y él te dirigirá para bien” (Alma 37:37). Haga del estudio de las Escrituras un objetivo de vida. Utilice el manual Ven, sígueme — Para uso individual y familiar durante su estudio de las Escrituras. Esto le ayudará a usted y a su familia a “aprender la doctrina, fortalecer la fe y fomentar una mayor adoración personal” (Russell M. Nelson, “Observaciones iniciales”, Liahona, noviembre de 2018, pág. 8).
- Mantenga una perspectiva eterna. Cuando contempla su vida con una perspectiva eterna, puede recibir fortaleza al saber que los desafíos de esta vida son temporales. Tal como dijo el Señor al profeta José Smith en cuanto a sus desafíos, “tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento” (Doctrina y Convenios 121:7).
- Viva el Evangelio. Al vivir cada día el Evangelio, el Espíritu Santo podrá fortalecerlo y consolarlo.
- Pida ayuda. Es importante que comparta la carga que en ocasiones supone cuidar de otra persona. Pedir ayuda puede resultar difícil, pero es necesario para poder cuidar de uno mismo. No tenga miedo de pedir ayuda a sus hermanos o hermanas ministrantes y a sus líderes locales. No se espera que lo haga todo usted solo.
«Y después viene el día de mi poder; entonces, los pobres, los cojos, los ciegos y los sordos vendrán a las bodas del Cordero, y comerán la cena del Señor, preparada para el gran día que ha de venir. He aquí, yo, el Señor, lo he hablado» (D. y C. 58:11-12).
«Y dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a tus vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Más cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos; y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden retribuir; pero te será recompensado en la resurrección de los justos» (Lucas 14:12-14).
Muchas veces he escuchado: “ah, a ella le paso esto, por haber sido una mala persona”, “por haber hecho esto mal” o ” todo se paga en esta vida”, etc. Al pensar en la historia del hombre ciego, muchas veces me he cuestionado qué hice mal y me remonto a mi niñez, cuando molestaba a una compañera de curso, y me siento súper mal por eso, hasta el día de hoy, porque mi hija mayor también ha sido molestada y pienso en todas las cosas que he hecho mal (que son muchas) y ahora entiendo que esa no es la razón por la que tenemos que pasar en esta vida por dificultades, sino que es para que las obras de Dios se efectúen en nosotros.
Este año me toco ser apoderada en el curso de unos de mis hijos junto a aquella compañera que molestaba y preparamos un baile juntas. Ella no tiene ningún rencor hacia mí y me he encargado de acercarme más a ella.
Cuando pienso en esas palabras –“para que las obras de Dios de manifiesten en [ella]”– recuerdo a Tamara Mansilla, una joven del barrio Llanquihue (Estaca Puerto Montt Chile) quien tiene una parálisis cerebral que le impide mover sus piernas y un brazo, asistiendo a una conferencia Para la Fortaleza de la Juventud (PFJ) y conmoviendo a todos los jóvenes participantes de su grupo con su testimonio de Jesucristo con el que fueron fortalecidos en el Señor. Me alegro de haber estado presente.
Cuando pienso en “para que las obras de Dios se manifiesten en él”, veo a mi tío Alejandro Mansilla, del mismo barrio Llanquihue, quien tiene un párkinson avanzado por lo que le cuesta mantenerse de pie, levantándose de su silla para dar su testimonio o un discurso, fortaleciéndonos con su fuerte Espíritu y sabias palabras.
Cuando pienso en “para que las obras de Dios se manifiesten en [ellos]”, pienso en mis propios hijos, y las cosas maravillosas que lograrán.
Yo sé que, si le pidiera el Padre que los hiciera sin ninguna discapacidad, Él lo haría, porque Él tiene todo poder. Pero también entiendo lo que significa “para que las obras de Dios se manifiesten en él”, y confío en mi Seños.
Tengo fe y esperanza en el futuro y la confianza en el Señor, de que todas estas cosas serán para nuestro bien.