Maestras visitantes. En años pasados estas dos palabras que se hablaban en cualquier reunión de la Sociedad de Socorro evocaban un sinfín de emociones tales como gozo, culpa, gratitud, molestia, paz, culpa, ánimo, frustración, amor, culpa. Algunas amaban este programa establecido hace casi 200 años; otras no tanto. Y la mayoría de nosotras ya sea que nos guste o no, hemos llevado un poco de culpa asociado con esto. Sin embargo, ahora no habrá más sentimiento de culpa y, como fue anunciado el 1 de abril de 2018, no habrá más maestras visitantes.
Durante la sesión de domingo por la tarde de la conferencia general, el Presidente Russell M. Nelson sorprendió a millones de miembros de la iglesia con un anuncio audaz: “Hemos tomado la decisión de jubilar la orientación familiar y el programa de maestras visitantes tal como los conocíamos. En su lugar, implementaremos un enfoque más nuevo y santo de cuidar y ministrar a los demás. Nos referiremos a estos esfuerzos simplemente como ‘ministrar’”.
Primero, permítanme asegurarles que esta es una zona firme y sin culpabilidad. No importa si tuvieron el 100% de las visitas o rechazaron ese camino en el pasado. No nos vamos a preocupar por cómo creen que deberían haber hecho las visitas de maestras visitantes todos esos años o cómo creen que deberían sentirse con el programa o con sus compañeras o sus hermanas asignadas. Esto no se trata del pasado, porque el programa está cambiando y como consecuencia, nosotras también.
Ahora estamos ministrando hermanas, confiando en el Señor, buscándolo y escuchándolo mientras cuidamos a nuestras hermanas. No habrá más informes ni mensajes mensuales. No habrá más listas que verificar. Simplemente cuidaremos de nuestras hermanas de la manera que ellas necesitan ser cuidadas: ministrandolas a la manera del Señor.
Cambios inspirados
Los cambios no son algo nuevo para la Sociedad de Socorro. En sus comienzos, la Sociedad de Socorro consistía en hermanas que iban y velaban por las necesidades temporales y emocionales de los miembros durante la construcción del Templo de Nauvoo. En 1916, se pidieron maestras visitantes para que también compartieran un mensaje espiritual. En 1923, se proveyeron mensajes uniformes para todas las maestras visitantes. Antes de 1944, la responsabilidad de la Sociedad de Socorro había sido recaudar donaciones caritativas para los necesitados, pero durante ese año el propósito cambió, y el rol de las maestras visitantes se enfocó más en lo espiritual (Hijas en Mi reino, 2011, 2017). A pesar de que su enfoque y formato han cambiado en los casi 200 años desde su comienzo, el propósito de la Sociedad de Socorro ha permanecido intacto: salvar almas.
La transición formal de “maestras visitantes” a “hermanas ministrantes” en realidad comenzó en octubre de 2017, cuando la recién llamada presidencia general de la Sociedad de Socorro anunció un cambio importante en el programa de las maestras visitantes. La hermana Jean B. Bingham, presidenta general de la Sociedad de Socorro, dijo: “Queremos ayudar a las hermanas a entender cómo cuidar y fortalecer a cada hermana. El manual de la Iglesia no habla sobre nuestras responsabilidades de enseñar una lección. Habla sobre cómo ‘las maestras visitantes verdaderamente llegan a conocer y amar a cada hermana, ayudarle a fortalecer su fe y brindarle servicio’”. La hermana Reyna I. Aburto, segunda consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro agregó: “Puede ser algo tan simple como escuchar con amor”.
Desde entonces, el programa de las maestras visitantes comenzó a alejarse de las visitas programadas mensualmente en donde compartíamos un mensaje de la revista Ensign o Liahona. La hermana Sharon Eubank, primera consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro, planteó una pregunta: “¿Qué se supone que haremos?”. Su respuesta fue simple y profunda: “Haz lo que ella necesita”.
El programa de las maestras visitantes siempre ha consistido en ayudar a nuestras hermanas en sus necesidades espirituales y temporales. Ha sido el programa de cuidado para las hermanas de la Iglesia desde la organización de la Sociedad de Socorro bajo la autoridad del sacerdocio mediante José Smith en marzo de 1842. El Profeta dijo que los esfuerzos organizados de las hermanas eran “no sólo para ayudar al pobre, sino para salvar almas”. Eso es justamente lo que el programa de las maestras visitantes ha hecho.
Entonces, ¿por qué cambiar algo que ha estado ahí por décadas? Porque el cambio viene por revelación, y somos una iglesia de revelación divina y viva. El evangelio permanece igual, pero la organización de la Iglesia cambia como el Señor lo considera oportuno. Eso incluye programas duraderos como la orientación familiar y las maestras visitantes.
Por casi 100 años, las maestras visitantes han ido de dos en dos a los hogares de las hermanas para compartir un mensaje mensual. Ahora tenemos el deber de ayudarnos a ministrar de acuerdo a sus necesidades. Los informes mensuales serán reemplazados por entrevistas trimestrales, donde podemos sentarnos frente a frente con las líderes de la Sociedad de Socorro mientras hablamos con amor y fe acerca de las hermanas que debemos cuidar y de cómo salvar almas de manera más efectiva.. Sí, las cosas están cambiando. Las visitas de maestras visitantes fue algo que ya hicimos. Pero hermanas ministrantes es lo que somos ahora.
De enseñar a ministrar
Como la nueva presidenta de la Sociedad de Socorro llamada hace unos años, sentí el peso de las necesidades de las hermanas de mi barrio. Oré fervientemente para recibir dirección, paz, sabiduría y fortaleza. Quería darle a cada hermana todo lo que ellas necesitaban. Fue un privilegio grande y sagrado, pero uno que aprendí que no era solo mio.
Comencé inmediatamente a enfocar mis esfuerzos en el programa de las maestras visitantes en nuestro barrio y pronto me di cuenta que, a pesar de que el número de nuestras visitas era fuerte y el sentimiento era sobre todo positivo, aún había desinterés por parte de algunas hermanas. A algunas no les gustó la persona que se les asignó visitar. Otras se sentían muy ocupadas. Algunas no creían que las hermanas que se les asignaron necesitaban maestras visitantes. E incluso unas pocas sentían que el programa las “forzaba” a hacer amistades con otras hermanas.
Oré mucho por este asunto. Sabía que quería darle a las hermanas una nueva perspectiva.
Con la aprobación del obispo, le pedí a los hermanos de nuestro barrio dar la clase de Mujeres Jóvenes y de la Primaria para que de ese modo pudiera tener a todas las hermanas en nuestra clase de la Sociedad de Socorro ese domingo. Con una consejera en cada puerta y una sala llena de mujeres, dejé caer la bomba: “Gracias a todas por venir a nuestra clase especial de la Sociedad de Socorro. Hoy hablaremos sobre… las maestras visitantes”. Perdí mentalmente un varias de las hermanas en ese momento. “¡No se vayan!” reí y supliqué al mismo tiempo. “No es lo que piensan. De hecho, quiero anunciar que ya no estaremos haciendo visitas en nuestro barrio”.
Ahora las hermanas sí me estaban escuchando.
“Me gustaría hablar sobre el alcance de la visitas”. Mi anuncio provocó la mismas miradas de asombro que todos nos dimos unos a otros durante este anuncio en la reciente conferencia general de abril. Pasé los siguientes 30 minutos hablando sobre qué era el “alcance de visitas”: enfocarse en las necesidades de las hermanas (no en la “lista de verificación” de las maestras visitantes), orar diariamente por las hermanas y buscar y actuar por inspiración. Las alenté a hacerse cuatro preguntas mientras hacías estas cosas:
-¿La conozco?
-¿Estoy esforzándome por amarla?
-¿Sus necesidades están siendo atendidas ?
-¿Ella se está acercando más a Cristo?
Las visitas y los mensajes mensuales ya no se requerían. Fue un cambio de enfoque (o quizás un reenfoque) a lo que en realidad consistía el programa de las maestras visitantes: lo que sus hermanas necesitaban.
Nos esforzamos por tener esta misma mentalidad de servicio como el de Cristo en la Sociedad de Socorro de nuestro barrio y ahora estos esfuerzos están siendo apoyados en mayor medida con el nuevo enfoque en la ministración. Ya no verificamos ninguna lista. En vez de eso, amamos a nuestras hermanas. Podemos llegar a conocerlas en situaciones que se adecuen a sus necesidades. Podemos esforzarnos por amarlas en este enfoque más sagrado sin la presión y el sentimiento de culpa por los plazos. Podemos ayudarles a crecer y estar más cerca de Cristo mediante algo tan simple como amarles y servirles.
Ser una hermana ministrante nos permite ver más allá de un programa estructurado directo al Señor para que nos guíe. Es el espíritu de la ley sin la letra de la ley. Al seguir el espíritu, podemos ayudar a satisfacer sus necesidades de la manera que el Señor quiere que lo hagamos.
¿Qué necesita ella?
Cada hermana es diferente, y así mismo lo son sus necesidades. Este cambio a ministración nos permite enfocarnos realmente en las necesidades individuales y personales de las hermanas a las cuales cuidamos. Pero, ¿cómo podemos saber cuáles son sus necesidades? Planteé esta pregunta durante una clase reciente en la Sociedad de Socorro. Una hermana levantó su mano incluso antes de que yo terminara de hablar. “Pregúntele”, dijo ella claramente.
Parece una respuesta obvia, pero muchas de nosotras tenemos miedo de preguntarle a nuestras hermanas qué necesitan. Podemos tal vez sentir que no queremos entrometernos o que estamos sobrepasando los límites. Pero una de las mejores maneras de descubrir cómo está la hermana a la cual ministra es preguntandole cara a cara.
Otra manera de conocer las necesidades de la hermana es simplemente conocerla. A veces no decimos lo que necesitamos o incluso no nos damos cuenta de lo que necesitamos. Al llegar a conocer a nuestras hermanas, podemos descubrir las necesidades que tienen y así ofrecerles ayuda específica sin esperar a que la pidan.
Una manera de conocer a su hermana es agregarla como “amiga” o “seguirla” en sus redes sociales. Esto nos permite descubrir sus intereses, celebrar sus éxitos y conocerla de una manera diferente. Una de las mejores formas de saber lo que nuestras hermanas necesitan es la inspiración. Nuestro Padre Celestial sabe lo que Sus hijas necesitan y si estamos activamente buscando y escuchando esas impresiones, Él puede decirnos cuáles son esas necesidades.
Ocurrió un ejemplo de esto en mi propia vida. En el año 2001 tuve que someterme a una histerectomía médicamente necesaria. Fue un tiempo difícil para mi. Contraje una infección en mi estómago y necesitaba una cirugía de emergencia 12 días después. La recuperación fue lenta y estaba luchando con algunos sentimientos muy profundos. Había tenido endometriosis desde que era una adolescente. Los efectos secundarios eran ciclos menstruales dolorosos e irregulares y niveles de testosterona más altos. Me sacaba los bigotes y le lloraba a mi mamá diciéndole lo difícil que era para mí sentirme femenina. Y ahora no tenía útero. Así que esa era mi identidad.
Un día lloré mientras me preguntaba si me sentiría femenina de nuevo, si me sentiría como una mujer otra vez. Cuando me hube recobrado lo suficiente de mis cirugías para tomar un baño, me quedé bajo el agua caliente por una largo rato. Encendí una vela que una hermana de mi barrio me había dejado unos días antes. Ella no era mi maestra visitante o una amiga cercada en ese tiempo. Ella simplemente siguió una impresión. “En realidad no es nada”, dijo ella mientras me entregaba una vela y una loción. “Solo sentí que debía traerlos”.
Después del baño, me sequé, me apliqué mi nueva loción y después comencé a llorar de nuevo. Con el olor de flores en mi piel, algo pasó dentro de mi. Por primera vez en semanas me sentí mujer otra vez. Me sentí completa.
Esta dulce hermana no tenía idea de mi lucha interior. Ella simplemente escuchó al Espíritu (a pesar de ser un pensamiento extraño y pequeño) y me trajo un regalo. Ella me ministró. Y al hacer eso me dio el regalo que más necesitaba: sanación. Cuán agradecida estoy por ella y por otras hermanas que prestan atención a las impresiones.
Podemos ministrar a nuestras hermanas de diferentes formas como visitarlas en sus hogares, enviarles mensajes de texto, con visitas inesperadas, llamadas telefónicas y actos de servicio. Puede ser cualquier cosa desde ir a la tienda de helado de yogurt hasta pasar tiempo cuidando de sus hijos. Sin embargo, no se nos requiere saber cada una de las necesidades de nuestras hermanas. Al escuchar al Espíritu, sabremos cuáles son las necesidades que el Señor quiere que sepamos y cómo podemos ministrarles de maneras que sea lo más beneficioso para todos.
No estamos solas. Nuestro compañerismo ministrante son más que dos hermanas. Este compañerismo incluye a nuestro Padre Celestial, Jesucristo y ángeles alrededor de nosotras. ¿Por qué? Porque esta obra es sagrada. Se trata del propósito mismo de Dios, “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Y se nos ha pedido unirnos a los cielos en esta obra, no solo para ayudar con las necesidades de aquellos a quienes ministramos, sino también para permitir que Dios nos ayude con las nuestras.
Esta historia apareció en la edición de julio/agosto de 2018 de la Revista LDS Living.
por Michelle Wilson
Michelle Wilson es esposa, madre, autora de best-sellers y oradora de inspiración SUD muy conocida. Le habla y escribe a mujeres adultas y jóvenes para ayudarles a aumentar su confianza, paz y gozo mientras luchan con ellas mismas, con sus relación con Dios y otras personas. Es la autora de “A Perfectly Imperfect Mom”, “The Beautiful Balance: Claiming Personal Control and Giving the Rest to God”, y “Does This Insecurity Make Me Look Fat?”.
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