¿Nunca has estado en una clase o escuchando un discurso, en plena reunión sacramental, y escuchas de pronto al exponente decir, así, sin más ni más, una frase o sección completa de la investidura del templo y seguir tan campante? ¿Qué sentimiento tienes en tu espíritu cuando esto sucede? Algunos, como tú y yo, pasamos de la sorpresa inicial al desencanto y nos preguntamos por qué el hermano se sintió tan así de pronto con esa libertad de usar las cosas sagradas sólo para amenizar su discurso y hacerlo parecer interesante. Seguramente, como buen cristiano, no hiciste nada al respecto en ese momento, para no llamar la atención. Y quizás hablaste después con el obispo en privado, que es lo debido, para que pueda corregir al hermano con toda discreción, cariño y sabiduría.
Pero cuando esto sucede muchos otros hermanos reaccionan de manera diferente a ti y a mí y se sienten más bien justificados a hacer lo mismo. Y en ocasiones parece que se crea una especie de moda o epidemia que para quienes han hecho convenios en el templo resulta por lo menos irreverente o preocupante. ¿De qué manera aconsejar a los hermanos sin ser parte también de ese problema? Pues… desde las mismas escrituras.
Hay varias que puedes usar. ¿Te sorprendería, por ejemplo, saber que Pablo de Tarso se refirió en una ocasión a este mismo problema? En el artículo «Discreción sobre las cosas del templo» te comparto este útil pasaje de escritura junto con algunas impresiones que te ayudarán a influir en otros, en lo mejor de tu alcance y de manera amorosa, para conservar las cosas sagradas pues… sagradas. Sin duda eso ayudará a mejorar el espíritu de reverencia en tu barrio y a comunicar mejor las cosas del Espíritu Santo. Acompáñame en esta exploración sobre la reverencia del templo a través de las Escrituras. Haz click aquí para leer y compartir este artículo.