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Presidente Cook: «Todos extrañaremos al élder Richard G. Scott» 

Presidente Cook: «Todos extrañaremos al élder Richard G. Scott»
«Su ministerio fue al individuo y sus ojos siempre estuvieron abiertos para aquellos a quienes él podía elevar y ayudar a aliviar sus cargas».

El siguiente artículo es una traducción del original escrito por el presidente David L. Cook, de la Misión Chile Santiago Sur para El Mensajero, un boletín interno de dicha misión, publicado hoy 23 de septiembre de 2015. Publicado con su permiso. Read in English.

SUPIMOS LA TRISTE noticia de que el élder Richard G. Scott falleció tranquilamente junto a su familia el día de ayer. Ya han sido tres los gigantes que hemos perdido en los último meses y todo esperamos con anticipación las noticias de a quiénes el Señor ha preparado para el apostolado. La hermana Cook y yo queremos compartir algunos de nuestros recuerdos personales de nuestras interacciones con el élder Scott.

Leer también: «Richard G. Scott muere a los 86 años de edad».

El presidente David L. Cook, junto a su esposa Kathleen, de la Misión Chile Santiago Sur. | Foto: Facebook.
El presidente David L. Cook, junto a su esposa Kathleen, de la Misión Chile Santiago Sur. | Foto: Facebook.

En el verano de 1995, yo servía en la presidencia de la Misión Rochester, en Nueva York, cuando el élder Scott visitó la misión, tan solo unos meses después de falleciera de cáncer la hermana Scott. En ese oportunidad, así como en todas las que siguieron con el transcurso de los años, él habló sobre su querida Jeanene. Cuando se refirió a eso lo hizo con mucha ternura. Siempre parecía que como si el velo fuera muy delgado para él.

En 1998, nuestra estaca fue inesperadamente reorganizada dado que nuestro presidente de estaca, quien llevaba sirviendo un año, fue transferido a otra estaca por su trabajo, y el élder Scott fue asignado a reorganizar la estaca. Él se reunión con la hermana Cook y yo para extenderme el llamamiento. Me miró con mucha atención y dijo: “En el nombre del Salvador y como su apóstol, te llamo a servir como presidente de estaca de la Estaca Palmyra Nueva York”. El poder con que hablaba era palpable.

Varios meses más tarde, fue asignado para asistir al Espectáculo del Cerro Cumorah y para inspeccionar los sitios históricos de la Iglesia y se me pidió que lo transportara. Una tarde, él habló al elenco del espectáculo y les contó una historia de cuando era presidente de misión. Él servía en Argentina y el élder Spencer W. Kimball visitó la misión. Un noche se dió cuenta de que el élder Kimball había dejado sus escrituras en la mesa de la cocina cuando se fue a acostar. El presidente Scott se quedó toda la noche copiando las referencia de las escrituras que el élder Kimball había marcado. Explicó que esperaba ganar mayor entendimiento de los versículos que eran considerados significativos para un apóstol. Cuando despertó el élder Kimball, encontró al presidente Scott aún estudiando las escrituras sobre la mesa de la cocina.

El élder Scott dijo, al elenco del Espectáculo del Cerro Cumorah, que se sintió avergonzado y le pidió disculpas al élder Kimball quien bondadosamente lo aseguró que no había problema. Pocas semanas después, el presidente Scott recibió una carta del élder Kimball agradeciéndole por su hospitalidad e incuyó una lista con cada referencia y nota marcada en sus escrituras.

Nuestro hijo mayor, Jared, había regresado de su misión hace poco y me acompañó a llevar al élder Scott a los sitios históricos de la Iglesia. Cuando el élder Scott se enteró que ambos habíamos servido en misiones en español solo habló por la siguiente hora. Tenía un interés especial por nuestro hijo y le dio algunos importantes consejos que yo les he traspasado a cada misionero que termina su misión. Le pidió a Jared que buscara un lugar donde pudiera estar solo y contemplar su misión y las lecciones aprendidas. Entonces, le dijo, que hiciera una lista con declaraciones breves sobre los principios espirituales que él había aprendido como misionero. Luego, le pidió que escribiera e hiciera un compromiso que correspondiera con cada principio.

Durante esa visita, compartió con nosotros su amor por la naturaleza y comentó que, siempre que le era posible, salía a escalar las montañas y cañones sobre Salt Lake City. El ya tenía setenta y tantos y el personal de seguridad de la Iglesia estaba preocupado por su seguridad en las montañas. Se rió entre diente y nos contó le habían hecho llevar un teléfono satelital.

Nos dijo que era en las montañas y en los templo donde él se sentía más cerca de Dios y de su querida Jeanene. Aunque era muy conocido y una figura pública, él entendía la necesidad de buscar la soledad para recargarse, contemplar y buscar la dirección del Señor. Me aconsejó que nunca estuviera tan ocupado como para perder mi soledad.

En octubre de 2009, estuve con el élder Scott como parte de una asignación durante un fin de semana. Mientras nos encontrábamos justo, me dijo repentinamente, “si en algún momento sirves como presidente de misión…” y me dio muchos consejos profundos que han permanecido conmigo. He tratado de seguir cada detalle de lo que él compartió conmigo obedientemente.

Ese mismo fin de semana, habló a los presidentes de misión del Área Norteamérica Noreste. Estábamos en una cena con los presidentes de misión y sus esposas en un hotel en Washington D.C. cuando él comenzó a hablar sobre su misión con su esposa en Argentina, describió cómo su misión fue extendida por un año más y bajo que condiciones trabajaban. Había 32 horas en auto desde un extremo de la misión al otro. Las condiciones eran primitivas en la mayor parte de la misión. Él usaba una camioneta 4×4 y ponía un colchón atrás, donde él y la hermana Scott pasaban las noches cuando viajaban a visitar a sus misioneros. Esa noche escuché y supe que el sacrificio que él hizo como presidente de misión es, probablemente, inigualable en nuestra era moderna.

En 2011, fui asignado como su compañero menos por un fin de semana. Consistía en una reunión con los misioneros de la Misión Rochester, líderes del sacerdocio de ocho estacas y una conferencia en nuestra estaca. Muchas cosas puedo resaltar de ese fin de semana y la primera es que me pidió que lo llevara al Templo de Palmyra el domingo de mañana antes de que la conferencia de estaca comenzara. Ya que era día domingo, el templo estaba cerrado, asi que llamé al presidente del templo y le pregunté si nos podíamos reunir en el templo. Entramos y el élder Scott solicitó estar a solas en el Salón Celestial, por lo que lo esperé ahí por unos momentos. Cuando nos fuimos al centro de estaca, nos encontramos con una familia cuya hija pequeña minusválida tenía programada una serie de cirugías mayores y ya había tenido otras anteriores. La pequeña no podía hablar y esta obviamente asustada por los extraños que la rodeaban. El élder Scott la tomó en sus brazos y tiernamente acarició su cabeza, le habló con voz baja y entonces le dimos una bendición. Fui testigo del poder sanador y el don del santo apostolado.

Durante esa conferencia de estaca, el élder Scott decidió jugar a la búsqueda de las escrituras conmigo y hizo ponerme de pie mientras él citaba escrituras de memoria, versículo tras versículo y me pedía que nombrara la referencia. Se imaginan lo estresado que estaba, pero él lo estaba pasando muy bien mientras yo me retorcía.

Luego de la conferencia lo llevé a nuestro hogar para la cena del domingo. Nuestro hijo mayor y su familia estuvieron con nosotros ese día. Cuando llegó, nuestra nieta estaba jugando en la sala. El élder Scott saludó a cada uno y luego fue directo donde nuestra nieta, se arrodilló en el suelo con ella comenzó a hacer dibujos con ella. El pensamiento que nos vino a la hermana Cook y a mi al observar esa tierna escena era simplemente “a estos, mis hermanos más pequeños”.

El élder Richard G. Scott arrodillado dibujando con la nieta de los Cook. | Gentileza David L. Cook.
El élder Richard G. Scott arrodillado dibujando con la nieta de los Cook. | Gentileza David L. Cook.

Es común, para los miembros de la Iglesia, pensar en los Hermanos como fuera de nuestro alcance. Sin embargo, por favor recuerden que el élder Scott era un mestizo. Se crió en Washington D.C. en una familia en la que no todo era miembros. Nunca consideró servir una misión sino hasta que su novia, que más adelante sería su esposa, le dijo que solo se casaría en el templo con un misionero retornado. No estaba preparado para servir una misión, pero se sometió al Señor y siguió el camino del discipulado. Nunca sirvió como obispo o presidente de estaca. Servía como secretario de estaca al momento de ser llamado a servir como presidente de misión. El camino del verdadero discipulado no lleva ningún título o honor sino el de discípulo. Ese camino cambió su vida y la de incontables otros que él tocó. Ese camino hará lo mismo con ustedes. Esperamos que sientan, de nuestra limitada experiencia, que el élder Richard G. Scott fue un amable y compasivo siervo. Él fue a buscar de los necesitados, inspiró y elevó a aquellos que, en ocasiones, son pasados por alto. Él tocó el corazón de un niño y fortaleció a misioneros y a sus presidentes de misión por todo el mundo. Su ministerio fue al individuo y sus ojos siempre estuvieron abiertos para aquellos a quienes él podía elevar y ayudar a aliviar sus cargas. Todos le extrañaremos.

–Presidente y hermana Cook.

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