Hace unos meses, tuvimos una conferencia especial para todo Chile, con varias autoridades generales. El élder Bradley D. Foster compartió un proverbio chino que me fascinó y que necesitaba escuchar. Más o menos algo como:
“Hace años, en un pueblito en China, vivía un campesino que tenía un hijo, un terreno y un potro. Un día, el potro se escapó de su corral. Sus vecinos llegaron a compadecerlo por su pérdida, pero él les contestó, ‘Quizás sea malo, quizás sea bueno’.
Unos días después el potro retronó acompañado de una manada de yeguas. Los habitantes del pueblito llegaron a felicitarlo. El campesino les contestó lo mismo de siempre, ‘Quizás sea malo, quizás sea bueno’.
El hijo del campesino, durante la amansa de las yeguas, fue corcoveado y se quebró un hueso. Los vecinos volvieron a compadecerlo una vez más. Él les respondió, ‘Quizás sea malo, quizás sea bueno’.
Poco tiempo después, todos los jóvenes fueron reclutados para combatir en una guerra, pero el hijo del campesino no pudo ser inscrito por su pierna fracturada que todavía no había sanado del todo. Ninguno de los jóvenes que fueron a la guerra en ese pueblito sobrevivió la guerra.”
Moraleja
Con el tiempo me he dado cuenta de que muchas cosas que en un principio me parecían desastrosas, al analizarlas, han resultado ser grandes bendiciones u oportunidades.
Poco después de casados, postulé a un trabajo en un lugar muy bello. Estaba muy calificado para el puesto y con mi esposa, estábamos seguros de obtenerlo. Pero no fue así. Estuvimos desconsolados ya que nos habíamos hecho los crespos. Lo que no comprendíamos en ese entonces, es que el Señor tenía otro empleo en mente para mí. Uno que ayudaría a que se cumpliera mi bendición patriarcal y que me permitiría desarrollar talentos escondidos.
Estos últimos meses he escuchado y leído varias sugerencias positivas de los líderes de la Iglesia y de otros miembros. Por éstos he llegado a comprender mucho mejor, que una parte vital de nuestra vida terrenal es aprender a lidiar con desafíos en forma positiva. Sabiendo del gran amor que Cristo tiene por nosotros, podemos cambiar la pregunta típica, “¿Por qué me pasa esto a mí?” por otra más provechosa, “Padre, ¿qué deseas que aprenda de esta situación?” Esta última pregunta me ha ayudado a sentir más empatía por personas que están sufriendo. Es una consulta que he sentido que el Señor me ha ayudado a contestar repetidamente.
También he visto como el Señor me ha transportado de un lugar a otro, en el que quizás no quería estar, por motivos importantes que se revelaron en su debido tiempo.
Entonces, cuando pase algo aparentemente terrible en nuestras vidas, sepamos que muchas veces existen bendiciones tras esos episodios. Estas mismas circunstancias nos acercan más al Padre y a su Hijo Amado. Entonces, la próxima vez que tenga desafíos en su vida no piense que automáticamente será algo malo. Quizás será algo bueno, buenísimo. Algo que nos ayudará a ministrar por medio del amor puro de Cristo. En las eternidades veremos los grandes designios del Señor y sus múltiples bendiciones. Pero podemos desarrollar ojos para ver ahora y percibir estas situaciones en su contexto apropiado. Deseo testificar del gran e intenso amor que el Padre y nuestro Redentor tienen por cada uno de nosotros. Realmente es bueno estar aquí y estar pasando por nuestro turno en esta bella vida.