En la primera parte de este artículo compartí un ejemplo de mi vida laboral y cómo el Señor me tomó de la mano y ayudó por medio de la revelación personal.
Aquí comparto una asignación que sentí de parte del Espíritu.
Isaías testifica de Cristo
Hace casi treinta años, mientras leía el Libro de Mormón, tuve una experiencia en la que me sentí fuertemente impelido a estudiar el libro de Isaías.
A Oliverio Cowdery, cuando intentó la difícil tarea de traducir los manuscritos antiguos asociados con el Libro de Mormón, el Señor lo reprobó con estas palabras: “He aquí, no has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme” (DyC 9:7).
También había pensado, en un inicio, que todo lo que tenía que hacer era simplemente pedirle ayuda a Dios y que las palabras de Isaías me serían tan claras como a mis antepasados judíos (ver, por ej. 2 Nefi 25:5). Aprendí, en cambio, que sería un trabajo arduo que requeriría mucho esfuerzo. Me demoré más de dos décadas para terminar el libro Isaías testifica de Cristo (3ª edición).
El élder B. H. Roberts enseñó que «Requiere esfuerzo –intelectual y espiritual–para comprender las cosas de Dios, incluso las cosas reveladas por Dios. En ningún tipo de esfuerzo humano sobresalta el aforismo ‘no hay excelencia sin trabajo’, que en el de adquirir conocimiento de las cosas de Dios. El Señor no le ha dado ningún valor a la ociosidad o a la indiferencia… la verdad aquí defendida: el logro en las cosas divinas, el progreso en el conocimiento de ellas viene sólo con un gran esfuerzo, el esfuerzo ferviente, la búsqueda decidida» (El curso de teología para los Setenta, tomo 5).
Sentí, entonces, la misma amonestación del Señor a Oliverio Cowdery, y me quedó claro que recibiría ayuda divina, pero que primero tendría que hacer ese esfuerzo “ferviente y decidido”.
El proceso de escribir el libro Isaías testifica de Cristo requirió, entre otras cosas, estudiar lo que los profetas y apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días habían dicho sobre cada versículo, desde los tiempos del Profeta José Smith hasta el presente. Pero hay muchísimos versos en que ellos no se han pronunciado.
En el proceso de estudio comparé cada versículo a las ediciones de otros idiomas de la antigüedad, incluyendo el hebreo, el arameo, el griego, el latín, y los royos del mar muerto entre otros. Tuve que encontrar traducciones de estos libros al inglés o al español y también meterme y penetrar en los idiomas de la antigüedad.
Utilicé más de treinta ediciones de la Biblia en inglés y español, y más de cuarenta comentarios sobre las escrituras por autores judíos, y por cristianos de otras religiones y la nuestra. Tomé muy en serio la escritura que nos exhorta: “buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (DyC 88:118).
Durante el primer capítulo de Isaías, reflejaba preocupadamente, «Nunca entenderé este capítulo».
Me pasó lo mismo con cada uno de los primeros cuatro o cinco capítulos. Eventualmente cambié mi noción a: «Este capítulo es tan difícil como los que he completado, sin embargo, con el esfuerzo y la ayuda del Señor, con el tiempo llegaré a un entendimiento».
Sin embargo, sí llegué a obtener una especie de comprensión.
Después de estudiar profundamente, utilicé la enseñanza del Señor en esa misma escritura dirigida hacia Oliverio Cowdery: “Pero he aquí, te digo que tienes que estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere causaré que arda tu pecho dentro de ti; por lo tanto, sentirás que está bien” (DyC 9:7). De esa manera me sentí guiado por la mano del Señor.
Al principio cada capítulo me tomó siete meses para completar. Estaba limitado a unas dos horas de estudio al día. Con el tiempo logré trabajar un poco más rápido, especialmente una vez jubilado. Aun así, tardé dos décadas para completar el libro.
Fue un trabajo de gozo y de amor, pero me he dado cuenta de que podría dedicarle el resto de mi vida a esta labor y nunca terminar.
El estudio de las Escrituras es muy parecido a entrar en una habitación y descubrir que hay puertas y ventanas contiguas que ofrecen información adicional. Y esas nuevas habitaciones tienen aún más puertas y ventanas, y así sucesivamente.
Bendiciones a través del proceso
Una gran promesa de DyC 88:78 es: «Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os conviene comprender».
Recibí muchísimo conocimiento en el proceso, y pude defender al profeta José Smith.
También sentí la mano del Señor ayudándome constantemente.
Hacia el fin de esa edición del libro, me pasó algo muy interesante. No me acuerdo exactamente cuál fue el capítulo, pero el Señor me bendijo grandemente con una muestra de su cariñosa y bondadosa misericordia (Jésed, חֶ֫סֶד).
Antes de comenzar el estudio de ese capítulo, el Señor me reveló exactamente de qué se trataba, justo lo que había equivocadamente pensado que ocurriría desde el principio.
Cuando me tocó iniciar el próximo capítulo, tuve que llevar a cabo el mismo tipo de estudio rigoroso que en los capítulos anteriores. Siento que ese capítulo revelado por el Señor fue una muestra de complacencia de parte del Señor, una indicación de que estaba aceptando mis mejores esfuerzos.
Casi cada vez que releo una escritura encuentro significado e inspiración adicional. Particularmente me encanta leer y releer el mismo pasaje una y otra vez a lo largo de varias semanas. He sentido fuertemente el proceso de revelación al empaparme en las escrituras. A medida que voy estudiando, me doy cuenta de lo poco que sé.
Ya tienes ese libro
En el año 2000, oré para que el Señor me ayudara a encontrar uno de los antiguos textos que necesitaba para mi estudio de Isaías. Quería encontrar la versión caldea de las Sagradas Escrituras, para acompañar las otras de la antigüedad que ya tenía.
Un tiempo más tarde, pasó algo inesperado mientras visitaba una extensa tienda de libros usados. Mientras miraba los muchos libros (hay veces que me perdía por horas en ese lugar), el Espíritu me susurró que el tárgum era lo mismo que lo que también se conocía como el caldeo, un libro que ya tenía en mi colección. Me impresionó esta revelación ya que no había estado orando sobre eso últimamente. Sin embargo el Señor no había olvidado mi petición.
Mientras que me detuve a reflejar sobre lo que el Espíritu me acababa de susurrar, sentí una segunda ola de revelación: “¿Ves esos cinco tomos enciclopédicos sobre la Biblia al otro lado de esta sala? Compruébalo allí”. Se trataba de la enciclopedia bíblica por Hastings. Siguiendo los susurros del Espíritu me acerqué y busqué la palabra caldeo, y leí “CHALDEE VERSIONS.–See Targums,” o sea, “Versiones caldeas, ver Tárgums”. La palabra caldeo es un nombre más antiguo por lo que hoy llamamos tárgum.
Ese día había ido a esa tienda para comprarme un libro, era un regalo que me estaba comprando de parte de mi linda esposa, para mi cumpleaños. Sentí ahora que estaba recibiendo otro regalo, éste de parte de nuestro Padre Celestial.
Ahora, ¿qué?
Este es uno de muchos ejemplos que la ayuda que el Señor me otorgó mientras escribí el libro. Cuando lo terminé, hace varios años, le pedí una bendición de guía a un querido amigo y líder dentro de nuestra Estaca de Puerto Montt, Chile. Quería saber cómo el Señor deseaba que yo utilizara mi tiempo.
Este líder, en su bendición, no me dijo, “haz esto o este otro”, sino que me dejó claro que sería el Señor el que me mostraría en cada momento lo que debería hacer.
Por ejemplo, estaba por comenzar otro libro, Zacarías testifica de Cristo. Pero el Señor me dijo que no sería un libro que yo debería escribir. Han pasado varios años desde que publiqué el libro sobre Isaías, y he sentido la necesidad de volver a estudiar las palabras de ese gran profeta. He ido acumulando y multiplicando mis libros sobre él. Ya he estado haciendo algunos cambios de a poco.
He sentido claramente de que el estudio del libro de Isaías será, para mí, algo para toda mi vida.
También he sentido que el Señor desea que realmente aprenda el hebreo bíblico. Le he estado dedicando múltiples horas cada día estos últimos cuatro o cinco años. Hace varios meses un destacado profesor de hebreo bíblico, y autor de varios libros sobre el tema, se ofreció para ser mí guía y tomarme de la mano en esto. Cada día siento que estoy progresando más y más.
Siento que debo pagar ese precio de llegar a dominar el hebreo bíblico antes de tomar el próximo paso y dedicarme firmemente la 4ª edición del libro.
Mi libro sobre Isaías casi alcanza las mil páginas y la próxima edición será mucho más extensa. No conozco a una persona que haya leído este libro.
Pero no lo escribí para otras personas, lo escribí para anotar lo que el Señor quería que yo aprendiera.
Todo este estudio ha sido un gozo.
Wauuu es impresionante como el Señor te guía para hablar a tu mente y tu esperitu, gracias hno. Por compartir algo tan sagrado conmigo.
Yo quiero leer tus libros!! Dónde puedo conseguirlos? Muchas gracias 😊