… expresad los pensamientos que pondré en vuestro corazón, y no seréis confundidos delante de los hombres; porque os será dado en la hora, sí, en el momento preciso, lo que habéis de decir (DyC 100:5b–6)
El Profeta José Smith fue un ejemplo de una de las poderosas saetas bruñidas, que se convirtió en una “saeta pulida y bruñida en la aljaba del Todopoderoso” (History of the Church 5:401; TPJS, 1843-1844).
El Elder Orson Hyde enseñó: “Es cierto que Dios generalmente invoca a los analfabetos o a los que tienen poca educación para que lleven su nombre y testimonio al mundo [o en otras palabras, “lo débil del mundo” (DyC 1:19]. En esto, la política de nuestro Padre celestial difiere materialmente de la del mundo. Bajo su política, ninguno puede decir que las verdades importantes que el siervo de Dios está obligado a declarar son el resultado de su gran o superior aprendizaje. Pero la pregunta que quiero hacer es esta, ¿debe el siervo de Dios siempre seguir siendo una saeta sin brillo en la aljaba del Todopoderoso? Yo respondo, ¡no! … La inspiración de Dios a veces proporciona las palabras, pero más generalmente los pensamientos solamente. Entonces el flujo de un lenguaje correcto es altamente útil para transmitir esos pensamientos en forma lúcida y clara” (JD 7:68b).
Siempre me he considerado de lo débil del mundo. Recuerdo que una vez, años atrás, estaba cenando en Santiago con un grupo de personas que no eran de nuestra religión. La conversación tornó a los asuntos religiosos y particularmente el asunto sobre si los sacerdotes deberían casarse o no.
Por un tiempo guardé silencio, pero eventualmente dije, “Yo soy un sacerdote y estoy casado”. Todos los ojos y la atención se tornaron hacia mí y sospecho que mi huésped debe haber estado avergonzado por mi comentario.
Él procedió a decir que yo no era un sacerdote de verdad. Luego me preguntó cuánto tiempo había estudiado para el ministerio. Otra persona de las que estaba presente trató de defenderme e intentó evitar el espíritu de contención. Ella les contó a todos sobre el gran amor que yo tenía por las escrituras.
Nuestro huésped siguió insistiendo en que yo no era un verdadero sacerdote. El espíritu me fomentó a guardar silencio y a mantener la calma. Esto continuó durante un tiempo. En un momento determinado el mismo individuo me preguntó: “¿No es cierto que en tu iglesia cualquier hombre sin educación puede ser bautizado esta semana, y dentro de otra semana recibir el sacerdocio?”
Respondí que efectivamente esto era la verdad. Entonces, finalmente, llegó el momento para hablar. Sentí la impresión de decir: “¿Acaso no fueron los discípulos de Cristo hombres simples, pescadores; ninguno de los cuales estudió para el ministerio?”
Yo había hablado por el espíritu, como una saeta bruñida (Isaías 49:2a) en las manos del Señor. El espíritu se sintió fuertemente en ese momento. La escritura que se encuentra en D&C 100:5b–6 también se cumplió en mí ese día: “… expresad los pensamientos que pondré en vuestro corazón, y no seréis confundidos delante de los hombres; porque os será dado en la hora, sí, en el momento preciso, lo que habéis de decir”.
El Presidente Brigham Young enseñó: «Continúen predicando, estudiando y aprendiendo, por fe y oración, hasta que sus mentes y bocas se abran, y comprendan perfectamente el amor de Cristo … Prediquen la verdad simple y sin adornos; labren vuestra salvación con diligencia, y hagan lo que le garantice… un título innegable a la vida eterna. Si sienten la oración, oren; y si sienten el espíritu de predicar, prediquen; llamen a sus hermanos, y lean la Biblia, el libro de Mormón, el libro de los Convenios [Doctrina y Convenios], y las otras revelaciones de Dios a ellos; y hablen sobre las cosas que estos libros contienen, [… oren] con sus hermanos y vecinos; … y enséñeles a cómo controlarse; y permitan que sus enseñanzas sean sostenidas por su propio ejemplo. Enseñen a sus familias a controlarse; enséñeles la buena y sana doctrina, y practiquen lo mismo en sus propias vidas. Este es el lugar para que ustedes se conviertan en saetas pulidas en la aljaba del Todopoderoso” (JD 1:47b).
Jesucristo es la Saeta Pulida en las manos del Padre (Isaías 49:2a) pero nosotros, cuando seguimos el Espíritu, podemos ser saetillas en las manos de nuestro Salvador.