(NOTA DEL EDITOR: El siguiente artículo fue escrito por la Hna. María Garcia Rodriguez, voluntaria de la Agrupación Aparid que brinda apoyo a niños con Sindrome de Down y sus familias.)
Por María Gracia Rodriguez
Barrio Compañía, Estaca Santiago Chile Huelén.
SANTIAGO, Chile – Les contare la historia de cómo llego a ocurrir un milagro para los niños de Agrupación Aparid (www.aparid.cl) desde el principio de mi tiempo en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Todo comenzó cuando me bauticé y confirme en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días el mes de junio del año 2012. Este maravilloso proceso que viví después de leer El Libro de Mormón, me hizo sentir que tenía que hacer algo más; conmovida de agradecimiento a nuestro Padre Celestial decidí orar y fui al cerro San Cristóbal, lugar que visito seguido para meditar y buscar soluciones a mis inquietudes, además de dibujar o pintar paisajes, pues soy pintora y es un oficio que amo y desarrollo todo el tiempo.
Estudie arte en el Bellas Artes de viña del mar cuando tenía 14 años, comencé este hermoso camino y aún sigo pintando cuadros, y enseñando sobre el arte; tengo obras que inicié hace más de una década.
Uno de esos días de meditación buscando que hacer como servicio a los demás y caminando por el centro de Santiago, pasé por una pequeña capilla y escuche un coro cantar, entré y había poca gente pero sentí un espíritu maravilloso. Una joven delante de mí me abrazó al terminar la reunión y sentí mucha felicidad al hacerlo, me vine a casa pensando en ella y su dificultad y mi desconocimiento de aquellas personitas, ella sufría Síndrome de Down.
A los dos días siguientes viajé al Viña del Mar, mi ciudad natal y fui a ver a mis amigas, Yolanda Rodríguez y Karen Pechin a las cuales yo visitaba muy seguido. Al llegar les conté mi experiencia en la capilla con esa jovencita, mis amigas estaban con una señora y ella era la presidenta de una escuelita con niños con Síndrome de Down. Coincidentemente tenía más de 70 niños y me invito a su centro a visitarlos esa misma tarde. Al llegar y me di cuenta de las muchas necesidades que ellos tenían entonces supe que esa sería mi servicio para el año 2013.
Me ofrecí como voluntaria para ser Profesora de Arte para los niños, y viaje cada viernes con excepción de algunos meses que los niños no van en invierno por el frio. Me sentía muy feliz y alegre de poder hacer algo, pero ellos necesitaban algo más de ayuda. Con el tiempo y los viajes conocí a una pareja de misioneros del Templo y hablamos de mi servicio, los invité a conocer la escuela y los niños; inmediatamente se entusiasmaron en poder ellos también colaborar con servicio para estos niños.
Pasaron algunos meses y en octubre me llamó este matrimonio misionero y me dijo que venía una pareja de argentina y les quedaba un cupo para un proyecto de servicio pero no sabían si aun era posible realizarlo. Cuando llegaron a Chile nos contactamos y viajamos a Viña del Mar a la escuela.
Al llegar y ver a los niños, los misioneros anotaron todas las necesidades que vieron y me comentaron que ellos recordaban a un niño que conocían en Argentina con estas mismas dificultades y sabía lo complicado que era su desarrollo y el esfuerzo de sus familias por darles las mejores condiciones para crecer. Ellos querían ayudar a través de la Iglesia a esta escuela y niños y en el mes de Diciembre del 2013 se aprobó la ayuda para implementar el gimnasio del lugar.
En Enero del 2014 la ayuda para la implementación del gimnasio se hizo realidad, las familias y todos quienes prestamos servicio a estos niños teníamos el corazón llego de gozo y alegría ya que sus actividades físicas las podrían desarrollar de manera mucho más completa, con ayuda de kinesiólogos especialistas y conocedores del desarrollo de estos niños tan especiales. Los implementos constaban en colchonetas, pesas, balones, entre otros implementos de gran ayuda.
Me siento maravillada de como el Padre Celestial me fue poniendo y guiando paso a paso en esta obra con mucha paciencia, él se manifestó a través del servicio y se convirtió en una realidad hermosa para muchas familias.
Continuaré apoyando al desarrollo de los niños con Síndrome de Down, la fe sin obra es muerta, y estoy ansiosa de poder seguir progresando y que se puedan recibir muchas bendiciones por medio de nuestros actos no tan solo personalmente, sino que para los demás también.