¿Cuál fue el objeto de reunir a los judíos, o al pueblo de Dios en cualquier época del mundo? … El objetivo principal fue el construir al Señor una casa por la que él podría revelar a su pueblo las ordenanzas de su casa y las glorias de su reino y enseñar al pueblo el camino a la salvación… Es por este mismo propósito que Dios reúne a su pueblo en los últimos días, para construir al Señor una casa para prepararlos para las ordenanzas e investiduras, lavados y unciones.
—José Smith el Profeta, HC 5:422
Me emociono cada vez que recuerdo las palabras del Presidente Russell M. Nelson, cuando en junio de 2018 le enseñó a los jóvenes que no había nada más importante que el recogimiento de Israel —a ambos lados del velo. Y además explicó que sin el Libro de Mormón no podría existir el recogimiento de Israel. Este es, justamente, el tema de esta serie.
El tema del recogimiento de Israel es glorioso y emocionante y ha ocupado mi mente durante los últimos veinticinco años, especialmente cuando me embarqué en la redacción del libro, Isaías testifica de Cristo. El libro de Mormón, según el Antiguo Testamento (o las escrituras judías, también llamadas las Sagradas Escrituras, Biblia Hebrea o Tanaj) desempeñaría un papel vital en el recogimiento de Israel en los últimos días. Aquí veremos un resumen de las profecías acerca del recogimiento de Israel en relación con el libro de Mormón. O sea, cómo la Biblia Hebrea testifica del Libro de Mormón.
Para comprender las promesas hechas a las doce tribus de Israel vamos a partir en un emocionante viaje, atravesando juntos mucho terreno para lograr una mejor comprensión de estas profecías espléndidas. Vamos a recordar algunos de los aspectos más pertinentes de la historia de Israel, llegar a una comprensión de las múltiples profecías, así como de la “voz profética”. Al iniciar, algunos de los temas no parecerán estar conectados, pero intentaremos atar los cabos sueltos antes de concluir.
La verdad es un giro eterno (DyC 35:1) y así es que comenzamos esta serie con la cita del Profeta José Smith sobre la importancia de los templos, y terminaremos con ese mismo concepto. Veremos cómo el Libro de Mormón es un instrumento para ayudar a Israel a (1) ser reunido en Cristo, (2) ser restaurado al convenio abrahánico, y (3) entrar en los templos de nuestro Dios. La Biblia Hebrea testifica de Jesucristo. También testifica del papel que desempeñaría el Libro de Mormón en el recogimiento de Israel. En el último artículo de esta serie compartiré cómo fui recogido por el Libro de Mormón.
Elipsis
Unos años antes de jubilarme de la Universidad de California, mi supervisora estaba metiendo su almuerzo en el refrigerador de la cocina en el trabajo. Yo hacía lo mismo. Observando que había poco espacio en el refrigerador, ella río y dijo: “Debe ser el fin del mes”. Me demoré un instante para comprender el significado de su jocosidad y después yo también me reí.
Una elipsis es algo que se entiende a pesar de que no se explique del todo. Están presentes en todas nuestras conversaciones y en todo lo que leemos u oímos. La mayoría de los comentarios graciosos requieren que las personas puedan comprender la brecha entre lo que se expresa y lo que queda implícito. Una elipsis consiste en una omisión de una o más palabras. A veces se reflejan por escrito por medio de los puntos suspensivos (…).
Martha Kolln sugirió, “cuando están bien utilizadas, las elipsis pueden crear un tipo de conexión entre el autor y el lector. El autor está explicando, en efecto, que no necesito deletrearte todo ya que sé que me comprenderás” (Rhetorical Grammar, 5th ed. Pearson, 2007).
Cuando nos enamoramos de las escrituras empezamos a ver más y más de estas elipsis que no están escritas, pero cuyos significados debemos discernir por medio de la oración y el espíritu. No sólo palabras, pero asuntos teológicos, geográficos y culturales.
Las expresiones elípticas incluidas en la ocurrencia de mi supervisora requirieren entender que: (1) la gente suele salir a almorzar cuando trabajan; (2) a los individuos se les paga a fines de mes; (3) las personas viven de un sueldo a otro; (4) los individuos tienen menos dinero disponible hacia el fin de mes porque pocos presupuestan cuidadosamente; (5) salir a almorzar es más costoso que traer algo de casa; y por ende: (6) la gente ha traído sus almuerzos porque es el fin del mes. Esto es una elipsis cultural.
Alguien en una sociedad bíblica y agraria no comprendería la elipsis cultural que acabamos de compartir. A la vez, hay elipsis culturales y religiosos en la Biblia que no comprendemos fácilmente —a no ser que hayamos sido criados en una sociedad rural agraria.
Vino nuevo en odres nuevos
En Mateo 9:17 leemos: “Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera, los odres se rompen, y el vino se derrama y se pierden los odres; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente”.
Para entender este versículo debemos comprender que (1) el jugo de uva se convierte en vino a través de un proceso de fermentación primaria y secundaria; (2) el vino nuevo es aquel en que la fermentación no ha concluido por completo (es decir, la fermentación secundaria no se ha llevado a cabo todavía); (3) y que los cueros viejos (pieles de animales usadas como recipientes) se han ensanchado previamente hasta su límite.
Si el vino nuevo se coloca en estos odres viejos que no pueden extenderse más, reventarán, derramando todo su contenido. Los nuevos odres de cuero, en cambio, pueden estirarse junto con el proceso de fermentación secundaria, y se adaptan bien al vino nuevo que no ha terminado de fermentar.
Se ha dicho que José Smith, el joven Profeta de la restauración, era como un nuevo odre en el que la doctrina del Señor podría ser vertida sin temor a que se derramara por el suelo.
Para entender las elipses, entonces, debemos entender la cultura, la teología, y el idioma de la antigüedad. Cuando la Biblia fue traducida de las lenguas del antaño a nuestros textos modernos, como la versión del Rey Santiago o de la Reina Valera, los traductores nos ayudaron a rellenar los huecos de entendimiento. En otras palabras, los traductores proporcionaron una gran parte del texto que faltaba para ayudarnos a comprender. Aun así, hay un montón de áreas que requieren más comprensión.
Cursivas en la Biblia
Podemos abrir nuestra nueva Biblia SUD, Reina Valera 2009, o la del Rey Santiago en inglés, a casi cualquier página y encontrar que parte del texto está en cursiva. (Algunas traducciones bíblicas no muestran estas cursivas en el texto y dan la ilusión de que todo es parte del original. Otras versiones proporcionan expansiones adicionales, como la Versión Amplificada en inglés.)
Sin que nos rellenen las expresiones elípticas, ISAÍAS 3:10 aparecería como: “Decid al justo que bien, porque comerá del fruto de sus obras”. Felizmente, con la elipsis rellenada podemos discernir: “Decid al justo que le irá bien, porque comerá del fruto de sus obras”.
Elipses teológicas
Además de palabras y de expresiones que necesitan ser rellenadas también existen elipses teológicas. En estos casos, en lugar de unas pocas palabras que faltan, se dan unas pocas palabras que llegan a significar mucho más. Estas expresiones son códigos para un significado expandido. En las Escrituras uno a menudo ve el desarrollo de ideas, línea sobre línea, y precepto sobre precepto. Veremos cómo estas elipses teológicas aparecen a través de la Biblia Hebrea, especialmente a lo que concierne el convenio abrahánico y al recogimiento de Israel.
Convenio Abrahánico
El Señor le ofreció a Abrahán muchas bendiciones maravillosas. Éstas incluirían una posteridad innumerable, una herencia en la Tierra Santa y particularmente noten la siguiente: “Y estableceré mi convenio entre yo y tú y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por convenio eterno, para ser tu Dios y el de tu descendencia después de ti” (Génesis 17:7, especialmente, “para ser tu Dios”).
Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo
Estaremos particularmente interesados en los capítulos que he apodado Lluvia en su temporada. Se encuentran en el pentateuco, en su detalle más extenso en Levítico 26 y Deuteronomio 4, 28–30, y 32. A menudo, cuando un versículo de estos capítulos es citado o aludido en la Biblia Hebrea, nos recuerdan de todas las bendiciones y maldiciones prometidas (según la obediencia o desobediencia del pueblo de Israel). Y además, son un recordatorio de algunas promesas muy especiales asociadas con el recogimiento de Israel en los últimos días.
En Levítico 26 el Señor nos invita a guardar sus mandamientos —y especialmente a evitar la idolatría y a guardar el día de reposo— si deseamos lluvia en su temporada. El tipo más serio de idolatría hoy en día es la idolatría intelectual. Es una inclinación hacia las filosofías de los hombres más que a la palabra del Señor.
Si somos obedientes, entones el Señor nos promete: “Yo os daré la lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto” (Levítico 26:4, énfasis añadido). La lluvia se asocia a menudo con bendiciones en las escrituras.
En la agricultura moderna, a menudo tenemos grandes embalses de agua acumulada a partir de las lluvias de invierno y de las nieves derretidas con el fin de regar los huertos y otras tierras agrícolas durante la temporada. En el predio agrícola de mi madre, en San Javier, Séptima Región, Chile, fuimos muy bendecidos por los pequeños canales de agua cordillerana que nos permitían regar nuestros viñedos. Mi tío, en cambio, poseía propiedad en el pueblo cercano de Villa Alegre, y su sistema de riego se llama “regadío a rulo”, por ser tierra no irrigada. La única agua que cae en esta tierra es la lluvia que provee el Señor durante la temporada.
En los tiempos bíblicos, la gran parte de los terrenos en Israel eran de rulo y regados por las lluvias. Dependiendo de los cultivos, hay momentos específicos en los que se necesita regarlos. Los viñedos y huertos también necesitan lluvia a intervalos específicos; los granos y los cultivos anuales necesitan lluvia para suavizar el suelo y labrar la tierra, sembrar, y luego a intervalos una vez que las plantas crecen.
Cuando el Señor promete que Él proveerá lluvia en su temporada, entonces, está bendiciéndonos con lluvia en el preciso momento en que las plantas lo necesitan.
En las antiguas sociedades agronómicas, entonces, la lluvia en su temporada significaba la diferencia entre las cosechas abundantes y la hambruna. (Cómo veremos en otro artículo, las grandes reservas de agua de regadío sólo ocultan la mano de Dios, pero seguimos en dependencia total de Él. Feliz es la persona que nota ese vínculo).
La lluvia y las bendiciones están estrechamente asociadas. Así es que el Señor promete: “Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10b).
Requiere una tremenda fe sembrar o cultivar bajo un sistema de regadío a rulo, especialmente en países con climas mediterráneos —como porciones de Chile, Argentina, California e Israel.
Siempre me conmueve la película, Las Ventanas de los Cielos, que muestra una época de sequía severa y la revelación recibida por el Profeta Lorenzo Snow. El Presidente Snow recibió una promesa de lo alto que, si los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cumplían con el pago de sus diezmos, las ventanas de los cielos se abrirían y la lluvia descendería para bendecir las cosechas. Los miembros de la Iglesia en esos tiempos confiaron en esta profecía, plantaron y luego esperaron la lluvia. Fueron ampliamente recompensados con una lluvia abundante.
Además de la lluvia recibida en los campos, la lluvia en su temporada también implica bendiciones en general. El tiempo del Señor en proveer estas bendiciones es siempre perfecto. Estos milagros, por supuesto, no sólo son materiales sino espirituales. Por sobre todas las cosas, la lluvia en su debida temporada representa la revelación. Este es un presente de gran trascendencia, para que el Señor nos hable a través de nuestros profetas, videntes y reveladores y también por medio de la revelación personal.
El Señor prometió a los hijos de Jacob lluvia en su temporada si su pueblo caminara en sus vías y tornara sus corazones hacia el Santo de Israel.
“Bendito serás en tu entrar y bendito en tu salir” (Deuteronomio 28:6). La lista completa de bendiciones es extensa y hermosa.
Estos favores, en esencia, son un recuerdo de las promesas hechas a Abrahán: “Porque yo me volveré a vosotros y os haré crecer y os multiplicaré, y afirmaré mi convenio con vosotros” (Levítico 26:9).
Ninguna de las afirmaciones es más profunda y magnífica que las siguiente: “Y andaré entre vosotros y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Levítico 26:12). Estas palabras me traen lágrimas de gozo. ¿Puede percibir la grandeza de estas promesas?
Estos versículos de Lluvia en su temporada están empapados en significado, y son una elipsis teológica para el convenio abrahánico, como vimos en Génesis 17:7.
La desobediencia traería maldiciones
Si los hijos de Jacob tornaran hacia la maldad, en cambio, les acontecerían maldiciones indescriptibles. Al leer estas maldiciones cuidadosamente, verá que estas se multiplican con el objetivo de bendecir a Israel, y de ayudarle a regresar al Señor: “Y si aun con estas cosas no me escucháis, yo volveré a castigaros siete [שֶׁבַע] veces más por vuestros pecados” (Levítico 26:18).
El siguiente conjunto de consecuencias también está acompañado con la advertencia de que los castigos se multiplicarán siete veces más. Esto sucede varias veces a lo largo de este capítulo. Cuando consideramos que la palabra siete significa perfección, entonces podemos comprender que el castigo del Señor será perfecto, o en otras palabras, justo para nuestras necesidades. Los castigos de Dios nunca son vindicativos.
Aquí nos interesan especialmente dos de las maldiciones. La primera es sobre el esparcimiento, “Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo de ella; y allí servirás a dioses ajenos…” (Deuteronomio 28:64a).
La segunda, sobre la cesación de revelación: “Y los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce” (Deuteronomio 28:23a). Similarmente, en Amós vemos: “He aquí, vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová” (Amós 8:11).
La sequía de lluvia es una manifestación física; la sequía de revelación, espiritual. Ambas indican que las cosas no están bien entre nosotros y el Señor.
Después de las bendiciones y las maldiciones
En su misericordia y presciencia, el Señor tomó medidas para permitir el arrepentimiento de los hijos de Jacob. En uno de los versículos más emotivos de las Escrituras leemos: “Y acontecerá que cuando hayan venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y las recuerdes en tu corazón en medio de todas las naciones en las cuales Jehová tu Dios te haya dispersado” (Deuteronomio 30:1), o en otras palabras, en los últimos días cuando reflexionemos sobre estas promesas después de haber sido esparcidos por todas las naciones. Si bien hemos sido dispersados por la mano del hombre, fue el Señor que lo permitió.
El Señor le está hablando a Israel, con respecto a lo que pasaría después que la gran mayoría de las bendiciones y maldiciones se llevaran a cabo: en otras palabras, en la época en que el Evangelio sempiterno fuera restaurado nuevamente sobre la tierra.
“Y te conviertas (וְשַׁבְתָּ, literalmente, y te vuelvas) a Jehová tu Dios, y obedezcas su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma” (Deuteronomio 30:2).
En cada momento tomamos la decisión ya sea de volvernos (שׁוּב, SHUV o retornar) hacia el Señor —o de darle la espalda y tapar nuestros oídos (Zacarías 7:11) a los susurros del Espíritu. En la Biblia Hebrea, ésta es la palabra que se utiliza para invitar a la gente a regresar a Cristo o a arrepentirse.
Continuando con Deuteronomio 30:2, notemos que primero recordaremos estos convenios y luego seremos movidos por un gran deseo de obedecer, de entrar en las aguas bautismales y de mostrar nuestra determinación de obedecer. Además, sentimos un gran deseo de compartir estas cosas con otros, especialmente con nuestras familias y amigos.
“Entonces Jehová tu Dios te hará volver de tu cautiverio, y tendrá misericordia de ti y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te haya esparcido Jehová tu Dios” (Deuteronomio 30:3). Hacer volver el cautiverio significa ponerle fin. El cautiverio aquí mencionado no es sólo uno físico, sino también espiritual. Dejamos atrás a la Babilonia mística y nos acoplamos a Sion.
El Señor se llenará de sus tiernas misericordias [חֶסֶד] y tendrá compasión hacia nosotros. No importaría donde nos hubieran dispersado, el Señor tendría compasión de nosotros: Él nos encontrará aun cuando no sabíamos que queríamos ser hallados.
“Si has sido arrojado hasta los confines de los cielos, de allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará” (Deuteronomio 30:4). Ninguno sería olvidado; ninguno sería rechazado sin recibir un convite. No importa dónde o a qué distancia estaríamos esparcidos, no sería tan lejos que el Señor no nos pudiera encontrar —incluso a los confines del cielo. Ya sea en este lado del velo o el otro.
“Y te hará volver Jehová tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y la poseerás” (Deuteronomio 30:5a). El Señor traería a Judá de vuelta a la Tierra Santa. Las otras tribus tendrían sus tierras escogidas en otras partes. Por ejemplo, José heredaría el continente americano, norte y sur. Pero también llegarían a poseer parte de la Tierra Santa (Ezequiel 48).
“Y te hará bien y te multiplicará más que a tus padres” (Deuteronomio 30:5b). Los que serán reunidos en Sion en los últimos días recibirán bendiciones aún mayores que los israelitas del antaño.
“Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Deuteronomio 30:6). Nuestros corazones serán circuncidados como una evidencia de este nuevo pacto —es decir, nuestros corazones de piedra serán sustituidos por corazones de carne. “A fin de que vivas” es una alusión a la exaltación y a la vida eterna.
El Salvador les habló a sus discípulos en el continente americano: “Y he aquí, estableceré a este pueblo en esta tierra, para el cumplimiento del convenio que hice con Jacob, vuestro padre; y será una Nueva Jerusalén. Y los poderes del cielo estarán entre este pueblo; sí, yo mismo estaré en medio de vosotros” (3 Nefi 20:22, énfasis agregado, tome nota del énfasis sobre la tierra, el convenio abrahánico, y el hecho que el Señor caminará en medio de sus discípulos). Recuerde que El libro de Mormón fue escrito para nosotros —los seguidores de Cristo sin importar si somos descendientes directos de los lamanitas, o de Judá, o de cualquiera de las otras tribus de Israel, o si somos adoptados— y que aparecería en la última dispensación.
En el próximo artículo de esta serie, «Por qué Lehi e Ismael vivieron en Jerusalem?» (dado que sus tribus eran del norte y no de Jerusalem), veremos algo sobre la historia de Israel. Explicaremos que usted seguramente es un descendiente directo de Israel y veremos la diferencia entre un gentil y una nación gentil. Todo esto para mostrar como la Biblia Hebrea testifica del Libro de Mormón.
[…] Esta semana encontrará preguntas bajo dos artículos, “Jamás lo soltaré” y “Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo”. […]